Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
A la hora de reflejar en cifras la pandemia del Covid-19 se tienen en cuenta estadísticas como número de contagiados, de víctimas mortales, de recuperados y de personas vacunadas. Sin embargo hay otros datos quizás igual de importantes que quedan en un segundo o tercer plano.
Uno de ellos, sin duda, es el impacto psicológico que ha generado en la población, pero especialmente en los jóvenes. Si bien no aparece en los informes diarios de las cifras, hurgando un poco en sitios especializados es evidente que eso se ha traducido en cuadros de depresión que en muchos casos llegan hasta la autolesión o incluso el intento de suicidio.
Recordemos que la adolescencia es un periodo de tensión para todo joven, ya que se están produciendo cambios a nivel físico y anímico.
El adolescente es rebelde por naturaleza y no como simple postura, sino que es parte de cómo va cuestionando lo impuesto en su etapa anterior con sus propias valoraciones y adopción de conductas que en su mayoría formarán parte de su personalidad adulta.
Por otro lado existe cierta nostalgia por dejar esa niñez que probablemente en la mayoría de los casos ha sido adecuada y placentera. En medio de esa etapa llena de conflictos irrumpe la pandemia para profundizar esa “crisis”.
Primero se dio el confinamiento: un cambio muy drástico que les afectó sin encontrarse mínimamente prevenidos para el mismo. Por otro lado, meses después, el regreso a clases en forma parcial o segmentada, tampoco ayudó. Al contrario, eso fomentó aún más la exclusión. Pues seguro que al tratarse de grupos más pequeños, tenían que elegir aún más a quiénes añadían o excluían dentro de un ya limitado entorno, y con pocas probabilidades de prueba y error.
Quizás por eso, una vez interiorizados en la problemática, nos impacta cómo se han incrementado los intentos de suicidio en los adolescentes durante la pandemia. Hay otro dato más llamativo: mientras que entre los hombres el incremento fue de apenas el 3.7%, en el caso de las mujeres subió al 51%. Cuatro de cada cinco adolescentes que llegaban a una unidad de emergencia con sospecha de intento de suicidio eran del sexo femenino.
El COVID 19, sobre todo en tiempos de cuarentena, modificó los hábitos de muchos jóvenes y limitó su movilidad.
Como consecuencia del encierro, los adolescentes se refugiaron en las redes sociales, las cuales utilizaron más que nunca, desde TikTok a Snapchat o Instagram. Y eso tiene un efecto negativo, particularmente entre las mujeres, quienes tienden a compararse con amigas -e incluso con desconocidas- de su misma edad. En ellas tienden a ver una “envidiable vida fabulosa” que nada tiene que ver con su “miserable” presente.
El efecto puede ser peor si la pandemia incluyó la pérdida de trabajo de algunos de los integrantes de la familia o, todavía más grave, si alguno murió por esta enfermedad.
Pues a la soledad, ansiedad y la frustración que ya provoca la adolescencia, se aunó la pandemia y sus restricciones, con lo cual no han podido realizar un debido duelo lo que por supuesto que también afecta. En el mejor de los casos han podido externar ese pesar con mucho dolor y llanto, pero con el retraimiento de los jóvenes ante los adultos en esta etapa y si tienen pocas actividades con sus iguales con quienes podrían hacer más catarsis, ese desahogo será más difícil.
Al final, puede que en la mayoría de los casos terminen creando un duelo no resuelto. Esto podrá influir en las patologías esperadas a esa edad o, aún peor, en dificultades emocionales durante toda su vida adulta.
Es cierto que siempre ha habido un número alto conductas de autolesionarse en esta edad por lo explicado anteriormente, pero la pandemia ha impactado de manera abismal en nuestra forma de vida y de la cual, al ser global, no hay manera de escapar. Por lo tanto, lo mejor es saber cómo tratarlo.
Idealmente esta depresión de los adolescentes debe tratarse con terapia de profesionales y en la mayoría de los casos complementado con algún tipo de medicación, que bien elegida y aplicada puede llevar a una resolución de los casos en forma pronta y satisfactoria. Desgraciadamente la mayoría de los médicos suelen usar dosis de fármacos poco adecuadas y casi siempre en exceso.
El adolescente aún no es adulto y no debe tratarse farmacológicamente de igual manera, es decir hay que aplicar dosis más bajas que sólo deben aumentar en caso que no logremos el resultado esperado.
Con mi práctica clínica puedo asegurar que suelen funcionar mejor con dosis bajas de fármacos además en la medida de lo posible, debemos evitar la polifarmacia.
Si tiene dudas sobre si su hijo es víctima de la depresión, siempre hay manera de saberlo, por más que intenten ocultarlo: cambios bruscos de conductas, aislamiento, no alegrarse con cosas que antes les producían placer, aumento o pérdida de peso, problemas de sueño, conductas regresivas , ansiedad excesiva , autolesionarse, hablar de que la vida no vale la pena, regalar sus posesiones son síntomas bastante llamativos que no hay que dejar pasar. Solo es cuestión de detectar cualquier anormalidad y actuar a tiempo.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.