Tomado de The Wall Street Journal
El director de la funeraria donde trabaja Fabián Claudio Guasti no sabe qué precio ponerles a los ataúdes.
Argentina y Venezuela reviven el fantasma de la hiperinflación
Por TAOS TURNER, JOHN
LYONS y JUAN FORERO
BUENOS AIRES—Carlos Bianchi, el director de una funeraria en esta ciudad, no
sabe cuánto cobrar por sus ataúdes, lo que ilustra los problemas económicos que
asedian a Argentina y Venezuela.
La devaluación que el gobierno argentino realizó el mes pasado,
uno de los factores que desataron una venta generalizada de divisas de los
mercados emergentes, también contribuyó a que los precios se dispararan en el
país.
Lo que complica los cálculos de Bianchi es que tiene que usar
una moneda inestable y que se sigue depreciando, el peso, para comprar las
partes importadas de sus productos.
"Tengo que decirles a los clientes que les puedo dar un
ataúd hoy, pero tendrán que pagarlo después, a quién sabe qué precio",
dice, cigarrillo en mano. "Nadie quiere hacer eso".
Argentina y Venezuela enfrentan un alza de la inflación y una
posible recesión, lo que amenaza con generar nuevos vientos en contra en los
precisos momentos en que América Latina se ha visto afectada por la
desaceleración de la economía china y el pesimismo de los inversionistas acerca
de los mercados emergentes.
Venezuela registró una inflación de 56,2% en 2013, una de las
tasas más altas del mundo. Economistas independientes dicen que los precios en
Argentina aumentaron cerca de 28% el año pasado. Para este año prevén una cifra
más alta, debido a la devaluación del peso.
Venezuela, mientras tanto, parece encaminada hacia una recesión
a medida que los estrictos controles de precios y la escasez de importaciones,
ante la ausencia de moneda dura, paralizan la actividad económica. El banco
central canceló el miércoles una subasta de dólares haciendo mención a ciertas
"anomalías" que no explicó, lo que ejerce mayor presión sobre las
importaciones.
Bank of America BAC +0.31% Merrill
Lynch pronostica una contracción de 3% en Argentina, en momentos en que se
reduce la inversión y los consumidores gastan menos debido al alza en las tasas
de interés y la disminución del poder adquisitivo.
Alberto Príncipe, de 71 años, propietario de un concesionario de
Hyundai en un elegante barrio cerca de un campo de polo, lamenta que la
historia de los ciclos de auge y caída se repita.
"Nuestros ciclos son casi bíblicos", lamenta.
"Pero el simple hecho de que uno se acostumbre a la inflación no significa
que es más fácil de abordar", dice. Las ventas de automóviles han sido
buenas en los últimos años, reconoce, pero los nuevos impuestos y la
devaluación son "letales", añade. Una camioneta todoterreno Santa Fe
Premium, que hace un año costaba US$63.000, ahora vale US$100.000, explica.
"El mercado se ha cerrado por completo", asevera.
Muchos economistas señalan que el decepcionante desempeño de
Argentina y Venezuela es una reprimenda a la fuerte intervención estatal,
controles de precios y la nacionalización de empresas que han marcado sus
políticas durante más de una década. Ambos países ahora se arriesgan a revivir
el tipo de inflación desbocada que caracterizó a América Latina durante la
"década perdida" de los 80, pero que la mayoría de los expertos creía
controlada para siempre. "Hay un riesgo de hiperinflación, de que los
precios realmente comiencen a acelerarse enormemente", afirma Claudio
Loser, economista argentino que trabajó en el FMI. "No digo que habrá
hiperinflación, pero es un escenario muy factible. En Venezuela, ya está
sucediendo".
Cuando la inflación se disparó en América Latina en décadas
previas —en 1989 alcanzó una tasa de 5.000% en Argentina— muchos de los socios
comerciales del país también registraban rápidos aumentos de precios. Pero eso
ha cambiado, lo que convierte a Argentina y Venezuela en casos anómalos en una
región que, de todos modos, acusará recibos de sus problemas.
Uno de los países afectados sería Brasil, que exportaría menos
vehículos, autopartes, alimentos y bienes manufacturados a Argentina, uno de
sus principales socios comerciales, lo que podría acentuar la desaceleración
que ya está en curso.
Uruguay, cuya economía depende más de Argentina, está preocupado
por una corrida contra los bancos de su vecino y una disminución del turismo.
A su vez, Venezuela, dicen economistas, ha empezado a hacer
cesaciones de pagos selectivas: no ha pagado a aerolíneas europeas, empresas
estadounidenses de servicios petroleros y exportadores de alimentos
colombianos, entre otros, conforme lucha por conservar sus decrecientes
reservas.
En Argentina, mucha gente ya cree que se aproxima una ola de
inflación galopante y las tiendas ya empezaron a subir los precios para
adelantarse a la devaluación del peso.
"Aumentamos los precios 15% en general tras la
devaluación", afirma René Poirier, un vendedor de electrodomésticos en un
suburbio de Buenos Aires. "Si no subís los precios, podés quedar atrapado
y perder dinero", dijo rodeado de lavadoras y refrigeradores.
Los economistas señalan que se puede combatir la inflación en
Argentina y Venezuela eliminando los subsidios y los controles de precios y de
divisas.
No obstante, observadores indican que tanto la presidenta
argentina, Cristina Fernández de Kirchner, como el mandatario venezolano, Nicolás
Maduro, tienen un interés político en oponerse a las estrategias económicas
ortodoxas que respalda Estados Unidos, como el libre comercio.
El jefe de gabinete de Kirchner, Jorge Capitanich, culpó a los
empresarios por el aumento de precios. "Vemos un ardid impulsado por
comerciantes y empresarios inescrupulosos, que pretenden afectar el poder
adquisitivo de las familias y consumidores", dijo a la prensa.
—Ezequiel Minaya contribuyó a este artículo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario