Es sorprendente la ambivalencia con que se
maneja en El Salvador la actividad de los llamados “coyotes”. Por un lado,
condenándolos como si hubieran cometido el mayor de los delitos jamás visto. Y
por otro aceptando que ese es el medio mediante el cual se han ido muchísimos
de los más de dos millones de hermanos lejanos, de los cuales estamos tan
orgullosos y agradecidos, porque son los que sostienen nuestra economía desde
USA.
No nos engañemos, los coyotes son una realidad
inevitable en nuestro país; y lo son simplemente porque la emigración ilegal es
eso mismo, una realidad inevitable; una de las grandes y tristes realidades
nacionales. La actividad de los coyotes, independientemente de la honestidad
con que la practiquen, que ese es otro tema, forma parte de los mecanismos de
subsistencia del país, que para sobrevivir necesita exiliar una gran parte de
su población, la inmensa mayoría de la cual de la cual no es aceptada por las
vías legales.
Lo sorprendente es que los esfuerzos
parecen encaminarse más a que el hermano lejano pueda permanecer fuera, que a
que pueda regresar, o a que pueda permanecer en su propia tierra sin verse
obligado a exiliarse, como entendiendo que el emigrante es un problema aquí, y
una solución fuera. Lo triste es que dos millones de personas que tienen una
patria, tengan que marcharse a otra, rompiendo familia y raíces, para poder
sobrevivir, tanto ellos, como los que aquí se quedan; o para poder sentirse
útiles; para sentir que existe un espacio para su recurso. Y lo conmovedor es
la nobleza de estas personas, que siguen conservando todo el amor y ningún
rencor por la tierra que no les dio oportunidad; que sueñan con ella en la
distancia, después de haber soñado con marcharse cuando en ella estaban.
No deja de ser contradictorio que esa
presunción de que el país marcha bien, sea en base a renunciar al que dicen que
es su mayor valor: el capital humano; que se fundamente en la utilidad
económica que la emigración reporta, y que a la vez se olvide del daño humano que
ello representa, y que en algún modo ya estamos pagando. No deja de ser
contradictorio que mientras se pretende fomentar el valor de la unión familiar,
las familias tengan que romperse para sobrevivir; ni que una feroz presión
comercial ofrezca las mil y una maravillas a una población que,
mayoritariamente, nunca tendrá acceso a ellas, al menos en forma honesta; ni
deja de ser contradictorio que sintamos orgullo de los compatriotas que
destacan en el primer mundo, sin que a la vez sintamos cierta vergüenza porque
no pudieron destacar aquí, en el tercero.
No deja de ser significativo que el
campesino, que únicamente aspira a poder comer sus tortillas cada día, tenga
que exiliarse porque ni siquiera para eso le alcanza la cosecha que le permite
la imprevisible madre naturaleza, y que no le ha robado cualquier mañoso; ni
que el sueño americano de miles de profesionales capaces de mejorar su país,
que tanto lo necesita, consista en ser obreros, cuidar niños, o limpiar calles
en alguna otra parte. Ni deja de ser significativo que este sea el resumen de
un lamento bastante general de un sector muy minoritario, el de las personas
que acuden a un consultorio privado de salud mental, que son las que tienen
recursos para ello; a saber cuál será la queja de quienes no los tienen. ¿Es
que no puede existir un “sueño salvadoreño”? Los coyotes nos están diciendo que
no.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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