Gran parte de los conocimientos
requeridos en el pensum de bachillerato y en los grados previos se basan en lo
aprendido y en los aprestos adquiridos en los años anteriores, y las
deficiencias acumuladas en el aprendizaje en aquellas primeras etapas hacen que
el adolescente se sienta incapaz de seguir el ritmo, lo que desencadena
numerosas deserciones y fracasos escolares. Tal vez adquirieron en su momento
los debidos conocimientos, pero no los afianzaron; pasaron de grado, y luego
los olvidaron.
En otros
casos ni siquiera los adquirieron, aunque igualmente pasaron de grado por baja
exigencia de muchos centros educativos, para los que graduar a todos sus
alumnos es el indicador de “excelencia”; o bien por clemencia de docentes y
súplicas de padres, a quienes únicamente pareciera importarles eso, el hecho de
pasar de grado, y ello no necesariamente es un buen indicador de la preparación
que se tiene.
Entre los siete y los doce años es un
buen momento para evaluar, en forma objetiva e independiente del centro
educativo, si nuestros hijos están adquiriendo las destrezas necesarias que le
permitirán afrontar con éxito las etapas posteriores de su aprendizaje.
Es también
una edad todavía adecuada para complementar esas destrezas, o para corregir o
desarrollar aquellas que no fueran adecuadas. Existen para ello programas que
exploran, evalúan y estimulan el desarrollo de las mismas, en áreas tales como la atención, percepción, lectoescritura,
lenguaje, razonamiento, pensamiento lógico, memoria, orientación espacial, etc.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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