miércoles, 25 de agosto de 2010

La Sociedad del Conocimiento requiere sinceridad de los Periodistas

Introducción del artículo Luis Montes Brito
Artículo Por Jesús Rios Editor de
Long Island al Día
Publicado por
Guru Político
Revista Digital de México



Hace muy pocos años vimos el final de la Sociedad de la Información, misma que se caracterizó por el aumento del almacenamiento de información y por la capacidad de hacerla circular cada vez más rápido y con mayor capacidad de difusión.

Vivimos ahora en lo que se conoce como la Sociedad del Conocimiento, la cual se caracteriza por la discriminación de la abundante información disponible, realizada por ciudadanos cada vez más y mejor informados que saben lo que quieren y necesitan en cada caso, por lo cual tienen una mayor capacidad de seleccionar sus fuentes de información y de realizar mejores decisiones.

La época en la que nos hallamos obliga a revisar, actualizar y a veces hasta redefinir conceptos acorde a los tiempos actuales, ya que los medios de comunicación y los periodistas ya no gozan del patrimonio exclusivo de comunicar, por lo tanto deben ser más rigurosos y oportunos para trasladar la información a su público, muchas veces tomando posiciones definidas sobre temas y hechos, dejando de presumir falsas y virginianas neutralidades.

Soy de la opinión de que en estos tiempos la gente privilegia la honestidad a un estilo políticamente correcto y depurado de escribir, en pocas palabras no todos compartiremos la misma opinión, pero si ésta se presenta de manera sincera, veraz y debidamente argumentada el emisor gozará del respeto de los lectores aunque repito no compartan su punto de vista.

Contrario pasa con aquellos medios y periodistas que solo se preocupan de lo convencional y muchas veces de mantenerse dentro de la zona de confort que brinda el hecho de no asumir posiciones que puedan incomodar a sus patrocinadores o a aquellos que detentan cuotas de poder, ante lo cual callan o maquillan la verdad.

Pienso que el concepto de periodista y periodismo deben revisarse y redefinirse acorde a los nuevos tiempos, presento esta semana como insumo de discusión la visión al respecto que nos brinda de forma sincera y sin ambages Jesús Ríos, periodista de origen colombiano, radicado en Nueva York, quien a su vez es mi colega dentro de la Junta de Directores del Tanque de Pensamiento PAIS R.

“Ser Sincero puedo prometerlo, pero no así imparcial”
Goethe


Los periodistas no son simples correas de transmisión de sus propios puntos de vista o de la información brindada por los demás. Los periodistas son originales al reportar y no confunden hechos con opiniones o rumores, tomando importantes decisiones editoriales.

Por Jesús Ríos

Pensar que el periodismo es o puede ser imparcial resulta iluso. Toda información obedece a una o varias intenciones, algunas de ellas expresas; otras, quizás el mayor número, implícitas. Sea expresa o implícita, la intención gobierna el proceso de elaboración de una información, le impone sus reglas que pueden darle forma, deformarla, recortarla, destacarla o suprimirla. De lo que se trata, por tanto, no es de volver sobre la inacabable discusión sobre la capacidad o limitación del ser humano para conocer la realidad, sino de ir más adelante. Sobre el supuesto de los límites del entendimiento, la reflexión se dirige a la voluntad del que informa para preguntarle:¿ cuáles son sus intenciones expresas y cuáles las implícitas, en el momento de informar?

La naturaleza de esas intenciones señala el grado de libertad de la información. Saber cuáles son las intenciones explícitas, traer a la conciencia las intenciones que permanecen en el subconsciente, son procesos necesarios para quien quiere informar con libertad. La información libre, sin descartar la preocupación por la información verdadera, está resultando de mayor importancia que los anteriores esfuerzos para saber si era verdadera o no. Quizás porque existe la intuición de que, al ser libre, tiene las máximas garantías para ser verdadera. Es indudable que, junto con la evolución conceptual, ha habido un cambio de prácticas.

