Por
Mariano Aguirre
La destitución del presidente de Paraguay Fernando Lugo ha generado una fuerte controversia en América Latina. Unos consideran que es un paso democrático, pues se utilizaron mecanismos constitucionales para despojarlo de su cargo. Otros creen que es un retroceso político en el continente, ya que se habrían usado los instrumentos legales con el fin de dar un golpe de Estado encubierto.
La destitución del presidente de Paraguay Fernando Lugo ha generado una fuerte controversia en América Latina. Unos consideran que es un paso democrático, pues se utilizaron mecanismos constitucionales para despojarlo de su cargo. Otros creen que es un retroceso político en el continente, ya que se habrían usado los instrumentos legales con el fin de dar un golpe de Estado encubierto.
Detrás de
la controversia se esconde una polarización política, básicamente entre las
élites, que buscan preservar sus privilegios, y los sectores en mayor o menor
medidas marginados, que pretenden conseguir más poder y tener acceso a más
bienes y recursos.
Después de
la fase de las dictaduras militares, entre las décadas de los años '60 hasta
los '80 del siglo pasado, América Latina entró en una fase de democratización.
Las
fuerzas armadas pasaron a un segundo plano, una vez que mostraron tanta
eficacia para acabar con grupos insurgentes y sus aliados, como poca eficacia
para gestionar la política y la economía de sus países.
Diversos
factores contribuyeron para que el papel de las fuerzas armadas perdiera peso.
Entre otros, la liberalización de la economía internacional, la integración del
continente en la globalización, el fin de la Guerra Fría y el decreciente
interés de Estados Unidos de controlar a sus vecinos del Sur.
En la
mayor parte de los países de la región se fortalecieron los mecanismos
democráticos y de representación.
Neoliberalismo
y desigualdad
Paralelamente
a este proceso de desmilitarización de la política y democratización de las
sociedades, el modelo económico neoliberal dominante ha agudizado los
desequilibrios sociales. América Latina tiene el mayor grado de desigualdad del
mundo aunque ha hecho grandes avances en al reducción de la pobreza.
Paradójicamente,
el continente ha mantenido un crecimiento sostenido y ha podido enfrentar la
crisis financiera internacional con éxito.
Pese a los
avances para reducir los niveles de pobreza, América Latina es la región del
mundo con mayor grado de desigualdad.
Según un
informe de la CEPAL y la OCDE, esta buena situación le permitiría poner en
marcha políticas públicas para proveer servicios sociales y reducir la pobreza.
Esto supondría, entre otras medidas, contar con reformas y políticas fiscales
más eficaces con una orientación distributiva, reducir la desigualdad, aumentar
el gasto y eficacia en la educación pública.
El modelo
neoliberal produjo un empobrecimiento de ciertos sectores medios, y el
agravamiento de la desigualdad, dos hechos que han favorecido el auge de
líderes y gobernantes populistas, con un discursos críticos de Estados Unidos
(aunque Washington ha reducido notablemente su influencia en la región) y de
las élites locales.
La
radicalidad de sus discursos no se ve necesariamente acompañada por una
eficacia en la gestión y distribución de riqueza, pero provocan un efecto de
rechazo en las clases altas, empresarios y terratenientes.
El
gobierno de Lugo, con una identidad reivindicativa y antielitista, puso en
marcha reformas fiscales y educativas, que encontraron fuertes resistencias en
los sectores empresariales y la Iglesia católica.
Asimismo,
intentó una reforma agraria moderada pero fuertemente resistida. El violento y
poco claro enfrentamiento por tierras de una tradicional familia de
terratenientes, que provocó el 15 de junio la muerte de seis oficiales y 15
campesinos, se enmarca en esta tensión.
Tres
décadas atrás, un Presidente moderadamente reformista como Lugo hubiese sido
destituido por las fuerzas armadas en alianzas con la embajada de Estados
Unidos. Hoy las cosas han cambiado mucho.
Desde
Washington hay una mayor aceptación de los procesos y gobernantes reformistas.
Por otro lado, las fuerzas armadas no son vistas, ni ellas mismas creen, que
pueden ofrecer solución a problemas complejos.
"Golpe
constitucional"
El
instrumento que se ha utilizado en el caso paraguayo es desenterrar una serie
de medidas constitucionales, hacer un juicio constitucional sumario, y
defenestrar al presidente en pocos días.
Para Juan
Gabriel Tokatlián, profesor en la Universidad Torcuato di Tella (Buenos Aires),
el caso paraguayo sigue la línea de los "golpes constitucionales" que
se habría iniciado en Ecuador en el año 2000 con la destitución de Jamil Mahuad,
y que continuó hasta el intento de golpe contra el presidente ecuatoriano
Rafael Correa en 2010.
Para Tokatlián, casos como el de Lugo o el de Correa muestran una tendencia a deshacerse de presidentes molestos usando la Constitución.
Cada caso,
exitoso o fallido, incluyendo Venezuela, Haití y Honduras, tiene fuertes
diferencias, pero para Tokatlian indican una tendencia a utilizar la
Constitución para deshacerse de presidentes molestos.
El caso de
Lugo es particularmente expresivo del enfrentamiento entre élites y sectores
populares en un país donde perduran estructuras de poder arcaicas.
El
procedimiento más lógico sería haber iniciado una investigación independiente
sobre los enfrentamientos y matanza del 15 de junio.
En cambio,
un rápido golpe de mano ha dejado a Paraguay sin un presidente que, con
limitaciones e imperfecciones, estaba impulsando una serie de necesarias
reformas.
Sea una tendencia o un
caso único, se trata de un retroceso para la democracia en la región.
Mariano Aguirre es director
del Norwegian Peacebuilding Recourse Centre (NOREF). www.peacebuilding.no
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