Tomado de BBC Mundo
10 consecuencias inesperadas de la Primavera Árabe
Hace tres años, en una ciudad
tunecina poco conocida, nació lo que se llegó a conocer como la Primavera
Árabe, cuando un vendedor de frutas de 26 años se echó gasolina encima, acercó
una flama y se inmoló.
Por Kevin Connolly
Mohammed Bouazizi murió 18 días más tarde. Dos semanas
después, mientras protestas sin precedentes rugían en todo el país, el
presidente Zine al-Abidine Ben Ali huía a Arabia Saudita.
Las llamas encendidas con el suicidio de Bouazizi se
extendieron por África del Norte, tumbando al presidente egipcio Hosni Mubarak
y al Coronel Muammar Gadafi en Libia, tras 42 años en el poder. El presidente
de Yemen se tuvo que retirar, mientras que en Bahréin y en Marroco las
autoridades se vieron obligadas a aceptar las reformas que los manifestantes
exigían.
En Siria también se alzaron las voces... y las armas.
Medio Oriente sigue envuelto en su proceso de evolución y,
en el camino, ha habido consecuencias inesperadas.
1. Las monarquías
capean el temporal
Las familias reales de Medio Oriente hasta el momento, han
tenido una buena Primavera Árabe, mejor de lo que algunas habrían anticipado.
Eso es tan cierto en Jordania y Marruecos como en el Golfo Pérsico.
Los gobiernos que han colapsado o tambaleado tenían un
modelo parecido a los Estados de estilo soviético, con un partido único
mantenido por poderosas estructuras de seguridad.
No hay una razón obvia para que sea así. Bahréin ha
mostrado que está listo a usar tácticas de seguridad agresivas mientras que
otros se han valido de medidas más sutiles, como Qatar, que aumentó el salario
de los funcionarios públicos ante la primera señal de agitación.
Y, por supuesto, en los reinos del Golfo el descontento es
exportable, pues la mayoría de los empleados con los salarios más bajos son
migrantes y si empiezan a quejarse por las condiciones de trabajo o a exigir
derechos políticos, los pueden mandar a casa.
Además, es posible que la gente sienta algún grado de
apego hacia sus gobernantes reales, un sentimiento que los autócratas no
inspiran, no importa cuán extravagante sea su estilo de vida.
2. Estados Unidos ya no lleva la voz
cantante
Estados Unidos no ha tenido una buena Primavera Árabe.
Tenía una visión clara de un Medio Oriente algo estancado en el que contaba con
unas alianzas confiables con países como Egipto, Israel y Arabia Saudita.
No pudo llevarle el ritmo a los eventos en Egipto, que
eligió a un islamista, Mohammed Morsi, quien luego fue depuesto por el
ejército.
Es difícil para la administración de Barak Obama resolver
el acertijo: el problema es que le gustan las elecciones pero no el resultado:
una victoria clara para la Hermandad Musulmana. Tampoco le gustan los golpes
militares (al menos en el siglo XXI) pero probablemente está lo suficientemente
cómoda con un régimen respaldado por los militares que quiere mantener la paz
con Israel.
Estados Unidos sigue siendo el superpoder, por supuesto,
pero ya no es el que dicta qué pasa en Medio Oriente. Y no está sólo en esa
situación: Turquía no supo escoger al ganador en Egipto tampoco y está en
aprietos por sus relaciones problemáticas con los rebeldes en Siria.
3. Sunitas versus
Siria
La velocidad con que las manifestaciones desarmadas contra
un gobierno autoritario metamorfosearon en una guerra civil sanguinaria con
matices sectarios en Siria impactó a todo el mundo.
Hay tensiones crecientes entre los musulmanes sunitas y
chiitas en muchas partes de la región. Irán chiita y Arabia Saudita sunita
están ahora efectivamente librando una guerra indirecta en suelo sirio.
La profundización del cisma entre dos ramas de Islam ha
llevado a niveles alarmantes de violencia sectaria en Irak también y podría
terminar siendo uno de los legados más importantes de estos años de cambio en
el mundo árabe.
4. Victoria para
Irán
Nadie habría predicho al principio de la Primavera Árabe
que Irán saldría beneficiado.
Al principio del proceso, estaba marginalizado y
paralizado por las sanciones impuestas debido a sus ambiciones nucleares.
Ahora, es imposible imaginarse una solución para Siria sin el acuerdo iraní y,
con su presidencia bajo nueva administración, está incluso hablando con las potencias
mundiales sobre su programa nuclear.
Arabia Saudita e Israel están alarmados por la disposición
de Washington a hablar con Teherán y cualquier cosa que ponga a esos dos países
en el mismo lado de un argumento es, de por sí, histórico.
5. Los ganadores
son perdedores
Es difícil establecer quiénes han sido los ganadores hasta
ahora en este proceso. Un ejemplo es el destino de la Hermandad Musulmana en
Egipto. Cuando se llevaron a cabo las elecciones tras la deposición de Mubarak,
llegó al poder y, tras 80 años en la sombra, el movimiento finalmente parecía
destinado a reconstruir el país más grande del Medio Oriente a su imagen y
semejanza.
Pero después de que el ejército le forzara a dejar el
poder y retornar a la clandestinidad, sus principales líderes enfrentan largas
condenas de prisión. Hace un año, la Hermandad parecía ser una de las
ganadoras. Ya no.
La suerte de la Hermandad no le convino al políticamente
ambicioso Qatar, que la había respaldado durante la lucha por el poder en
Egipto. En las primeras etapas de la Primavera Árabe, con Qatar apoyando a los
rebeldes libios también, parecía que el pequeño reino tenía la estrategia
correcta para expandir su influencia regional. Ya no.
6. Los kurdos se
benefician
En contraste, la población del Kurdistán iraquí está
empezando a perfilarse como ganadora. Quizás hasta esté acercándose a ver
realizado su sueño de tener un Estado.
Han vivido en la región norteña del país, en la que hay
petróleo, y está desarrollando lazos económicos independientes con su poderoso
vecino, Turquía. Tiene una bandera, un himno y un ejército.
Los kurdos de Irak pueden ser los beneficiarios de la
lenta desintegración de un país que ya no funciona como un Estado unitario.
El futuro no estará libre de problemas (hay poblaciones
kurdas en los vecinos Irán, Siria y Turquía también) pero en ciudades kurdas como
Irbil la gente piensa que el futuro es más prometedor y más libre. Ese proceso
empezó antes de la Primavera Árabe, por supuesto, pero los kurdos han
aprovechado los vientos de cambio que soplan en la región para consolidar
logros que ya estaban en camino.
7. Las mujeres son
víctimas
Hay una consecuencia de la Primavera Árabe hasta el
momento que es sencillamente deprimente.
Entre la multitud en la Plaza Tahrir al principio del
levantamiento en Egipto había muchas mujeres valientes y apasionadas reclamando
derechos personales junto con los políticos, que eran el foco de las
manifestaciones.
La desilusión fue amarga. Las historias sobre asaltos sexuales
en público son aterradoramente comunes y una encuesta de la Fundación
Thomson-Reuters señala a Egipto como el peor lugar del mundo árabe para ser
mujer. Tuvo malas calificaciones en violencia de género, derechos
reproductivos, trato de mujeres en las familias y la inclusión en política y
economía.
8. ¿Sobrevaloración de las redes
sociales?
Cuando empezaron las protestas, hubo mucho entusiasmo en
los medios occidentales por el papel de innovaciones como Twitter y Facebook,
en parte porque a los periodistas occidentales les gustaban.
Esas redes sociales juegan un rol importante en países
como Arabia Saudita, donde le permiten a la gente sortear los rígidos medios
oficiales y tener algún debate nacional.
Y tuvieron un papel al principio de los levantamientos
también, pero su uso se limitó sobre todo a la élite liberal educada y
afluente, y es posible que sus opiniones resonaran más de lo indicado por un
rato. Esos liberales laicos al final fueron aplastados en las urnas en Egipto,
por ejemplo.
La televisión satelital sigue siendo más importante en
países en los que mucha gente es analfabeta y no tiene acceso a internet.
9. La finca raíz en Dubái se
recupera
Las ramificaciones de los eventos en Medio Oriente se
siguen sintiendo mucho más lejos de las fronteras de los países en los que
sucedieron.
Existe la teoría de que el mercado hipotecario en Dubái se
disparó pues los ricos de los países desestabilizados, como Egipto, Libia,
Siria y Túnez, buscaron un refugio seguro para su dinero, y a veces hasta su
familia.
Los efectos se sintieron incluso más lejos, en los
mercados de propiedad de Londres y París.
10. Volver a
trazar
El mapa del Medio Oriente que trazaron Reino Unido y
Francia en secreto a mediados de la Primera Guerra Mundial parece que se está
desdibujando.
Fue entonces cuando se crearon Estados como Siria e Irak y
ahora nadie sabe si existirán en la misma forma en unos cinco años.
Y nadie puede hacer mucho al respecto tampoco: Libia
demostró cuáles son los límites de la intervención occidental, con el poderío
aéreo británico y francés capaz de apresurar el fin de un viejo gobierno odiado
pero incapaz de asegurar que eso fuera seguido por la democracia. O siquiera la
estabilidad.
Una antigua lección -que el mundo está volviendo a
aprender- es que las revoluciones son impredecibles y que puede tomar años
antes de que sus consecuencias sean claras.