Quiero hacer claridad en este planteamiento, porque me parece más válido desde el punto de vista ético presentarse como es uno que fingir una pluralidad que no existe. La imparcialidad que se nos enseña en las clases de periodismo es irreal, nadie puede presumir de ella, quien escribe tiene su corazón, sus ideales, tiene una visión del mundo y desea que el mismo sea como lo idealiza.¿Creen Ustedes de verdad que existe un medio que carezca de postura, de ideología? La regla es que los medios de comunicación masiva nunca dicen claramente cuál es su postura; maquillan una presentación plural, cuando en realidad se sabe a quiénes representan.

El periodista tiene una opinión y defiende un punto de vista. No es creíble el periodista que hace gala de no creer en nada, en cambio, aporta razones de credibilidad el que manifiesta honestamente en qué cree. Una objetividad mecánica sólo produce esa información simplista que reproduce los dos puntos de vista enfrentados y se lava las manos diciendo que las conclusiones corren por cuenta del lector. Esa objetividad es la que impide ir más allá de la superficie de los hechos, para acometer su interpretación y análisis.

No ha desaparecido el yo del periodista y aparece, cada vez más distante, el deber ser de la objetividad. Lo que hacemos los periodistas alternativos y así es como me defino, es no maquillar y presentarnos como lo que somos. El lector así ya puede decidir, y lo hace desde una posición que no es ambigua.

En las universidades y en los grandes eventos de comunicación se habla mucho de imparcialidad, independencia y objetividad del periodismo. La información es una guerra, una guerra entre modelos sociales. Entre apologetas de un mundo desigual, injusto, mandando por depravados y auténticos terroristas que imponen a sangre y fuego un modelo económico que condena a muerte a miles de personas en todo el mundo y los que apostamos por estar al servicio de los grupos, movimientos, intelectuales y luchadores que todos los días se juegan la vida por defender otro modelo de mundo posible. Los primeros informan de los Oscar del cine, las ruedas de prensa de los grandes conglomerados empresariales o las declaraciones de representantes de instituciones financieras internacionales del mundo rico. Frente a ello, muchos periodistas hemos decidido informar de los crímenes que cometen los paramilitares en Colombia, de cómo son perseguidas las minorías étnicas ahora en el Kosovo otanizado, de las cifras de pobreza de EEUU que todos ocultan, de cómo están conspirando para provocar una guerra entre países vecinos, o de cómo se levantan los indígenas en Bolivia o en Ecuador. Me temo que esta visión del periodismo es otra de las tantas cosas que no se enseñaba en la universidad. Como dice Howard Zinn, no se puede ser neutral viajando en un tren en marcha que circula a una velocidad enloquecida y que no dispone de frenos.

No, no se trata de convertir el periodismo en panfleto, pero sí de decir bien alta la verdad y la voz de los sin voz, condenados al ostracismo por un modelo comunicacional miserable al servicio del mercado. A todos los periodistas les digo que esta es una profesión noble y vocacional que ha sido convertida en miserable por los dueños de las empresas que nos obligan a trabajar al dictado de sus intereses.

Debemos recuperar la dignidad y servir a la comunidad, a la justicia social, a la soberanía de los pueblos y a las libertades. No será periodismo si no se hace así, como no es medicina curar sólo a quienes tienen dinero para pagarla. Llevar esa causa y esos principios a los medios empotrados en el mercado es tarea difícil, no lo voy a negar. Por eso es imprescindible que todo periodista ponga al servicio de esos ideales sus conocimientos y su trabajo si quiere que la decencia sea emblema e insignia de su vida y su profesión. Los movimientos sociales, los sindicatos, las organizaciones comunitarias, los precarios medios alternativos están necesitados de profesionales comprometidos con otro modelo de periodismo, humanista, social, que apueste por otro orden social más justo.

Ni siquiera hablo de militancia, hablo de decencia. La decencia es lo que diferencia al biólogo que trabaja para una multinacional de transgénicos o para una organización ecologista, al abogado que defiende los intereses de una multinacional o los de los trabajadores que exigen un sueldo justo. Ninguno de ellos puede ser neutral, ni imparcial, ni objetivo.

En este sentido nos concebimos absolutamente parciales en el sentido de que estamos del lado de los desposeídos, del lado de los de abajo e incluso, más que estar de su lado, somos uno de ellos, que es distinto. No observamos sus movimientos, ni los concebimos como un laboratorio para aplicarles fórmulas políticas, económicas o de otro estilo, ni pretendemos mirarlos desde afuera, nos sentimos inmersos en sus problemas, sufrimos con ellos, nos concebimos adentro, partícipes, somos mas que periodistas, activistas del cambio en búsqueda de una sociedad respetuosa de los derechos y oportunidades para todos.

Nuestra base es el testimonio; tenemos que narrar las historias en las que creemos, son las voces, es la palabra, es el otro y la otra. Los pueblos, los movimientos, tienen sus propias voces; no le damos voz a nadie. Lo que pretendemos es escucharlas; ser su oído, ser su mirada.

La información que manejamos es la de abajo, la comunitaria. Esto es, las diversas expresiones artísticas y culturales, así como los movimientos y luchas políticas que son generados o producidos desde pueblos para los pueblos, desde las comunidades para las comunidades.

No consideramos nuestra labor como local, ni nacional, sino global. Se trata de que esta cultura comunitaria pueda ser vista en otros lados del mundo y presentar historias comunitarias de otros lados: las favelas de Brasil, los barrios en Grecia, la cultura producida entre inmigrantes en EE.UU, el destierro de los gitanos de Francia. Nuestra pretensión es ir produciendo información que genere identificaciones entre un lugar y otro, que permita mostrar las diferentes versiones de la historia, de eliminar la historia única. En este sentido somos más que información: somos contrainformación.

Frecuentemente nos hacemos eco de críticas hacia la labor de los periodistas, muchas veces centradas en si son o no imparciales. Debo confesar que tales críticas me producen cierta incomodidad, que no se deriva exclusivamente de formar parte de dicho gremio, sino también porque tengo la firme –y probablemente controversial- convicción de que la imparcialidad del periodista está sobrevaluada.

Es común que como sociedad tengamos esta concepción de que el periodista debe permanecer impávido y expectante ante los sucesos, y que, frente a éstos, su deber es sólo el de ser un intermediario. Nada más lejos del deber ser.

Efectivamente el periodista debe adherirse honestamente a la realidad objetiva, fórmula ésta con la cual el Código Internacional de Ética Periodística se refiere acertadamente a la responsabilidad ética que posee el profesional de la información de transmitir a su público una construcción lo más íntegra y fiel posible de la parcela de realidad cuya cobertura ha asumido. Sin embargo, el periodista no es un mero narrador de hechos, el periodista es un servidor social.

El periodista echa mano de su formación técnica y ética y se vale de sus facilidades –tanto legales como de hecho- de acceso a las fuentes informativas con una concepción finalista: poner la información al alcance de todos. No se trata de perder el sentido crítico, ni de militar en un partido o de suscribir y vender a ciegas una ideología o preferencia política, se trata de no dejarnos someter por la tiranía de lo políticamente correcto, de no escudarnos en la objetividad, la imparcialidad, la neutralidad, la equidistancia informativa y pare usted de contar, para no asumir la responsabilidad de ejercer un periodismo con intención social.

En este sentido, el periodista es un democratizador de la información. Mal podemos, entonces, hablar de su existencia fuera de un sistema democrático. El periodista sólo se entiende en democracia.

La democracia se construye a partir del conocimiento y no de la adhesión. Decía el pensador checo Pavel Kohout que un ciudadano libre es un ciudadano codominante, que es lo contrario de ser dominado por una élite. O sea que el ciudadano libre es creación del poder democrático, el dominado es el resultado de una fuerza tiránica. Y en la formación de ese ciudadano libre, una información libre es tan necesaria como el agua o el aire para los seres vivos.

Jesús Ríos, Licenciado en Ciencias de la Educación, se ha desempeñado en la Organización Internacional del Trabajo OIT, miembro de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos, Editor del periódico digital Long Island al Día, Miembro de la Junta de Directores del Tanque de Pensamiento Panamerican Institute for Social Research (PAIS R)

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