sábado, 21 de mayo de 2011

La crisis institucional de El Salvador quedó desnuda

Por Luis Montes Brito
Para: Gurú Político, de México
Diario El Mundo, de El Salvador

Los responsables de las instituciones del Estado deben darle vida a nuestras leyes. Necesitamos funcionarios capaces y comprometidos con su juramento de cumplir y hacer cumplir las leyes.

Con sentimientos de tristeza, frustración y vergüenza leí el reportaje de “el Faro.net” acerca de la estructura del cartel de Texistepeque, el cual más que revelar secretos de una banda de vulgares narcotraficantes desnuda la crisis institucional que padece el país.

La delicada situación en la cual está inmersa nuestra patria no es un asunto ideológico de derechas o izquierdas. Es un tema de interés nacional que de no atenderse adecuada y oportunamente puede llevar a convertirnos en un estado fallido, mismo que más de alguno al interior o exterior de nuestro territorio podría alegar que ya se ha alcanzado.

El Salvador necesita de un líder nacional sereno, que sea capaz de generar tranquilidad y dar muestras de saber hacia dónde conduce a nuestra nación. Un dirigente que señale y nos conduzca al camino de la solución de los problemas y no uno que vocifere histéricamente ante la prensa, revelando con su actitud sus temores y angustias; aspavientos que solo consiguen provocar mayor incertidumbre y una sensación de que nos conducimos en un barco al garete.

El máximo funcionario gubernamental de nuestro país debe demostrar que su capacidad de gestión va más allá de quejarse y de culpar a los gobiernos anteriores de todos los males que nos acechan para pasar a empeñarse seriamente en la búsqueda de las soluciones que urgen. Necesitamos un gobernante que se queje menos y que trabaje mucho más. Queda demostrado que es fácil criticar, pero que es difícil gobernar.

En cualquier país, especialmente en las circunstancias actuales, ser Presidente de la República es una tarea delicada, por eso a nadie obligan a lanzarse como candidato para dicha posición, es una decisión voluntaria, para la cual solo debieran aspirar aquellos que se consideren capaces de desempeñar el cargo.

El Salvador necesita un líder que le devuelva la gobernabilidad al país, alguien que muestre poseer la madurez, experiencia, ecuanimidad y sabiduría que permita una sana convivencia a sus nacionales. Un gobernante que tenga capacidad de dialogar y no que acentúe la división de los salvadoreños. Alguien concertador en vez de confrontador.

El Salvador no es viable con un gobierno de extremas, se necesita de un modelo que atraiga la inversión extranjera en lugar de atemorizarla, que brinde confianza y seguridad jurídica al sector empresarial, pero que al mismo tiempo cree oportunidades para la clase media y se solidarice a su vez con los salvadoreños más vulnerables.

Necesitamos un estadista que dirija el país hacia un puerto seguro, que sea capaz de re-enrumbarlo o que al menos no genere angustia con su actuar.

No menos importante es que los salvadoreños, desde la posición que ocupemos, debemos asumir hoy de forma individual, profesional y gremial la responsabilidad que nos corresponde, para que en el futuro no nos lamentemos amargamente de nuestra indiferencia. Basta ya de tanto silencio cómplice.

Debe dejar de hacerse politiquería con el tema del lavado de dinero y llevar ante las leyes a quienes participen de este ilícito sin importar su filiación política. Para nadie es un secreto que hay personajes de todas las tendencias políticas que están lavando dinero en negocios “basura”, la pregunta es ¿qué están esperando las autoridades para aplicar la ley?

Los responsables de las instituciones del Estado deben darle vida a nuestras leyes. Necesitamos funcionarios capaces y comprometidos con su juramento de cumplir y hacer cumplir las leyes. El monstruo del narcotráfico y sus negocios conexos para lavar los capitales mal habidos todavía pueden ser vencidos.

Las excusas que dieron los responsables de ayer, son las mismas que dan los responsables de hoy para no enfrentar este poderoso mal, si no actuamos de inmediato nos lamentaremos acremente en el futuro. No lloremos más tarde como plañideras lo que no hemos defendido hoy con gallardía.

¡Rescatemos a El Salvador!

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