sábado, 25 de octubre de 2014

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: OBESIDAD INFANTIL




            En la actualidad, la cantidad de niños que tienen un peso por encima de lo normal es mayor que nunca, y lo peor es que la tendencia es a aumentar. Quizás los riesgos de la obesidad durante la niñez son más psicológicos que físicos, al verse expuestos en el medio social y escolar a burlas y marginación, pero el mayor problema va más allá de todo eso. El mayor problema es la falta de conciencia de las causas que la provocan, condiciones que la mantienen, e indeseables consecuencias que puede tener en el futuro. Esta falta de conciencia hace que un niño obeso sea, probablemente, un adulto obeso. De hecho, las estadísticas muestran que en el 80% de los casos, así es. Y en la adultez, los riesgos físicos derivados de la obesidad son serios, tanto más cuanto más se avanza en edad.

       Niños con sobrepeso, u obesos, en alguna medida, los ha habido siempre, y en algunos casos debido a causas naturales. Sin embargo, que el porcentaje aumente significativamente en los últimos tiempos solo puede ser debido a causas ambientales, es decir, hábitos modernos que lo provocan o lo fomentan. Entre ellos, sobre todo, están los hábitos alimenticios y los hábitos lúdicos, o sea, de diversión. La infancia actual es cada vez más tendente, casi adicta, a ciertos tipos de bebidas y alimentos procesados, de atractivo sabor (artificial, por supuesto), y fácil consumo, que a parte de no aportar prácticamente nada desde el punto de vista nutritivo, tienden a provocar obesidad.

       En efecto, una bolsa de papas fritas, por ejemplo, no va a provocar problemas por sí sola, pero sí puede iniciar una adicción de la que el niño, a su corta edad, es completamente inconsciente. El solo es consciente de que le gusta, y, por tanto, la quiere comer. Si los padres no son conscientes del riesgo, el niño consumirá abundantes cantidades de esos productos. Y para que el niño no se aburra de ellos, el fabricante saca al mercado las mismas papas fritas con veinte sabores diferentes. En la medida en que el niño empieza a ganar peso, si los padres no son conscientes del problema, o son indiferentes ante él, o son del tipo de padres comodones que dan al niño lo que pide para que esté contento y no moleste, el consumo de estos productos se vuelve un hábito cada vez más difícil de detener, que continuará en el futuro porque ha generado sólidas raíces.

      
De igual forma puede hablarse de los hábitos lúdicos. Hace décadas los niños eran felices jugando en la calle o en casa de una forma dinámica. Después, el televisor empezó a cambiar hábitos. Los niños encontraban la diversión que necesitan de una forma estática, sin moverse del sofá. El control remoto hace que no tengan ni que levantarse a cambiar de canal. Al mismo tiempo, los juguetes que salían al Mercado eran juguetes que jugaban solos, y el niño era simple espectador. Posteriormente, los videojuegos no han hecho más que añadir aliciente a la diversion estática. No pasa nada porque los niños pasen una tarde frente a una pantalla, pero ellos, por sí mismos son incapaces de reconocer el riesgo de abusar de esta práctica. Si no lo hacen los padres, por inconsciencia, indiferencia, o comodidad, satisfacer el ocio sin quemar calorías se convertirá igualmente en hábito para el resto de la vida, y la posibilidad de obesidad será mucho más alta.

       Los hábitos se suelen generar y se corrigen en la niñez. En la adolescencia es ya un poco más difícil corregirlos, a no ser que alguna circunstancia genere la consciencia de la inconveniencia al adolescente. Ya en la juventud es más difícil, aunque, al igual que en la adolescencia, la conciencia de la imagen física personal, especialmente en las mujeres, es un fuerte aliciente para modificar ciertos hábitos; mucho más que la conciencia de los riesgos para la salud. Ya en la adultez, es bastante difícil, y frecuentemente sucede solo después de que nuestro organismo ya nos ha dado un muy serio aviso.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 

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