jueves, 9 de octubre de 2014

Conociendo el origen del ébola

Tomado de Teinteresa.es

El origen del ébola, el virus más temido de África

El pueblo de Yambuku, al norte de Zaire, experimentó en 1976 el primer brote de la cepa Zaire de ébola, el más letal hasta la fecha – sin contar con el actual de Conakry – donde 318 personas resultaron afectadas, muriendo 280, lo que suponía una terrible letalidad del 90%.

La plaga de Atenas, que provocó la muerte de entre 50.000 y 300.000 personas en plena Guerra del Peloponeso (430 A.C.) sigue siendo uno de los grandes enigmas médicos de la antigüedad. El llamado ‘síndrome de Tucídides’ – por ser este historiador el que relató sus terribles efectos – terminó abruptamente con Pericles y con su siglo y hoy sabemos que pudo ser un brote de fiebre hemorrágica causada por un virus similar al ébola. Según Tucídides el virus llegó de Etiopía y provocaba violentos dolores de cabeza y sufusiones de sangre en la garganta y en la lengua. “El cuerpo se ponía de color lívido, hacia rojo y aparecían pústulas y úlceras (…) La inquietud se hacía intolerable y morían al séptimo o noveno día. Si sobrevivían este tiempo aparecían extenuantes diarreas que terminaban con la vida del enfermo”. La descripción bien puede asociarse al ébola, aunque algunos estudios recientes de la Universidad de Atenas señalan como causa probable una epidemia de fiebre tifoidea provocada por una bacteria llamada ‘salmonella tiphy’.

Fuera de estos ejemplos históricos y remotos, el primer caso de ébola detectado por el hombre se dio en 1976 con dos focos simultáneos en Nzara (Sudán) Yambuku (República Democrática del Congo). Sin embargo algunos años antes ya se dio un caso de Marburg en Europa, que apareció simultáneamente en Alemania y Yugoslavia a raíz de unos monos de la especie ‘cercopithecus aethiops’, conocida como cercopiteco verde. 

El Marburg no es exactamente lo mismo que el Ébola pero ambos son filovirus que pertenecen a la misma subcategoría, que son los virus de fiebre hemorrágica.

En efecto, en agosto de 1967 llegó a Europa una partida de monos procedentes de Uganda y destinada a laboratorios de Alemania y Yugoslavia. A los pocos días, una extraña enfermedad comenzó a afectar al personal encargado de remover los desechos de animales, principalmente en el laboratorio alemán y de forma más aislada, también en el yugoslavo. Treinta personas resultaron afectadas en total, falleciendo siete de ellas, lo que suponía un 23% de letalidad. Al menos en cinco casos, la enfermedad fue adquirida por contacto entre enfermos. La enfermedad empezaba con fiebre, cefalea, mialgias y malestar general y el laboratorio destacaba además una elevación de las transaminasas, una baja cantidad de glóbulos blancos y una alarmante disminución de plaquetas que dejaba a los enfermos sin defensas. 

El virus de Marburg no volvería a aparecer hasta ocho años después, en 1975, cuando un viajero tuvo que ser ingresado en un hospital de Sudáfrica a su vuelta de un largo viaje por Rhodesia. El viajero murió, mientras que un compañero suyo y una enfermera también contagiados, lograron sobrevivir. Un año después de aquello, se dieron dos casos parecidos y simultáneos en dos regiones africanas. El primero fue en el norte de Zaire, donde 318 personas resultaron afectadas, muriendo 280, una terrible letalidad del 90% hasta entonces nunca vista.

El primer fallecido registrado fue Mabalo Lokela, un profesor de 44 años que regresaba de un viaje por el norte del Zaire. Por su alta fiebre, le diagnosticaron un caso de malaria, pero tuvo que regresar a los pocos días con síntomas que incluían vómitos y hemorragias. A los 14 días de presentarse los primeros días, falleció. La cepa Zaire, la misma que está afectando estos días a Conakry, Liberia y Sierra Leona, ha resultado ser la más letal del virus.

Al tiempo que esto ocurría en Zaire – actualmente República del Congo – el sur de Sudán vivía un caso parecido, con 284 contagios y 151 muertos, lo que suponía una letalidad del 53%. En aquel brote se constató que la mayor extensión del virus se produjo de forma intrahospitalaria, persona a persona y por la reutilización de las agujas contaminadas. Por entonces se desconocía todo sobre el virus, incluida su rápida expansión a través de la sangre. 
Debido al peligro de contagio, las pruebas de aquellos casos se enviaron a distintos laboratorios, entre ellos el Microbiological Research Establishment, un laboratorio de Porton, Inglaterra, especialista en trabajar con muestras peligrosas y que casualmente había analizado también los casos de Alemania y Yugoslavia nueve años antes. Los análisis llegaron a la conclusión de que se trataba de un virus morfológicamente idéntico al Marburg, es decir, un filovirus, pero serológicamente distinto. Estaban por tanto ante un nuevo virus y para su bautizo evitaron usar nombres de países o ciudades, para no perjudicarles gratuitamente achacándoles el origen de un virus del que nada se conocía. Optaron por escoger el nombre de un pequeño río que discurre al norte de Yambuku y marcha hacia el oeste, el Ébola.


Ya por entonces se asoció el virus con los murciélagos, pues tanto el brote original en Sudán como el siguiente en 1979, se iniciaron entre trabajadores sudaneses de una fábrica de algodón, en cuyo techo colgaban miles de aquellos animales. 
Además hubo otros dos casos en 1980 y 1987 de personas que enfermaron al entrar en una cueva con murciélagos en el este de Kenia. En 2005 la revista Nature publicó las conclusiones de un grupo de científicos que dijo haber localizado el origen del ébola en tres tipos de murciélagos frugívoros africanos.  Tres especies, Hypsignathus monstrosus, Epomops franqueti y Mynoceris torquata resultaron ser potenciales vectores de transmisión, al no padecer la enfermedad aún entrando en contacto con el virus.   

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