Eran aproximadamente las 10 AM, había unas 25 personas
haciendo una fila lenta en una agencia gubernamental de la cual nosotros
estábamos siendo parte de la misma.
Al rato de estar allí entró silenciosamente un hombre con
un niño en su pecho, vestido con un uniforme militar, se colocó al final de la
misma fila que todos nosotros estamos haciendo hace unos cuantos minutos
largos. El niño que tenía en su pecho estaba tranquilo, mirando a todos lados
observando este mundo en donde cada uno de nosotros vivimos, que damos por
sentado la magia que ocurre a nuestro alrededor en cada segundo que respiramos.
Al rato de estar allí y ya justo cuando iba a ser
atendido, le preguntamos en voz baja a varias de las personas que estaban
detrás de nosotros si les molestaría el que dejara a este servidor y padre ir
al frente de nosotros para que saliera mucho más rápido. Automáticamente le
hice el acercamiento y el tímidamente dijo que no gracias, por supuesto que
tuve que insistir y fue en ese momento en donde la magia de la humanidad
renació nuevamente entre nosotros.
De momento no fui el único que le dijo que se fuera al
frente de la fila, de las nada espontáneamente diferentes personas de raza,
sexo y color le empezaron a decir que se fuera al frente. Este gesto colectivo
que comenzó con un simple acto de bondad se convirtió en una ola de emociones
que se apoderó de ese espacio y prácticamente todo el mundo que estaba en esa
fila le dijo que no había problema con que se colocara al principio de la fila.
De no haber hecho esto fácilmente le hubiese tomado unos 30 a 40 minutos antes
de completar su transacción.
Fue en ese momento en que él se movió para ser el próximo
en ser atendido, que los rostros de aquellos que están agobiados por la espera
se les coloco una sonrisa en sus labios, los elogios y las gracias no faltaron
y hasta le dijeron que buen padre era.
En todo momento este ser humano se mantuvo incrédulo de
los que estaba sucediendo, su humildad se le veía impregnada en su piel y la
sonrisa de agradecimiento iluminó ese espacio.
Al terminar de ser atendido vino y nos estrechó la mano y
mirándonos fijamente a los ojos genuinamente nos dijo gracias y fue en ese
preciso momento cuando las personas espontáneamente comenzaron a aplaudir. El
sonido de las palmadas de cada uno de las personas allí retumbaban el alma de
todos los que estábamos allí, el impacto fue tan grande que las personas que
estaban allí comenzaron a hablar entre si y hasta salimos un poco más rápido.
Esto es solo una prueba más de que SOMOS MÁS lo que
estamos haciendo la diferencia y podemos contribuir con actos sencillos a que
el espacio en donde vivimos se llene alegría y felicidad.
Qué tal si hoy recordamos el poder que tenemos todos de
hacer magia a nuestro alrededor, ¿qué tal si comenzamos a reconocer las
bendiciones que ocurren al frente de nuestros ojos y las comenzamos a validar?
Waldemar Serrano-Burgos, CEC
Certified Executive-Business Coach
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Dragonfly Coaching Group | 305.335.4044
www.dragonflycoachinggroup.com
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