Así es como
muchos medios de comunicación han llamado a la mujer que fue a sacar a su hijo
de 16 años de una manifestación violenta en la que estaba participando en la
ciudad estadounidense de Baltimore. Esta madre reconoció a su hijo al ver por
televisión las imágenes de los disturbios, y no dudó en salir a buscarlo y
sacarlo de allí, utilizando empujones y cachetadas, y lo que hiciera falta. No
es nada nuevo que una madre haga algo así, pero la presencia de una cámara de
televisión a escasos metros, captando la escena, ha hecho que la historia dé la
vuelta al mundo, y me ha motivado a mí a hacer un análisis de la misma.
Son
varios los aspectos que se me ocurre analizar. El primero es sobre las
reacciones públicas que ha generado. Mientras que la gran mayoría apoya y
aplaude la acción decidida de la madre de poner disciplina y retirar a su hijo
del peligro, sin importar cómo, no faltan sectores muy críticos hacia esta
actitud, tanto por parte de activistas contra la discriminación de la raza
negra, que critican a la madre falta de apoyo en su causa por evitar la
participación de su hijo, y hasta la ven como traidora; como, por parte, de
activistas en pro de los derechos humanos que critican la forma agresiva en que
la madre actuó con su hijo públicamente; activistas que incluso piensan
demandarla.
Como
suele pasar, nunca llueve a gusto de todos. Los activistas, cualquiera que sea
su causa, suelen tener cierta tendencia al radicalismo, a interpretar las
causas demasiado al pie de la letra, y a no tener empatía ni ojos para otra
cosa que no sea su causa. Los que son padres, y sobre todo madres, han sentido
una empatía especial hacia la situación de una mujer que ve a su hijo en una
situación de riesgo, porque casi todos los que son padres y madres se han visto
o se han imaginado en una situación parecida alguna vez y han sentido o se han
imaginado su reacción, que no sería muy diferente de las de esta madre de
Baltimore. De hecho este nombre de “la madre del año” ha sido dado
inmediatamente por los medios, lo que implica también la inmediata empatía y
simpatía de parte de los medios de comunicación. Por algo será.
Lo
que reclaman los críticos activistas podrá ser muy respetable, pero lo que
reclama una madre sobre su hijo lo es mucho más todavía. Resulta contradictorio
que en las calles se esté produciendo violencia de la de verdad, sin que nadie
ponga el grito en el cielo, y se quiera demandar a esta madre por maltrato a su
hijo por usar jalones, empujones y alguna cachetada precisamente para sacarlo
de la violencia de verdad.
¿Es realmente
maltrato esa acción? Bueno, todo depende del contexto. Entiendo que este
contexto justifica plenamente la acción porque es una situación puntual,
extraordinaria, no habitual, no desproporcionada, que es realmente efectiva,
que no causa daño o lesión física ni tampoco psicológica, sino por el contrario,
pretende servir como golpe de efecto contra un mal mucho peor. Las palabras y
los sermones vendrán después ya en casa; pero ahí, en la calle, en ese momento,
las palabras suaves no podían funcionar; era necesaria una acción más allá de
lo correcto para ser efectiva. Muchas veces la acción débil no es efectiva, y
la falta de acción es el peor de los maltratos.
Otro aspecto
interesante de analizar es la reacción del muchacho ante la acción decidida de
la madre. Reacción de sumisión. Curioso, es un muchacho muy joven, alto, que
está participando en actos violentos en la calle, enfrentándose a la
“autoridad”, llámese policía. Llega la madre, lo saca de ahí a empujones y
jalones, lo cachetea por su acción, y el muchacho acata sumiso la acción de la
madre, prácticamente sin replicar. Con ello estaba aceptando la razón de su
madre, o por lo menos, su autoridad para no permitirle estar ahí.
La autoridad de
los padres puede y debe ser muy grande; mucho más que la de la policía, pero
hay que saber ejercerla sutil y continuamente mediante el ejercicio de la
razón. Eventualmente, cuando esto no funciona, es aceptable alguna acción como
golpe de efecto que desbloquee la sinrazón del hijo, siempre que sea
proporcionada y muy esporádica. Peor es la pasividad al ver que el hijo pierde
su camino. ¿Por qué asumí antes que la acción de esta madre fue esporádica y no
habitual? Pues porque si fuera habitual el muchacho no habría resultado
impactado por la misma, no habría acatado la autoridad de la madre, hubiera
peleado con ella, y, probablemente hubiera vuelto a la calle.
Por último, pero
si esta madre tiene la autoridad que tiene sobre su hijo, ¿Por qué el hijo “se
le sale del huacal” y se va a la calle a enfrentarse a la policía? Pues porque,
todos los sabemos, no siempre es fácil el adecuado control sobre los hijos. Es
tanto más difícil cuanto menos tiempo dispongamos para ello, cuanto menos apoyo
tengamos, y, claro, cuantos más hijos tengamos. Esta señora es madre de seis
hijos, y ella sola está sacando adelante a todos. Ignoro más circunstancias,
pero imagino que aunque reciba alguna pensión alimenticia, ha de tener que trabajar
para procurarles un futuro mejor, por tanto, ha de disponer de poco tiempo para
ellos. ¿Les suenan familiares estas circunstancias? Pese a ello, esta señora
tiene el carácter que se necesita para, pese a las dificultades, recuperar a
una oveja que se va por otro lado.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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