Tomado de Foreign Policy
Imagen de bodega de aprovisionamiento popular. Nótese lo vacío de la estantería
MEDIANOCHE EN
LA HABANA
¿Caerá el Gobierno cubano
en 2013?
Justo en la puerta del
templo de la Virgen de Regla, aquí en La Habana, una santera echa los caracoles
a los viandantes a cambio de dinero. Cada día se encuentra con las mismas
preguntas: ¿Encontrarán el amor? ¿Podrán comprarse una casa? ¿Podrán viajar en un
futuro cercano? Y, sobre todo, ¿cuándo acabará esto?
Con un simple pronombre
demostrativo los clientes de la adivina se refieren a lo que algunos llaman la
revolución, y otros la dictadura, pero a lo que la mayoría se
refiere sencillamente como El sistema. Es una tarea difícil para la
mujer del turbante blanco y las brillantes uñas rojas responder con precisión,
en parte porque nunca puede estar segura de que el que pregunta no sea un
agente de seguridad del Estado vestido de paisano. Así que mira la posición de
cada caracol y dice, en apenas un susurro: "Pronto. Será pronto".
Es cada vez más obvio que
el reloj biológico del Gobierno cubano —un lento y angustioso viaje que ha
durado 54 años— está a punto de marcar la medianoche. Cada minuto que pasa
sitúa la obsolescencia un poquito más cerca. La existencia de un sistema
político no debería estar tan estrechamente vinculada a la juventud o
decrepitud de sus líderes, pero en el caso de nuestra isla, sus vidas (tanto
del sistema como de sus dirigentes) se han convertido en lo mismo.
Siendo una criatura hecha a
imagen y semejanza de un hombre —que se cree Dios—, el actual modelo político
de Cuba no sobrevivirá a sus creadores. Cada decisión que se ha tomado en las
últimas cinco décadas, cada paso que se ha dado en una dirección o en otra, ha
estado marcado por las personalidades y decisiones de un puñado de seres
humanos —dos en especial—. Uno de ellos, Fidel Castro, de 86 años, que ha
estado convaleciente durante seis largos años en un lugar que pocos cubanos
serían capaces de señalar en un mapa.
Aunque en los últimos cinco
años el hermano de Fidel, Raúl, de 81 años, ha colocado algunas caras más
jóvenes en el aparato de la Administración y del Gobierno, las decisiones más
importantes siguen estando concentradas en las manos de octogenarios (el
sucesor de Raúl, José Ramón Machado, tiene 82 años). Como un voraz Saturno
devorando a sus descendientes, los principales líderes de la revolución no han
permitido que ningún hijo favorito les hiciera sombra.
Los últimos en ser
repudiados debido a la paranoia de los hermanos Castro han sido el
vicepresidente Carlos Lage, una figura que disfrutaba de la simpatía popular, y
el ministro de Asuntos Exteriores, Felipe Pérez Roque. Ambos podrían haber sido
prometedores sucesores pero fueron acusados por el mismo Fidel de ser
"adictos a las mieles del poder" y destituidos de sus puestos en
2009.
Su propio egoísmo ha dejado
a los líderes cubanos sin un plan para la sucesión y se ha acabado el tiempo
para desarrollar uno, al menos uno que no esté sinceramente comprometido con la
continuación del camino marcado por ancianos con uniformes verde oliva.
Para Raúl, el panorama es
preocupante y ha declarado que "el tiempo apremia" para preparar a la
generación que le sustituirá a él y a sus camaradas. En 2013, se verá obligado
a acelerar este proceso y su obvia desesperación respecto al futuro está
contribuyendo al debilitamiento ideológico y la pérdida de cualquier apoyo
popular del que todavía disfrute el régimen.
Mientras tanto, las tímidas
reformas económicas de Castro están contribuyendo también a la pérdida de
control sobre la población. En su conjunto, la expansión del sector privado, la
introducción de impuestos, la distribución de arrendamientos de tierras a los
campesinos y la autorización de cooperativas y de negocios no relacionados con
la agricultura están gradualmente reduciendo la influencia del Estado en la
vida diaria de los cubanos.
Puede que Raúl vea estas
medidas como un intento desesperado de hacer arrancar la economía cubana, pero
una consecuencia será la reducción del compromiso ideológico del pueblo hacia
un Gobierno que proporciona cada vez menos subsidios y ayudas. Cada vez que las
autoridades dan un paso dirigido a una mayor flexibilidad es como si estuvieran
apuntando una pistola cargada a sus propias sienes.
Un sistema que está basado
en mantener cada insignificante aspecto de nuestra vida nacional bajo un
estricto control deja de poder mantenerse cuando algunas de estas ataduras se
aflojan. Las reformas suponen la muerte del statu quo y las
maniobras para garantizar la supervivencia económica gracias a la apertura del
sistema al capital privado son una sentencia de muerte dictada por adelantado.
El año 2013 será decisivo
en el giro de Cuba del centralismo económico a la fragmentación de la
producción, desde la absoluta verticalidad a su desmantelamiento. Quienes dejen
de recibir sus sueldos de una institución estatal y pasen a mantener a sus
familias mediante el autoempleo indudablemente ganarán más autonomía política.
A pesar del gran empeño de
la policía política, la oposición es hoy más activa de lo que ha estado nunca
desde la llamada Primavera Negra de 2003 —cuando 75 opositores al régimen
fueron arrestados y la mayoría sentenciados a largas condenas de cárcel—.
