
En
todos estos casos se pone de manifiesto, en mayor o menor medida, una especie
de vocación natural al ejercicio de la paternidad
similar a la vocación maternal de la mujer, con excepción, lógicamente, de
aquellas escasas funciones que la naturaleza ha asignado en exclusiva a la
madre; vocación paternal que se ve frustrada por los patrones impuestos por la
cultura, que no por la naturaleza, y que le impiden disfrutar de la paternidad
de la misma manera que es capaz de disfrutar la mujer.
Hay hombres que dicen que con estos patrones culturales,
disfrutan la paternidad a su manera, y no vamos a negar que pueda ser cierto,
pero también es cierto que de aquellos padres, cada vez más, que han
experimentado la paternidad más allá de los esquemas tradicionales, y se han
involucrado plenamente en el afecto y la atención física a sus hijos, ninguno
de ellos se arrepiente de la experiencia o se cambiaría por los primeros; al
contrario, les resulta fascinante y descubren sensaciones inimaginables; las
mismas sensaciones que toda la vida han descubierto las madres. Los padres que
no lo han experimentado no se imaginan lo que se han perdido.
Y es lógico; la ternura, el afecto, el cariño, la atención, el
cuidado, etc., no son cuestión de género; son tan naturales en los hombres como
en las mujeres; en los seres humanos como en las demás especies animales; mucho
más aún cuando se trata de un hijo. Pareciera que para satisfacer nuestros
objetivos vitales cada vez más buscamos fórmulas, como si vivir fuera un
ejercicio matemático; pareciera que cada vez más tratamos de imponernos
estereotipos, de imitar lo que otros hacen, y de seguir lo que otros dictan.
Parece que cada vez más buscamos y buscamos fuera, en vez de buscar dentro de
nosotros mismos.
No hay fórmulas para que un hombre pueda disfrutar de ello;
simplemente debe superar los condicionantes culturales y permitirse a si mismo
la expresión natural de aquello que lleva dentro. Debe comprender que dichos
condicionantes culturales son precisamente eso, culturales, no naturales, sino
establecidos por el propio ser humano, no necesariamente con criterios
acertados, o tal vez con unos criterios razonables para otras épocas, pero no
para la época actual. Algunas mujeres han contribuido a ello arrogándose en
exclusiva estas funciones. La atención física tampoco debería ser ningún
sacrificio; o mejor dicho; si el padre quiere verlo como tal, entonces sí lo
será; pero si quiere verlo como un juego, un juego será; un juego con su hijo.
Para llegar a comprenderlo basta superar esa barrera mental y esa actitud
comodona, e intentarlo dos o tres veces, sabiendo que a quien está atendiendo
es nada menos que su hijo. Reclame lo que le corresponde; reclame su derecho al
afecto y a la atención de SU HIJO. Comparta con su pareja esas tareas, pero no
por ella, sino por su hijo, y, sobre todo, por usted mismo. No se arrepentirá,
y la unidad familiar se verá fortalecida.
Un padre comentaba en una ocasión: “Me he ensuciado cambiando
sus pañales, me ha llenado de babas y hasta de vómito la camisa, me ha orinado
cien veces el pantalón... y en vez de sentirme apenado, me siento
exageradamente orgulloso”. Este padre, sin duda, había aprendido a disfrutar de
aquello que la cultura se empeña en negar a los hombres. Pero el beneficio no
era solamente para el padre; tal vez sin ser muy consciente de ello, con la
atención física y afectiva que este hombre proporcionaba a su hijo, se estaba
abriendo un valiosísimo canal de comunicación entre ambos. Probablemente este
padre estará siempre más unido a su hijo. Probablemente estará más capacitado
para educarle en la niñez, y para entenderle en la adolescencia, porque desde
el primer momento existió permanentemente ese canal de comunicación.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador,
se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la
profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta
familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos
como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes
en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención,
y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y
educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia
profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada
persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la
educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde
que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la
familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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