Es bonito el carácter comercial de la
Navidad, pero la enorme presión comercial a la que somos sometidos,
especialmente en esta época, hace que la obsesión por comprar desvíe nuestra
atención del verdadero sentido de la Navidad. Es bonito dar y recibir regalos
en Navidad, pero es algo que cada vez más se convierte en tema de compromiso,
en cuestión de “tener que quedar bien” con otros, lo cual le quita su verdadero
sentido. Es bonito decorar la casa y las calles con luces y adornos en Navidad,
pero si no se hace como expresión del deseo de compartir con los demás la
alegría de estas fechas, tampoco tiene sentido.
Es bonito reunirse para pasarla bien en
Navidad, pero si después de ello no ha crecido un verdadero acercamiento entre
las personas, tampoco esa reunión tuvo el verdadero espíritu de la Navidad. Es
bonito mandar tarjetas de felicitación en Navidad, pero si nos limitamos a
enviar una de esas tarjetas que ya vienen con el mensaje impreso, sin siquiera
añadir alguna palabra de nuestro corazón, tampoco tiene significado. Es bonito
esperar a Jesús la noche del 24, pero si esa actitud simbólica no se traduce en
una actitud real de tratar de encontrar a Jesús en cualquier momento y lugar,
en cualquier detalle de la vida cotidiana, tampoco tiene sentido.
El verdadero espíritu de la Navidad debe
buscarse en la esencia de todas estas manifestaciones características de la
Navidad. ¿Compras? Claro que sí, pero no aquellas que nos imponga la presión
comercial, sino las que de verdad nos hagan ilusión o nos sirvan para dar un
sentido más puro y más humano a la Navidad.
¿Regalos? Por supuesto, pero no por puro
compromiso, sino a aquellos a quienes estamos agradecidos, y a quienes
realmente deseamos hacerlo, aunque sea sólo porque sí, y tomando en cuenta que
“regalo” no necesariamente significa algo material. Una felicitación, un
abrazo, una simple llamada telefónica, un e-mail personalizado, etc., con la
expresión sincera de lo que se aprecia y valora a alguien, o de un deseo de
acercamiento, pueden convertirse en los más bonitos regalos que una persona
puede recibir. Los regalos materiales no pasan de ser complementos, tan baratos
que sólo cuestan dinero.
Lo mismo puede decirse de las tarjetas de
felicitación. Actualmente casi todas vienen con un mensaje ya impreso, tan
bonito como impersonal; como diseñado para quienes no tienen nada que decir. Si
usted quiere decir algo a alguien en Navidad, escríbalo usted mismo. No importa
si no queda tan bonito en su forma; lo bonito es el sentimiento que lo inspira,
que es suyo, y personalizado para la otra persona.
Adorne su casa, y póngase de acuerdo con
sus vecinos para adornar su calle con luces.
Ello será el reflejo de una voluntad colectiva y compartida de proyectar
alegría. Los adornos luminosos de algunas casas y comunidades son un ejemplo de
la capacidad que se tiene a través de la organización, el acercamiento y el
acuerdo entre las personas, aunque sea en Navidad. Claro, que si se puede en
Navidad, ¿Por qué no el resto de año?
Reúnase con sus familiares y amistades, e
incluso con aquellos con quienes debería haber mejor relación. Y pásela bien,
pero procure que no sea una simple reunión intrascendente en la que simplemente
“la pasó bien”; trate de que la relación con todas esas personas resulte
fortalecida y sea más estrecha a partir de ahora. Por último, si quiere
encontrarse con Jesús, no vaya a buscarlo simplemente en la noche del 24,
porque no lo va a encontrar. A Jesús se le puede ver a cada momento en cada
rincón y en cada detalle si nos quitamos los lentes del egoísmo, y no es
necesario esperar a Navidad. La noche del 24 es para celebrar que supimos
encontrarlo el resto del año.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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