Hay personas que me
preguntan qué se puede hacer con el tema de las maras. Supongo que el título ha
de atraer a algún que otro político que ande buscando pistas sobre cómo acabar
con el angustioso calvario que sufre nuestro país, y que piense que tal vez un
profesional de la salud mental tenga la solución en su “bola de cristal”.
Siento decepcionarles, porque no tengo tal solución tal y como está la
situación actual. La tuve hace quince o veinte años, cuando el problema se veía
venir; y no por verlo en la bola de cristal, sino porque ya era más que
incipiente, palpable; aunque no tan grave aún, y porque se daban múltiples
circunstancias para que tendiera a agravarse si no se hacía nada. ¿Y qué se
hizo? Pues eso, nada.
Y no será porque no traté
de advertir y hacer sonar la alarma. Lo hice en televisión; lo hice en la
prensa escrita; y, sobre todo, me harté de tocar puertas y de hacer propuestas,
siempre con el mismo resultado. No era algo importante, o no había dinero para
eso, o, simplemente, lo más habitual, no se encontraba el encargado de turno;
llame usted después; regrese usted mañana. Nunca encontré a nadie en la
administración pública o en la asamblea legislativa con la más mínima
sensibilidad hacia la situación. En todo caso, “era un problema de seguridad, y
ya para eso estaba la policía”.
Con el paso del tiempo la
bola de nieve se ha ido haciendo más y más grande, ante lo cual nuestros gobernantes
y representantes en la asamblea prefieren ocultar la impotencia callando, o
negando, o tergiversando lo evidente; y cuando intervienen al respecto porque
el dolor social se hace insoportable, lo hacen para proponer cosas como
reeducar a los mareros, o acercarlos a Dios, o, como solución preventiva, leer
la biblia en las escuelas. Y lo hacen tan tranquilamente, como quien trata de
pegarle a una piñata borracho y con los ojos vendados.
Para todo eso es para lo
que dan nuestros políticos, y eso que cada uno cuenta con numerosos “asesores”
pagados por el contribuyente. Habría que preguntarse para qué. Claro, que si
los currículums de dichos asesores consisten en ser “chero”, sobrino, cuñada, o
amiga de la infancia, la respuesta está clara. ¿Y entonces? Sinceramente, a
estas alturas del partido, yo no veo ninguna solución sana viable. La bola de
nieve de las maras es ya prácticamente imparable. Los que pueden tratan de irse
del País; muchos de los que no pueden también tratan de hacer lo mismo.
Políticos y “asesores” no tratan de irse del País; están muy bien en él, y no
pueden entender de qué se queja la gente.
Pero las sociedades tienen
cierto instinto de supervivencia, y llegados a situaciones extremas como ésta,
en que las instituciones del estado se muestran absolutamente ineficaces, tanto
en obra como en voluntad, no es de extrañar la aparición de grupos clandestinos
que traten de hacer la guerra por su cuenta para defender a la sociedad. Cuando
estos grupos actúan y la noticia se hace pública, la gran mayoría de los
ciudadanos de bien tratan de disimular en público lo que celebran en su
interior. El disimulo público responde a la duda sobre si es ético o no. La
celebración interior es una reacción natural del ser humano cuando se ve
atacado, acorralado, angustiado e indefenso, y siente que alguien hace algo en
su favor.
Acerca de la
Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y
Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que
juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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