sábado, 28 de febrero de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: DESPUES DEL DIVORCIO




       El marco ideal para los niños y adolescentes es la familia estructurada y estable, y por ello, el dimensionamiento de las responsabilidades que implica formar una familia es un tema que tiene que plantearse la pareja con madurez antes de casarse, o antes de tener hijos. Cuando el matrimonio se rompe, la estructura familiar inevitablemente se rompe en alguna medida, y las condiciones para el sano desarrollo de los hijos ya no son las más favorables.

Pero ello no significa que las nuevas condiciones tengan que ser desfavorables, pues no es necesariamente el hecho de compartir el mismo techo lo que crea esas condiciones óptimas, sino la estabilidad del ambiente y el consenso mutuo en todo lo que se refiera a su bienestar: atención afectiva de ambos, un hogar propio y permanente (aunque sea incompleto), y un modelo educativo definido y sin dualidad. Si esto existe dentro de la estructura familiar formal, es lo ideal, pero si no es así, es preferible que exista todo esto en una familia incompleta, a que no exista en una familia completa, pues en el primer caso el fracaso es sólo de pareja; en el segundo es de la familia.

       Lamentablemente, y aunque es perfectamente factible, en nuestra cultura no es tan fácil entender que una ruptura de pareja sea compatible con cualquier tipo de consenso. Al contrario, una ruptura matrimonial, que debería ser el principio de la paz, suele convertirse en una declaración formal de la guerra que ya se había iniciado antes.

       Tras el divorcio frecuentemente sucede  que, junto con la casa, vehículos u otras propiedades, los hijos también se convierten en objeto de disputa por su tutela así como en  receptores de todo tipo de comentarios y manipulaciones con que cada ex-cónyuge trata de ganarse su afecto en exclusiva, desacreditando y boicoteando cualquier iniciativa de la otra parte.

       De este modo, los hijos no solamente pierden el marco adecuado para su desarrollo, sino que los apoyos y vínculos que aún conservaban con ambos padres van siendo socavados y crece la desconfianza y la inseguridad; y lo que es peor, empiezan a tener la sensación de no ser más que un objeto que los padres utilizan para intereses que ellos no pueden entender, pero en todo caso contrarios a su bienestar. Nadie es capaz de ofrecerles una buena explicación de por qué dos personas que se amaron para tenerlos, ahora planteen una guerra... también para tenerlos. Esta es una contradicción que a los padres pasa desapercibida pero que ellos fácilmente detectan.

Representación pictórica del Juicio de Salomón
       Cuando se llega a este punto crítico, hay padres que toman conciencia de la situación y reconsideran sus actitudes, estableciendo “pactos de no agresión”, buscando la estabilidad de los menores. En caso contrario, su rendimiento general decaerá mucho, mostrarán síntomas depresivos, buscarán refugio en cualquier cosa, y, si son adolescentes, podrán ser presa fácil de drogas y todo tipo de circunstancias no deseables.  Algunos aprovechan la triste situación para sacar una ganancia secundaria, como ventajas económicas o materiales con que cada padre trata de comprar su afecto.

Es preferible para los hijos un mínimo de estabilidad en un hogar, aun cuando la otra parte tenga que renunciar a ellos, que ser objeto de este tipo de disputas. Tómese el ejemplo de la actitud de la verdadera madre en el relato bíblico del Juicio de Salomón.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 
      



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