He dedicado ya
varios blogs a la vida virtual que cada vez más personas viven en las redes
sociales, en forma paralela a la vida real, y he destacado el peligro de no ser
capaces de distinguir o separar la una de la otra, y de, incluso convertir la
vida virtual en nuestra vida principal y marginar la vida real a la categoría
de “vida paralela” que, ni modo, hay que sufrir y aguantar; a fin de cuentas,
es la que nos suele dar problemas, mientras que en la vida virtual todo es
alegría y felicidad, o, al menos, eso es lo único que se proyecta.
Capítulo
aparte, dentro de este tema, merece el de los matrimonios y parejas, en
general, que lo son solo porque lo son legalmente, porque viven en la misma
casa, porque tienen hijos en común, o por diferentes razones que de algún modo
les ligan el uno al otro, aun cuando ese lazo ya ni siquiera sea, en realidad,
entre el uno y el otro, sino entre ambos como pareja establecida, y el resto
del entorno social, de modo que el interés y el esfuerzo no se centra en la
convivencia mutua de la pareja, sino en guardar apariencias y proyectar ante el
entorno social una imagen de pareja perfecta que nada tiene que ver con la
realidad.
Pero
bueno, esto es algo que ha existido siempre. Entonces, ¿Qué tiene que ver con
la vida virtual, que es algo reciente? Pues sí, el matrimonio o pareja de
“apariencias” ha existido siempre, particularmente en sectores sociales de
medianos para arriba; y el hecho de vivir una vida hacia el exterior que no se
corresponde con la real ya la convierte en una especie de vida virtual, porque
no es real; es ficticia. Lo que pasa es que ahora asociamos el término
“virtual” con aquello que no existe físicamente en la realidad, pero que la
tecnología lo pone a nuestro alcance casi como si fuera real.
La
cuestión es que la adicción a la vida social virtual tiende a agravar el problema
de las parejas de apariencia, que ya traen problemas serios internos, pues
encuentran en la vida virtual moderna un modo de evasión permanente al alcance
de la mano. Basta con apretar un botón y mirar una pantalla para pasar las
veinticuatro horas del día sumido en esa vida virtual donde todo es alegría,
fiesta, gozo y felicidad. Así que ¿Por qué sufrir permanentemente la realidad
de esa relación insoportable? La consecuencia es que habiendo un refugio
permanente en la vida virtual, la tendencia será a alojarse en él
permanentemente, perdiendo toda posibilidad de trabajar por recuperar la
relación de la vida real. Más aún; no solo la relación real se hará aún más
inexistente, sino que en las redes sociales se tenderá, no ya solo a guardar
las apariencias, como antes; sino a proyectar una imagen maravillosa de la
misma, para estar a la altura y no quedarse atrás.
Pero,
lo que es peor, la adicción a la vida social virtual tiende a separar incluso a
las parejas que han funcionado bien en la vida real. Y es por la misma razón.
La convivencia en la vida real conlleva, inevitablemente conflictos inherentes
a la misma. Una pareja que funciona bien no es por la inexistencia de
conflictos, sino porque es capaz de manejarlos y resolverlos positivamente, y
esa es la clave del éxito. Si no se tiene esto muy, pero muy claro, la
tendencia será igualmente a refugiarse en la vida virtual cada vez que haya un
conflicto, en vez de trabajar por resolverlo en la vida real, y a proyectar en
esa vida virtual una imagen idílica que empieza a no corresponderse con la
realidad.
A partir de
ahí, poco a poco la distancia entre ambos se va haciendo más y más grande, y,
sin darse cuenta, terminan convirtiéndose en dos seres que viven bajo el mismo
techo, cada quien mirando todo el tiempo su propia pantalla, y sin que haya más
interacción que la necesaria para tomarse una foto feliz y subirla a las redes,
cada quien por su cuenta. Tal vez entonces se dan cuenta de la relación entre
ellos ha muerto, y la única relación que sigue viva es la de cada quien con su
pantalla.
La
vida es una montaña rusa; y la vida de pareja no es una excepción (la vida
real, me refiero). Hay bajadas porque hay subidas; y hay subidas porque hay
bajadas. Si en la montaña rusa asumimos la subida para poder disfrutar la
bajada, ¿Por qué nos cuesta tanto hacerlo en la vida real? Encima aparece la
vida virtual en la que, aparentemente, todo es bajada, y pocos ven que al final
de la bajada solo está el suelo.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
Consultas
on line
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología
Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la
Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El
Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio
de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer
métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a
pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad
para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera
permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de
terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de
absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó,
e incluso después.
Estoy absolutamente convencida
del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser
en el futuro.
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