Al analizar la idiosincrasia de los
salvadoreños, que no es diferente a la de los latinos, en general,
frecuentemente me acuerdo de un episodio ocurrido ya hace unos cuantos años,
sobre un accidente en el que una ciudadana sueca atropelló a un policía,
hiriéndolo mortalmente. Se decía que esta persona manejaba ebria, que había
sido atacada momentos antes… en fin, múltiples circunstancias que suenan muy
comunes en nuestra cultura, que se manejan siempre mezclando realidad, fantasía
y excusa, y que el exagerado interés mediático que despertó, tendió a fomentar.
El protagonista pudo haber sido cualquier salvadoreño, como sucede muy
habitualmente sin que llame atención alguna, pero en este caso fue una persona
extranjera.
No
me corresponde discutir si conducía en ebriedad o no; si lo hacía, muy mal
hecho. Ni voy a discutir si era cierto o no que había sido atacada momentos
antes. Si no era cierto, muy mal hecho el haber usado ese argumento. Pero podíamos haber aprendido algo de esta mujer;
no el manejar en ebriedad, ni el inventar excusas, por supuesto, porque eso ya
sabemos hacerlo muy bien; pero sí sobre su actitud posterior, dado lo
irreparable, de dar la cara y responder voluntariamente, de la única forma
posible, económicamente, y a plena satisfacción de la otra parte, por el daño
causado.
No
es que esta actitud sea magnánima; es simplemente lo correcto, pero para los
salvadoreños lo simplemente correcto debería servir de ejemplo, porque lo que
nosotros solemos hacer es darnos a la fuga para evadir responsabilidades, e
incluso ni nos hemos preocupado seriamente de plantear mecanismos para que eso
deje de ser así; y, sin embargo, se ha gastado menos tinta en muchos años en
educar sobre este asunto, que la que se gastó en pocos días en criticar y
resaltar la noticia en color amarillo.
Tan baja autoestima social tenemos, que
pareciera que se tomó este asunto como una ofensa extranjera a la nación. La
vida de este policía era muy valiosa; tanto como la de los miles de
salvadoreños que mueren cada año en accidentes y actos violentos provocados por
los mismos salvadoreños, y cuyos familiares frecuentemente, a parte de cargar
con el dolor, ni siquiera llegan a saber quién fue el responsable, y raramente
llegan a recibir compensación alguna.
Sería mucho más positivo para todos
emplear toda esa tinta en una labor educativa, porque eso sí puede salvar
muchas vidas en el futuro, y el día que
podamos dar ejemplo, entonces podría emplearse la tinta que sobre, para criticar. Estoy segura de que la
pena que esta mujer soportará de por vida en su conciencia sólo puede ser
superada por la pena de la propia familia doliente, y de la forma que fue
criticada es probable que sea ella la que haya aprendido algo: que si le
volviese a suceder algo similar, lo mejor sería actuar “a la salvadoreña”.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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