Aunque 2012 terminó con la lamentable pérdida de Oswaldo Paya, la principal
figura del Movimiento Cristiano Liberación, otras caras están comenzando a
destacar. El número de activistas está aumentando y aportando ideas frescas y
modernas a la lucha.
Una comunidad emergente de
blogueros y artistas escénicos alternativos está incorporando la crítica social
a sus creaciones y cada vez más músicos valientes usan las letras del hip
hop y el reggaeton para narrar una realidad muy
alejada del discurso oficial. Mientras tanto, los canales alternativos de
información, incluido Twitter y otras redes sociales vía móvil, están
contribuyendo a romper el monopolio del Estado sobre la opinión y a comunicar
la verdad sobre lo que está pasando en Cuba al resto del mundo.
El envejecimiento de la nomenklatura,
la creciente oposición y la expansión del sector privado no son las únicas
influencias que debilitarán el sistema en 2013. El empeoramiento de la salud
del líder venezolano Hugo Chávez es un catalizador para el colapso. En ausencia
de su gran mecenas de Caracas —y de su suministro de petróleo subvencionado—
Raúl tendrá que acelerar todavía más las reformas económicas para espolear el
crecimiento, lo que supondrá un aún mayor debilitamiento de la autoridad del
Partido Comunista. La aparición de su acólito venezolano fue un regalo del
cielo para los Castro, que perdieron a su benefactor original con el
hundimiento del comunismo soviético. Pero no parece existir otro país en el
horizonte dispuesto a cargar con 109.000 kilómetros cuadrados y sus 11 millones
de habitantes.
El presidente de Estados
Unidos, Barack Obama, también tendrá un papel que jugar. Si Washington
finalmente levanta —o suaviza— el embargo que mantiene desde hace décadas,
puede dar al Gobierno un respiro económico temporal. Pero por otro lado, una
decisión así también eliminaría la excusa política favorita del régimen de
Castro para sus fracasos económicos. El triste estado del país ya no podría
achacarse al vecino del norte. Sería un duro golpe ideológico.
Dados todos estos factores,
es difícil ver cómo El Sistemapuede sobrevivir al nuevo año y,
mucho menos, garantizar su viabilidad a largo plazo. Pero merece la pena
señalar que el régimen de La Habana lleva mucho tiempo demostrando su habilidad
para sobreponerse incluso a las predicciones más desfavorables. Después de
todo, la economía cubana ha permanecido en estado de crisis durante los últimos
20 años. Se podría afirmar, incluso, que nuestros líderes encuentran la tensión
relajante y rinden mejor bajo condiciones de emergencia que bajo las de
prosperidad. Las necesidades materiales pueden servir también para paralizar a
la gente, que debe pasar horas esperando un autobús o haciendo cola para
comprar un kilo de pollo en lugar de organizándose.
Quienes esperan ver un
estallido como el de la Plaza Tahrir en el centro de La Habana en 2013,
probablemente, sufrirán una decepción. La explosión social de Cuba puede acabar
pareciendo un estallido de emigración. Ante la opción de tomar las calles para derrocar
al Gobierno o de echarse ellos mismos al mar en una endeble balsa para llegar a
Florida, millones de cubanos prefieren lo segundo. Es mucho más probable
observar nuestra frustración en las filas de las puertas de las embajadas
esperando obtener un visado que en manifestaciones masivas.
Claro que El
Sistema parece estar hundiéndose con frecuencia por sí mismo sin la
ayuda de multitudes concentradas en las calles. Como un nauseabundo hedor, la
corrupción penetra todos los aspectos de la Cuba de hoy. Con cada vez mayor
frecuencia, los trabajadores públicos meten la mano en la caja de las empresas
de propiedad estatal —sin hacerlo la mayoría de las familias cubanas no
llegarían a fin de mes—. El dinero está continuamente goteando por la
puerta de atrás a través de cuentas adulteradas, cifras de producción
falsificadas y el enriquecimiento ilícito de los altos mandos de la
Administración.
Tras décadas negando que
exista la corrupción en nuestro país, el Gobierno ha acabado reconociendo que
ha alcanzado niveles insostenibles. Raúl ha lanzado una cruzada contra todas
estas prácticas, aunque obviamente no incluye una auditoría de la corrupción en
los niveles más altos.
Aun así, la campaña para
eliminar la corrupción está empezando a afectar a poderosos jefes,
gente que ha vivido una vida de lujos durante demasiado tiempo. De este modo el
general-presidente se está ganando nuevos enemigos entre sus propias filas a
todos los niveles, enemistades que incluyen a gente con uniformes militares.
¿Podrían provocar una reacción los movimientos de Raúl?
Incluso la numerología
parece estar en contra del régimen. Un factor menos tangible sobre el que
raramente se leerá en la prensa pero que está muy presente en las mentes de los
clientes de la santera de la puerta del templo de la Virgen de Regla, es ese
maldito número 13, identificado por muchos con momentos clave de la vida de
Fidel, desde la fecha de su nacimiento, el 13 de agosto de 1926, al mismo día
de 1993 en que se vio obligado a dolarizar la economía cubana. Dada su delicada
salud, podemos esperar que los próximos años traigan a los cubanos las noticias
de su gran funeral, un acontecimiento que a estas alturas tiene más
connotaciones simbólicas que políticas.
Por ahora, nosotros los
cubanos estamos agarrándonos a nuestras predicciones sobrenaturales, mirando a
lo que los oráculos o las santeras puedan adivinar con sus barajas de cartas y
sus caracoles. Pero los clientes están comenzando a impacientarse.