Tomado de El País
El Ministro español de Economía Luis de Guindos responde incómodamente en conferencia de prensa para anunciar el rescate
- Rajoy se desdijo y pidió rescate de la banca española
- El rescate significa para España pérdida de soberanía financiera y fiscal
- Vienen días difíciles para los españoles
Lea aquí El comunicado íntegro del Eurogrupo
Por Claudia
Pérez y Luis Doncel
Habrá vigilancia aún más estrecha y
periódica. Vendrán los hombres de negro. La Gran Recesión, la crisis más profunda y prolongada del
capitalismo en las últimas décadas, dejará profundas secuelas a su paso por
España, que se convierte en la última frontera de la crisis existencial del
euro. Cayó Grecia. Cayeron Irlanda y Portugal. Y arrastrada a cámara lenta por
una banca que financió la madre de todas las burbujas inmobiliarias, cae
España: el Gobierno de Mariano Rajoy, con el presidente desaparecido ayer, mostró su disposición a pedir el tantas
y tantas veces negado rescate de los socios europeos para tapiar el agujero
incontenible del sistema financiero.
Madrid recibirá hasta
100.000 millones de euros, el 10% de la riqueza que produce España en un año, en una línea de
crédito destinada exclusivamente a los bancos. El Ejecutivo capitula así ante
las fuertes presiones internacionales, ante el temor a que la banca española,
la política griega o el pánico en los mercados detonen una espiral de
estampidas bancarias e impagos de países que deriven en una depresión causada
por un accidente financiero. Europa trata de poner un dique de contención en
España. La respuesta de los mercados llegará tan pronto como mañana.
No hay comidas gratis: las ayudas europeas
(a través del fondo de rescate temporal o del permanente)son en realidad préstamos para recapitalizar el sistema financiero, que el Tesoro deberá devolver
religiosamente, a tocateja. Una vez más, el Estado sale al rescate de la banca.
Eso sí, se trata de créditos blandos, en condiciones mucho mejores que las de
mercado: en torno al 3%, según fuentes conocedoras de las negociaciones entre
España y sus socios europeos. Frente a ese 3%, el Tesoro paga actualmente intereses
de más del 6% por la deuda a 10 años. A cambio de los tipos subvencionados,
España cederá soberanía sobre su sistema financiero, pero también perderá
soberanía fiscal, en contra de lo que explicó ayer el Gobierno.
El ministro de Economía, Luis de Guindos,
aseguró tajantemente que la única condicionalidad será para los bancos que requieran ayudas. “No habrá ningún tipo de condiciones
macroeconómicas o fiscales”, dijo en varias ocasiones en una rueda de prensa
multitudinaria, informa Amanda Mars. Pero el Eurogrupo le enmendó la plana:
junto a las alabanzas hacia los esfuerzos españoles por abordar sus variados y
agudos desequilibrios, el comunicado de los ministros de Finanzas de la zona
euro deja claro lo contrario. Europa supervisará con mano de hierro que Madrid
continúe por el camino de la consolidación fiscal, las reformas estructurales y
del mercado de trabajo. “Revisaremos de cerca y regularmente los progresos en
estas áreas, en paralelo con la asistencia financiera”, según el texto.
Vigilancia de Bruselas
En esas revisiones están implícitas las
visitas de los hombres de negro citados por el ministro Cristóbal Montoro:
misiones de funcionarios de la Comisión, del FMI e incluso del BCE en las que
se estrechará la vigilancia sobre España. Se reduce así hasta prácticamente
cero el margen del Gobierno para desviarse de las directrices que lleguen de
Bruselas. Y las últimas recomendaciones son claras como el agua: embridar el
gasto de las comunidades autónomas, elevar el IVA, acelerar la reforma de las
pensiones y endurecer todavía un poco más la reforma laboral, entre otros
aspectos. El crédito a España, como en el caso de Grecia, Portugal e Irlanda,
se concede a plazos: si se incumplen las condiciones, Bruselas cierra el grifo.
El Gobierno de Zapatero negó la crisis; el
de Rajoy niega que la petición de España sea un rescate con condiciones. El
Ejecutivo insistió ayer en evitar a toda costa esos dos términos: rescate y
condicionalidad. En uno y otro caso se trata de un ejercicio completamente
inútil: la palabra “condicionalidad” aparece en ese texto que marcará la
política económica —y muy probablemente, el futuro del propio Gobierno— en los
próximos años. En el caso de la banca será aún más evidente que en el ámbito
fiscal: Europa exige que las entidades que necesiten ayudas activen “los planes
de reestructuración de acuerdo con las reglas de las ayudas de la UE y los
reformas horizontales del sector”.
En plata: venderán oficinas, recortarán
personal, se desharán de activos y participaciones empresariales, despedirán a
equipos gestores (como ha ocurrido en el caso de Bankia con Rodrigo Rato),
pondrán en marcha nuevas fusiones o incluso podrían verse, en último caso,
liquidaciones de alguna entidad. El último jarro de agua fría llega por la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI), a la que el Gobierno se oponía para
ahuyentar el riesgo de quedar estigmatizado. Este organismo no será un
prestamista más, como lo fue en los casos de Atenas, Lisboa y Dublín, pero sí
apoyará y supervisará a las entidades con informes periódicos.
Estrechar el cerco
Bruselas, el Banco Central Europeo, el FMI
e incluso el Gobierno de Barack Obama se han encargado en los últimos días de
estrechar el cerco para que España pida ayuda. Pero Berlín es la clave de
bóveda de toda la jugada. Las presiones alemanas para que el Gobierno de Rajoy
recurra al fondo europeo tuvieron su punto álgido el miércoles, cuando el
Ministerio de Hacienda germano se mostró favorable a que la intervención se
limite al sector financiero. Esta intervención “suave”, concedían, estará
sujeta a las normas especiales para rescates bancarios y tendrá así un calado
menor que los programas de Grecia, Irlanda y Portugal. El viernes, diversas
agencias internacionales citaban fuentes europeas para anunciar la conferencia
telefónica celebrada por el Eurogrupo. La agencia británica Reuters se refirió
a una fuente “del Gobierno alemán”, que oficialmente se ha mantenido cauteloso
durante los dos días. Ayer, el ministro Wolfgang Schäuble disipó cualquier duda
acerca de quién ha ejercido presiones: “Hemos instado a España a que tome
decisiones”, informa Juan Gómez.
El nerviosismo en las grandes capitales se
explica por la proximidad de las elecciones griegas, en las que la posible victoria de la
plataforma izquierdista Syriza podría acarrear la supresión de los programas de
austeridad y, con ellos, de los pagos de los próximos tramos del rescate a
Atenas. Si esto sucede, podrían precipitarse los acontecimientos. Ni siquiera
una fractura del euro puede descartarse. En esas condiciones, el contagio
podría arrollar a España y a otros países como Italia. De ahí el apremio para
que España apuntale sus bancos con dinero público europeo.
La petición de rescate fue la habitual
ceremonia de la confusión: Bruselas viene a decir que es España quien lo ha
pedido, y Madrid asegura que es la UE quien ha puesto ese dinero a su
disposición. En cualquier caso, el mero anuncio de esa línea de crédito de
100.000 millones —que concede un margen considerable frente a las necesidades
de unos 40.000 millones para la banca, según la primera estimación del FMI—
puede dar algo de aire al Gobierno ante unas semanas complicadas, según fuentes
financieras. Al efecto de las elecciones griegas se sumarán en el plazo de unos
días las futuras evaluaciones del sistema bancario. “España debe tener un
cheque preparado en cuanto esas cifras se conozcan”, explicaron fuentes
diplomáticas.
Pendientes del mercado
Al Ejecutivo le quedan días duros por
delante, en los que deberá convencer a los mercados y a los ciudadanos de que
el acuerdo es tan positivo como ayer vendía el titular de Economía. Guindos se
esforzó en recalcar por activa y por pasiva que lo acordado por el Eurogrupo no
constituye un rescate, sino un préstamo “en condiciones muy favorables” que
tendrá efectos positivos en la economía, porque reforzará a la banca y
reactivará el crédito a empresas y familias. Vaticinó que supondrá un bálsamo
para los mercados. Y justificó la ausencia de Rajoy: “Yo soy el miembro del
Eurogrupo; el presidente del Gobierno no lo es”.
Pero no consiguió disipar algunas dudas
acerca de las secuelas de esa decisión fundamental para el devenir de España.
El rescate español es diferente, pero las tres experiencias europeas parecidas
no son precisamente un éxito. Los países que solicitan ayudas internacionales,
en general, no suelen querer repetir esa experiencia: para los gobernantes, la
prueba del ajuste forzado se paga generalmente con la pérdida de las
elecciones, incluso con un alejamiento duradero del poder; para los pueblos, el
coste se mide en empleos destruidos, en rentas perdidas, en prolongadas y
dolorosas recesiones. Algunas consecuencias del rescate, en fin, supondrán
profundos cambios, algunos de los cuales están todavía en la penumbra. El
Ejecutivo, por ahora, se niega a anticiparse a esas cuestiones. “Si la sociedad
no va a sufrir las consecuencias del rescate, como sostiene el Gobierno, ¿por
qué no se pidió antes la ayuda?”, le espetó un periodista a Guindos en su comparecencia.
“A usted no le toca preguntar ahora”, cerró el ministro.
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