domingo, 29 de marzo de 2015

Monica Lewinsky, la primera víctima de cyberbulling, narra el infierno de este tipo de acoso

Tomado de Revista Semana
Monica Lewinsky primera víctima en la historia del cyberbulling convertida ahora en una activista para combatirlo
El precio del Cyberbulling

Monica Lewinsky reaparece como activista en contra del Cyberbulling (matoneo virtual) al mostrar con su propia historia lo difícil que es sobrevivir a la humillación pública

El cyberbullying o matoneo por internet puede hacer mucho daño. Por este medio una foto privada, un video íntimo, un tuit burlón o un comentario soez se amplifican por millones en segundos mientras el acosador se ampara en el anonimato. Según un estudio de Pew Research todos los jóvenes entre 18 y 24 años han vivido algún tipo de cyberbullying, y el fenómeno tiende a crecer en la medida en que se incrementan las personas con conexión a la red.

La semana pasada el tema volvió a ser primera plana debido a que la paciente cero de esta epidemia moderna apareció en una charla TED, ante una audiencia que la ovacionó mientras escuchaba lo que ha sido vivir ese tipo de humillación en línea. Se trata de Monica Lewinsky, la becaria de la Casa Blanca que en 1992 tuvo un romance con Bill Clinton, entonces presidente de Estados Unidos. En febrero de 1998 la noticia de ese affaire se destapó en un sitio web, y como era de esperarse en cuestión de horas se convirtió en un escándalo mundial que casi le cuesta la Presidencia.

Él, sin embargo, salió bien librado: 17 años después es uno de los exmandatarios estadounidense con mayor aceptación y su esposa Hillary podría ser en un par de años la primera mujer en ocupar el máximo cargo público de ese país. Ella, mientras tanto, con 41 años y una maestría en psicología social, vive en el anonimato, sin residencia fija, sin fuente de ingresos estable ni una carrera promisoria. “Es nerviosa, tiene miedo de que la gente se aproveche de ella, que malinterpreten sus palabras o que la historia del escándalo se reviva”, relata Jessica Bennett, quien la entrevistó en exclusiva para The New York Times.

Su situación actual es, en parte, el resultado del trauma que vivió por la vergüenza pública a raíz del affaire. A pesar de que aún no existían ni Facebook, ni Twitter, ni Instagram pagó un precio alto por su error debido a que coincidió con la revolución digital. “La gente podía hacer comentarios ‘online’, enviar correos electrónicos y por supuesto hacer chistes crueles”, dice. La mayoría se refería a ella como perra, loca, cabeza hueca, prostituta y vagabunda, y el reporte de Kenneth Starr con los detalles de los dos años de amoríos y conversaciones fue publicado en internet. “De la noche a la mañana pasé de ser una persona privada a una humillada en público”, relata.

Aunque reconoce su responsabilidad en el caso, Lewinsky señala que ese acoso ha sido desproporcionado. En aquella época no había nombre para esa cacería pero hoy sabe que se trata de cibermatoneo, el mismo que hoy sufren niños de colegio, jóvenes universitarios y profesionales. Hoy es más peligroso porque se propaga muy rápido por redes sociales y tiene un alcance enorme. Según Enrique Chaux, autor del libro Educación, convivencia y agresión escolar, mientras en la intimidación tradicional la persona puede encontrar espacios seguros para protegerse “en la virtual estos se pierden”, explica. Y dado el alcance mundial de la red, la víctima siente que la humillación es mayor. Además, cuando protegen su identidad los agresores pueden ser mucho más implacables porque “tienen menos control social”.

El matoneo virtual a veces se da con correos electrónicos ofensivos enviados desde cuentas anónimas, o con páginas web creadas para insultar a una persona pero también con la suplantación de la identidad para enviar mensajes electrónicos que hacen quedar mal a la víctima. Todos son vulnerables pero los niños están en mayor peligro debido a que no saben medir las consecuencias de lo que comparten. “Algunos sufren acoso escolar y virtual”, dice Carolina Piñeros, de Red PaPaz.

Las víctimas de este flagelo sufren desde estrés postraumático hasta depresión. Otros casos son fatales. Tyler Clementi, a quien Lewinsky menciona en su charla, era un joven estudiante de la Universidad de Rutgers que se suicidó en 2010 luego de que un amigo publicó un video suyo en el que aparece teniendo relaciones sexuales con otro hombre. También está el caso de Jessica Logan, de 18, quien hizo lo mismo luego de que su novio distribuyó por internet fotos de ella desnuda. En Bogotá, Sergio Urrego se quitó la vida el año pasado supuestamente por bullying reiterado en su colegio ante su orientación sexual.

