Tomado de Foreign Policy
Empresaria y presidenta de la compañía Biocon, Kiran Mazumdar Shaw (derecha), y Sudha Murthy, (izquierda), filantropa.
MILAGROS ECONÓMICOS SIN MUJERES
Por Pallavi Aivar
El verdadero crecimiento y
desarrollo de China e India pasa por liberar a su población femenina.
Es un cliché hablar de la
India como una tierra de contradicciones, pero es también una verdad
fundamental. Este es, por ejemplo, un país en el que las mujeres han ocupado
los más altos cargos políticos (Indira Gandhi se convirtió en la segunda mujer
en el mundo en encabezar un gobierno en 1966), han logrado los premios
literarios más prestigiosos del planeta (las escritoras Arundhati Roy y Kiran
Desai han ganado ambas el premio Booker) y se han situado entre sus principales
líderes empresariales (Kiran Majumdar Shaw, por ejemplo, dirige la compañía de
biotecnología más importante de la India: Biocon).
Yo misma me crie en la
capital de India, Nueva Delhi, en un entorno que era en su mayor parte ajeno a
las diferencias de género. Recibí la mejor educación en las instituciones más
elitistas del país, donde los niños y las niñas asistían en cantidades
similares y las niñas superaban a los niños en resultados académicos. Mis
compañeras de clase han continuado sus carreras trabajando como periodistas en
los vibrantes medios de comunicación electrónicos del país, dominados por las
mujeres, como abogadas de éxito o como activistas de la sociedad civil.
Yo estoy casada con un
español y he vivido y trabajado en China, Bruselas y Yakarta, con libertad y
sin ninguna objeción por parte de mis padres. Esto forma parte de la realidad
de la India contemporánea para un sector de su población.
Pero la mayor
democracia del mundo es también un país donde un patriarcado
profundamente arraigado, en combinación con una extendida pobreza, han creado
una sociedad enormemente misógina. Casi un 40% de las mujeres siguen siendo
analfabetas, algo que les priva del más fundamental control sobre sus vidas. El
país ha visto desaparecer a millones de niñas, ya sea por
abortos realizados cuando eran fetos, o por muertes sucedidas antes de alcanzar
a cumplir un año debido a negligencias en su cuidado asociadas al género. La
violencia contra las mujeres en forma de violaciones y acoso relacionado con la
dote está también muy extendida.
De modo que a pesar del
alto perfil de algunos ejemplos de mujeres que se mueven en la esfera pública,
latasa de empleo femenino de India es de un
mero 29% del total de la población femenina en edad de trabajar (de 15 a 64
años).
A India y su vecino del
norte China a menudo se les incluye en el mismo saco como ejemplos de países
asiáticos que están marcando un giro cada vez más acusado hacia el Este en el
equilibrio estratégico global de poder. Pero de hecho China está muy por
delante de India en prácticamente todos los parámetros del desarrollo, desde su
participación en el comercio mundial y su infraestructura hasta el empoderamiento
de las mujeres.
Esta última diferencia es
inmediatamente palpable. Ver a mujeres en lugares de trabajo es mucho más
habitual en Pekín que en Nueva Delhi. Cuando me mudé a la capital china en 2002
inmediatamente me chocó que las mujeres que conducían autobuses y taxis o
trabajaban como policías fueran una visión común.
En contraste, gran parte de
la vida diaria en India se desarrollaba bajo la premisa de que simplemente no
se podía esperar que los hombres contuvieran sus deseos sexuales cuando se
relacionaban con mujeres, y de que éstas tenían constante necesidad de proteger
su virtud frente a hombres salvajes y violentos.
En los aeropuertos indios
no solo los controles de seguridad para las mujeres eran realizados a su vez
por mujeres sino que también se llevaban a cabo en cubículos separados,
totalmente aislados con cortinas. En las calles indias no solo las mujeres no
conducían autobuses, sino que se sentaban en secciones especiales separadas y
reservadas solo para ellas.
Estas observaciones
empíricas eran confirmadas por las estadísticas. Los niveles de alfabetización
de las mujeres en China alcanzaban un elevado 91,4%. La tasa de empleo femenino en este país casi
triplica la de India (y supera la media mundial) situándose apenas por debajo
del 70%.
Según el Informe de
Diferencias de Género 2011 del Foro Económico Mundial, India se situaba en el
puesto 113 entre 135 países, en comparación con el 61 de China. El índice medía
las diferencias de género de los países en términos de educación, salud, poder
económico y empoderamiento.
Entre los tripulantes de la nave espacial china Shenzhou 9 estuvo Liu Yang, de 33 años, una piloto de la fuerza aérea China y la primera mujer de China en el espacio.
Los grandes pasos que las
mujeres chinas han dado desde los días en que sus pies debían sufrir fracturas
y ataduras para reducirlos hasta un tamaño diminuto que los hombres
consideraban bonito, constituyen un tema complejo, atribuible en parte a la
revolución comunista. En teoría al menos la igualdad de los sexos era parte
integrante de la ruptura con el pasado del país que los comunistas habían
intentado crear.
Bajo el gobierno de Mao
(quien pronunció la famosa frase: “las mujeres sostienen la mitad del
cielo"), por primera vez se concedió a estas el derecho a divorciarse y a
poseer tierras. Se erradicó la costumbre de vendar los pies y se declaró ilegal
la venta de novias y el concubinato. Las mujeres siguieron sufriendo las
privaciones y restricciones de ese periodo, al igual que lo hicieron los
hombres, pero por primera vez se educó a la gente en la creencia de la igualdad
de géneros.
En el extensísimo corazón de
la China interior las ventas de novias nunca desaparecieron totalmente e
incluso hoy esta práctica sobrevive en las zonas rurales. Las concubinas en su
sentido tradicional pueden haber dejado de existir pero en la nueva China de
reemergente riqueza y privilegio, la práctica de mantener amantes ha reemergido
también, al igual que la prostitución.
No hay mujeres en los
escalones más altos del poder político chino (algo ejemplificado por el comité
permanente de nueve miembros del politburó). La élite empresarial y científica
del país continúa también siendo de dominio masculino. Y, lo que resulta más
preocupante, el ratio de sexo en China es ligeramente peor que el de India,
situándose en aproximadamente 119 niños por cada 100 niñas.
Normalmente se culpa a la
tristemente célebre política del hijo único implementada por Pekín de este
desequilibrio entre géneros. Durante más de tres décadas la mayoría de las
familias de zonas urbanas y muchas de las de zonas rurales se han visto
limitadas por ley a tener un solo hijo. La tradicional preferencia hacia los
varones, unida al uso de la tecnología de ultrasonido, ha conducido, al igual
que en India, a la generalización del aborto de fetos femeninos.
Pero los efectos de la
ingeniería demográfica de China no son una cosa de blanco y negro cuando
hablamos del empoderamiento de géneros. Se puede afirmar que una de las razones
de que la situación de las mujeres sea comparativamente mejor en la China
urbana es también la política de hijo único. Liberadas de la carga de criar a
varios niños, las mujeres chinas son capaces de participar más fácilmente en el
mercado de trabajo. Además, los padres tienden a gastar todos sus recursos en
el único hijo que se les permite tener, independientemente de su sexo.
La política de hijo único
es normalmente considerada una violación de los derechos humanos básicos y yo
tendía a estar de acuerdo con esto. Pero me vi desconcertada cuando tuve la
oportunidad de conversar con un grupo de mujeres indias, líderes de pequeñas
poblaciones, durante un tour por China hace unos años. Muchas
de ellas provenían de las zonas más pobres de India y argumentaban que la
política de hijo único era en realidad una medida de empoderamiento.
“Si en la India también
hiciéramos obligatorio tener un solo hijo, ¿qué no podrían lograr las
mujeres?", preguntaba Preeti Coudhary, la única mujer miembro del consejo
de su aldea del Estado de Haryana, en el norte del país. Eso me dio qué pensar.
Para muchas mujeres indias
la vida era obviamente tan dura que el verse obligadas a limitarse a tener un
solo hijo en realidad contribuiría a mejorar su calidad de vida. Pero incluso
en ausencia de una ley semejante, la suerte de las mujeres indias estaba
mejorando gradualmente. El nivel de alfabetismo era un claro ejemplo, con especiales
avances entre niños en edad escolar, de modo que aunque los índices de
alfabetización femeninos en su conjunto eran todavía pésimos, la alfabetización
femenina en la . Las necesidades de la nueva economía han abierto también la
opción de muchas más profesiones para las mujeres de pueblos y ciudades
pequeñas, por ejemplo en el comercio y la banca.
India y China son con
frecuencia aclamadas como la ejemplificación de los milagros económicos del
siglo XXI. Y es cierto que el reciente crecimiento económico en estos Estados
ha ayudado a cientos de millones de personas a salir de la pobreza. Pero
cualquier comentario sobre milagros debe ser atenuado antes
las continuas privaciones a las que cientos de millones de mujeres más se
enfrentan en esas naciones.
No hay manera de imaginar
cuán más milagrosos podrían ser su crecimiento y su desarrollo si fueran
capaces de liberar y aprovechar las capacidades y fortalezas de los más de mil
millones de mujeres que viven en los dos países.