
Cuando
suceden este tipo de cosas, alguien con un mínimo de sensibilidad debería
quedarse atónito. Sin embargo, la frecuencia con que suceden este tipo de
hechos nos hacen perder esa sensibilidad, y asumimos estas situaciones como
algo cotidiano. Esto es un arma de doble filo; por una parte, es un mecanismo
de defensa de nuestra mente para evitar sufrir, pero, por otra, nos sume en una
pasividad que bloquea cualquier posibilidad de reaccionar y de tomar medidas
que traten de evitar tales hechos. Aparentemente, de alguna manera nos vamos
acostumbrando y conformando con la situación; nos empieza a dar igual mientras las
víctimas no seamos nosotros, y nos vamos resignando a vivir en esta cultura de
muerte.
Y digo aparentemente, porque en el
subconsciente de la población poco a poco se va cultivando una reacción de
rechazo hacia los vínculos que nos unen a esta cultura cada vez más violenta;
se va generando una reacción de desagrado hacia el propio país, que no nos
proporciona un ambiente adecuado para vivir, país que defiende la vida de los
no nacidos de la forma más radical, pero donde, después de nacidos, morir es
tan, pero tan fácil como nacer; y se va socavando aún más la baja autoestima
social que ya de por sí tenemos los salvadoreños en virtud de nuestra imagen
ante los demás y ante nosotros mismos; imagen siempre vinculada a la pobreza y
a la violencia, la cual no podemos superar.
Todas
estas reacciones son lógicas, y no suelen hacerse manifiestas en público, por
lo que los consultorios de los profesionales de salud mental son un buen
instrumento para detectarlas. Yo, en lo particular, puedo observar que hay
desesperanza y deseo de irse a otra parte; Y ello es peligroso, porque si hay
algo que no necesita un país que debe levantarse es la desesperanza y el
abandono de su población.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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