sábado, 13 de junio de 2015

Democracia: Congresistas Demócratas votan contra proyecto de Obama en Cámara Baja

Tomado de El País
 Obama visita la Cámara Baja para persuadir a la bancada Demócrata a votar por su proyecto sin lograr su objetivo


A diferencia de muchos países Latinoamericanos los Legisladores en EEUU si son independientes, responsables con sus electores y no obedecen como corderos los deseos del presidente del país o los intereses de los dirigentes de su partido

 Los demócratas bloquean la política comercial de Obama

La decisión de la Cámara impide avanzar en los pactos que Obama intenta cerrar con países del Pacífico y de la UE

Por Joan Faus

El Congreso de Estados Unidos, impulsado por el Partido Demócrata, infligió este viernes un duro golpe al presidente Barack Obama. La Cámara de Representantes rechazó un plan de ayuda a trabajadores afectados por tratados comerciales, una votación que bloquea, por ahora, la concesión de autoridad al demócrata Obama para negociar directamente acuerdos comerciales. A un año y medio del fin de su presidencia, la decisión de la Cámara impide avanzar en los pactos que Obama intenta cerrar con países del Pacífico y de la UE.
La política comercial es una de las máximas prioridades de la agenda de Obama en lo que le queda de mandato. Su objetivo es lograr cerrar un acuerdo esta legislatura con otros 11 países del Pacífico, cuyas economías suman el 40% del PIB mundial. El proyecto es un pilar fundamental en la estrategia para afianzar relaciones en la cuenca del Pacífico y contener el ascenso chino en la región. Obama negocia, al mismo tiempo, un acuerdo de asociación con la Unión Europea. Ambos quedan en entredicho con la votación de este viernes.
Para lograr esos objetivos, el presidente necesita que el Congreso le otorgue la Autoridad para la Promoción Comercial (TPA, por sus siglas en inglés). El Senado aprobó hace tres semanas esa ley, que facilitaría las negociaciones comerciales al fijar que durante tres años, renovables a otros tres, el Congreso no podría modificar un tratado comercial internacional, solo aprobarlo o rechazarlo.
La Cámara de Representantes dio este viernes su apoyo a la medida. Sin embargo, esta estaba vinculada a una ley de protección de derechos de los trabajadores. El rechazo de esta última impide que la TPA se convierta en ley. Desde el lunes, el liderazgo republicano en la Cámara tiene dos días legislativos para tratar de someter la ley de protección a una nueva votación en el pleno.
Cortejar a los legisladores es un elemento esencial del ritual político estadounidense. Lo hacen grupos sociales, lobistas, miembros del Gobierno, y cuando la incertidumbre es máxima, incluso el presidente del país. Un par de horas antes de la votación de este viernes, Obama hizo una visita sorpresa al Congreso para reunirse con representantes demócratas, en un último intento de convencerles de votar a favor de la Autoridad Comercial.
Que un presidente se desplace hasta la colina del Capitolio para tratar de arañar votos es un gesto inusual: refleja la importancia que concede a una votación y el nerviosismo ante las posibilidades de perderla. El significado es aún mayor cuando el presidente, como el exsenador Obama, mantiene una relación tirante con los legisladores.
“Creo que nunca te aseguras nada aquí. Siempre se está moviendo”, dijo Obama tras reunirse con los congresistas demócratas. Su presión fracasó: en un bochornoso revés, los demócratas votaron masivamente en contra del plan de ayuda al considerarlo un modo de apoyar la TPA. Temen que los acuerdos comerciales desencadenen despidos por deslocalizaciones, rebajas salariales y un auge de los beneficios empresariales.
"Urjo a la Cámara a pasar sin retraso la TPA para que más trabajadores de clase media tengan la posibilidad de participar y triunfar en nuestra economía global", dijo el presidente en un comunicado tras la votación. Obama alertó que la no renovación de ese plan de ayuda afectará a 100.000 trabajadores y dijo querer firmar, para convertirlas en ley, las dos normas a la vez.
El precedente del Nafta
La reticencia demócrata a los acuerdos comerciales es habitual. Ya la sufrió hace dos décadas el presidente Bill Clinton en la votación del acuerdo de libre comercio con México y Canadá. El Congreso aprobó en 1993 el Nafta (por sus siglas inglesas) por un estrecho margen.
Clinton, igual que Obama, se jugaba su influencia, pero estaba al principio de su primer mandato. El peso del legado quedaba lejano. Los políticos demócratas, sindicatos y grupos medioambientales contrarios al acuerdo comercial que se negocia actualmente entre 12 países de la cuenca del Pacífico emplean los efectos del Nafta como un argumento de rechazo.
En la campaña de 2008 que le llevó a la Casa Blanca, Obama coincidía con algunas de esas críticas. Ahora, con el apoyo de la mayoría de legisladores republicanos, el presidente defiende el acuerdo del Pacífico como el mejor modo de incrementar la influencia de EE UU en Asia al promover reglas comerciales más justas y favorables.
El debate comercial ha propiciado lazos infrecuentes. Obama ha encontrado su mejor aliado en el liderazgo republicano, que ha torpedeado buena parte de su agenda desde que asumió la presidencia en 2009.
El debate, en la campaña electoral
El debate sobre la concesión de autoridad al presidente para negociar directamente acuerdos comerciales ha entrado en la campaña de las elecciones presidenciales de 2016. En el flanco republicano, hay coincidencia en apoyar el acuerdo comercial de la cuenca del Pacífico. En el demócrata, los dos candidatos más izquierdistas, Martin O'Malley y Bernie Sanders, han criticado el pacto. Pero la favorita, Hillary Clinton, que en 2012 lo apoyó, no se ha posicionado.
Pero ese apoyo fue insuficiente este viernes para contrarrestar el rechazo demócrata. “Si trabajamos juntos, será una gran victoria para los empleos y liderazgo estadounidense”, dijo el jueves el presidente de la Cámara, el republicano John Boehner. El apoyo permite a los republicanos mostrarse como un partido responsable y afianzar su retórica a favor del liberalismo económico. La batalla ha sido y se presume intensa: con numerosos anuncios publicitarios de partidarios y detractores, y con cada congresista tratando de satisfacer a su distrito electoral.

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