Lewinsky quiere poner la atención de todos sobre este tema pero también sobre otro tipo de acoso que ha surgido con las redes sociales, que consiste en ajusticiar virtualmente a todo aquel que comete un error. Nicolaus Mills, un profesor de la Universidad Sarah Lawrence, en Bronxville, Nueva York, llama a ese fenómeno cultura de la humillación y señala que está ligada a los realities, donde los participantes sin talento son ridiculizados frente a millones de personas. “En esas circunstancias la audiencia se siente superior a ellos”.

El ejemplo más claro de cómo esto se traslada a las redes sociales es el de Justine Sacco, directora sénior de comunicaciones corporativas de IAC, una reconocida firma de internet, quien en un viaje al continente africano decidió enviar tuits sobre esta experiencia. En una escala en el aeropuerto Heathrow de Londres escribió a sus 170 seguidores “Alemán raro: estás en clase ejecutiva, es 2014, por qué no usas desodorante” y “Voy para África, espero no adquirir sida. Es un chiste, yo soy blanca”. Cuando llegó a su destino final encontró que su nombre era tendencia en esa red social, blanco de todo tipo de críticas de esta multitud que la ajusticiaba virtualmente por sus chistes discriminatorios. 

Las consecuencias de esta avalancha de mensajes se reflejaron en su vida real. A su regreso había sido despedida de su trabajo, había reporteros en frente de su casa y su nombre estaba en la prensa mundial. “El furor por el tuit de Sacco se convirtió no solo en una cruzada por su supuesta intolerancia sino una especie de entretenimiento inútil”, dice Jon Ronson, periodista y autor del libro So You’ve Been Publicly Shamed, sobre cómo es la vida de estas personas después de la humillación virtual.

Lindsey Stone es otra víctima anónima de este fenómeno. Su drama comenzó cuando se tomó una foto simulando que gritaba junto a una señal de silencio en el cementerio de Arlington. Al publicarla en Facebook muchos la consideraron una ofensa para los caídos en guerra y no se la perdonaron. Por esa foto Stone perdió la vida que llevaba hasta ese momento. Ronson habló con ella y muchos otros en circunstancias similares y observó que las consecuencias de sus actos fueron exageradas: perdieron su trabajo, sus parejas, tenían problemas de ansiedad, no dormían y no querían salir de la casa.

Los famosos son los objetivos número uno. Paris Hilton cometió el error de confundir a Martin Luther King con Mandela y eso ocasionó que la llamaran “desde idiota hasta todo tipo de partes del cuerpo”, dice Tauriq Moosa, un profesor de ética de la Universidad de Cape Town, para quien avergonzar a alguien públicamente es equivalente a linchar a alguien en la calle. “Los que hacen cosas malas no deben salirse con la suya pero hay que preguntarse si participar de esta humillación es la mejor opción”, señala el experto.

Según Ronson, al principio la furia colectiva de las redes sociales parecía poderosa y efectiva. “Pero con el tiempo he visto estas campañas de humillación multiplicarse al punto que sus objetivos ya no son grandes compañías y figuras públicas sino cualquiera que sea percibido como equivocado”.

Nadie ha sufrido eso más que Lewinsky, quien ha vivido en carne propia la humillación por un error que cometió a los 22 años. Las soluciones a este problema aún son esquivas. La actriz Ashley Judd, víctima de este tipo de acoso por publicar en Twitter opiniones sobre el campeonato de básquet, reveló que demandará a sus acosadores. Dick Costolo, CEO de Twitter, dijo que tomaría cartas en el asunto para evitar el acoso ante las denuncias que personas famosas han hecho públicas.

Lewinsky apela a la compasión y la empatía de los demás para acabar con este tipo de crueldad. Aunque muchos creen que ella se merece su suerte por lo que hizo, nadie puede negar que su charla de la semana pasada puso el dedo en la llaga de un tema importante que no se debe pasar por alto. “Este tipo de humillación se ha vuelto una mercancía en nuestra cultura”, dice. Y ella que ha pasado por ese calvario sabe que si bien una vida se puede arruinar de la noche a la mañana, las consecuencias en las víctimas permanecen como un eco que nunca se apaga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario