Cuentan que un cocinero tenía una olla
pacha, llena de cangrejos, destapada; y unos pocos cangrejos en otra olla, alta
y tapada. Al preguntarle sobre la paradoja, explicó que los pocos de la olla
alta y tapada eran alemanes y se ayudaban hasta que salía el último, mientras
que con los del montón de la olla pacha y destapada no había cuidado, porque
eran salvadoreños, y en cuanto uno asomaba la cabeza, los demás se encargaban
de bajarle.
Por supuesto, ni los alemanes son únicos
en su forma de entender las cosas, ni nosotros tampoco en la nuestra, pero
ambos son muestras elocuentes de por qué hay un primer mundo y un tercero. Es
cierto que estas características culturales no son la única causa, y que hay
otras circunstancias que tienden a perpetuar esos status, pero dichas
circunstancias precisamente encuentran terreno fértil en las culturas.
Vivimos en un mundo cada vez más
competitivo, pero si siempre nos hemos caracterizado por competir en lo
pequeño, a nivel individual, y la mayoría de las veces de una forma absurda e desenfocada;
hoy día, ante fenómenos como el de la globalización, mantener esa táctica, tan
arraigada en nuestra cultura, supone perder totalmente la referencia de cuál es
la cancha de competencia, y quedar definitivamente condenados al fracaso y al
subdesarrollo.
Para nuestra cultura, el simple hecho de
ver ojos en cara ajena ya es motivo de competencia. Tan baja autoestima
tenemos, que cuando otro destaca y tiene éxito, lo sentimos como un fracaso
propio. Quien debería ser un modelo lo convertimos en un rival. Y esa misma
baja autoestima es la que hace que en vez afrontar la situación en forma
positiva y tratar de superarnos para estar al nivel de ese modelo, no creamos
en esa posibilidad, y manejemos la situación a la inversa, tratando de desacreditar
u obstaculizar el éxito de los otros para que caigan por debajo de nuestro
pobre nivel.
En vez de ser parte de la tripulación de
un gran crucero, preferimos ser capitanes de un tronco flotando, con tal de
tener un mando que ni sabemos manejar. Por ello es mucho más fácil que un salvadoreño
destaque fuera del país que dentro de él, porque se le corta la influencia
negativa que la propia cultura ejerce sobre él, y se detectan y aprovechan sus
valores y talentos para incorporarlos a esfuerzos conjuntos que realmente miran
hacia arriba sin el temor de que otros los vean competitivamente y los
saboteen.
Acerca de la
Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra
infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención,
y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y
educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia
profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada
persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la
educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde
que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que
juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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