Quisiera hacer una llamada
de atención sobre algún aspecto de nuestra cultura respecto al que debe
reflexionarse, porque causa un grave daño social al provocar que muchas
familias se rompan o crezcan desestructuradas. Nuestra cultura tradicionalmente
ha promocionado criterios marcadamente machistas, y ha considerado que el rol
del padre es simplemente el de proveer sustento económico para los hijos. Tan
es así, que incluso la propia legislación considera únicamente dicho criterio
económico para determinar la responsabilidad o irresponsabilidad del padre: si
pasa cuota alimenticia ya es responsable.
Ni la ley ni la sociedad se plantea la
responsabilidad del padre con similares criterios a los de la madre. La madre
es irresponsable si no cuida o si abandona al hijo; sin embargo ese no parece
ser un criterio para juzgar la responsabilidad de un padre, y numerosos padres
adoptan esa actitud sin tener encima el peso de su conciencia, ni tampoco el de
la ley.
Pese a ello, son
también bastantes los padres que dedican a sus hijos similar atención a la que
les dedica su madre; padres que están con sus hijos, que les apoyan, que les
acompañan, que les ayudan, que les enseñan, que les educan, que les guían.
Padres que entienden que ese es su rol fundamental, más allá de su compromiso
económico, y se sienten realizados con él. ¿Por qué lo hacen? Indudablemente
porque se lo dicta su propia responsabilidad como padres, y, más aún, porque
han descubierto que disfrutan con ello del mismo modo que la madre.
Surge entonces un interesante debate:
¿Por qué esa diferencia entre unos padres y otros? ¿Por qué esa forma tan
diferente de entender la responsabilidad como padres? La respuesta está, como
casi siempre, en la educación.
El sentido de la
responsabilidad, aunque tiene algo de innato, fundamentalmente se educa. Sin
embargo, el sentido de la responsabilidad no es único; abarca diferentes áreas,
y no necesariamente se siente la responsabilidad de igual manera en unas áreas
que en otras, depende de la jerarquía de valores que se tenga.
Hay personas que
muestran una gran responsabilidad en determinados aspectos, y no en otros, como
el familiar, por ejemplo. Cada aspecto del sentido de la responsabilidad se
educa independientemente de otros. El sentido de la responsabilidad paternal y
familiar se educa sobre todo con el ejemplo. Es frecuente por ello, que hijos
que han crecido en el marco de un sentido integral de la responsabilidad
paterna “hereden” ese mismo compromiso. Asimismo, es muy frecuente que hijos
que se han criado en un marco de irresponsabilidad en este sentido tiendan a
repetir en el futuro el mismo patrón.
Definitivamente, no se trata de ninguna
herencia. Los primeros aprendieron dicho compromiso porque lo vivieron, lo
respiraron cada día, e inconscientemente reconocen su beneficio y su
importancia, y el repetir el patrón se convierte en una inclinación que se
desarrolla con total naturalidad e ilusión; no necesitan ninguna presión; desde
hace tiempo aprendieron lo que tenían que aprender.
Algunos, no
obstante, se apartan de dicha inclinación influenciados por factores sociales.
Los segundos no tuvieron ocasión de aprenderlo; tampoco lo
añoraron, porque no lo conocieron. Por ello mismo tampoco lo valoran
suficientemente y, en general, se sienten incómodos con él. No obstante, no
dejan de admirar en cierto modo a quienes manejan bien este compromiso, y
algunos de ellos hacen el intento; a veces con resultados positivos.
En este día del padre, mis felicitaciones a todos los padres que lo son
de verdad, y no solo porque tienen algún hijo, y ojalá que sean cada vez más.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se
ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la
profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma. Fui la primera Psiquiatra
infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos
como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes
en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después. Estoy absolutamente convencida del rol
fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.
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