El marco ideal para los niños y
adolescentes es la familia estructurada y estable, y por ello, el
dimensionamiento de las responsabilidades que implica formar una familia es un
tema que tiene que plantearse la pareja con madurez antes de casarse, o antes
de tener hijos. Cuando el matrimonio se rompe, la estructura familiar
inevitablemente se rompe en alguna medida, y las condiciones para el sano
desarrollo de los hijos ya no son las más favorables.
Pero ello no significa que las nuevas condiciones
tengan que ser desfavorables, pues no es necesariamente el hecho de compartir
el mismo techo lo que crea esas condiciones óptimas, sino la estabilidad del
ambiente y el consenso mutuo en todo lo que se refiera a su bienestar: atención
afectiva de ambos, un hogar propio y permanente (aunque sea incompleto), y un
modelo educativo definido y sin dualidad. Si esto existe dentro de la
estructura familiar formal, es lo ideal, pero si no es así, es preferible que
exista todo esto en una familia incompleta, a que no exista en una familia
completa, pues en el primer caso el fracaso es sólo de pareja; en el segundo es
de la familia.
Lamentablemente, y aunque es
perfectamente factible, en nuestra cultura no es tan fácil entender que una
ruptura de pareja sea compatible con cualquier tipo de consenso. Al contrario,
una ruptura matrimonial, que debería ser el principio de la paz, suele
convertirse en una declaración formal de la guerra que ya se había iniciado
antes.
Tras el divorcio frecuentemente sucede que, junto con la casa, vehículos u otras
propiedades, los hijos también se convierten en objeto de disputa por su tutela
así como en receptores de todo tipo de
comentarios y manipulaciones con que cada ex-cónyuge trata de ganarse su afecto
en exclusiva, desacreditando y boicoteando cualquier iniciativa de la otra
parte.
De este modo, los hijos no solamente
pierden el marco adecuado para su desarrollo, sino que los apoyos y vínculos que
aún conservaban con ambos padres van siendo socavados y crece la desconfianza y
la inseguridad; y lo que es peor, empiezan a tener la sensación de no ser más
que un objeto que los padres utilizan para intereses que ellos no pueden
entender, pero en todo caso contrarios a su bienestar. Nadie es capaz de
ofrecerles una buena explicación de por qué dos personas que se amaron para
tenerlos, ahora planteen una guerra... también para tenerlos. Esta es una
contradicción que a los padres pasa desapercibida pero que ellos fácilmente
detectan.
Representación pictórica del Juicio de Salomón |
Cuando se llega a este punto crítico, hay
padres que toman conciencia de la situación y reconsideran sus actitudes,
estableciendo “pactos de no agresión”, buscando la estabilidad de los menores.
En caso contrario, su rendimiento general decaerá mucho, mostrarán síntomas
depresivos, buscarán refugio en cualquier cosa, y, si son adolescentes, podrán
ser presa fácil de drogas y todo tipo de circunstancias no deseables. Algunos aprovechan la triste situación para
sacar una ganancia secundaria, como ventajas económicas o materiales con que
cada padre trata de comprar su afecto.
Es preferible para los hijos un mínimo de estabilidad
en un hogar, aun cuando la otra parte tenga que renunciar a ellos, que ser
objeto de este tipo de disputas. Tómese el ejemplo de la actitud de la
verdadera madre en el relato bíblico del Juicio de Salomón.
Acerca de la
Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a
aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención,
y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y
educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia
profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada
persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la
educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde
que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la
familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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