Tomado de El tiempo
Filas
de 12 horas para acceder a productos básicos en Venezuela
Escasez de alimentos en el país obliga a miles de personas a acudir a
los mercados desde temprano.
Por Valentina Lares Martiz
Giselle tiene 17 años y el viernes no pudo ir al liceo; perdió
cinco clases. Llegó detergente en polvo, harina para arepas y aceite al Central
–como le dicen a la Central Madeirense, una red privada de supermercados–, y
tuvo que ir a hacer la cola (fila) para comprar porque su mamá no podía perder
otro día de trabajo. Pensó que se tardaría dos o tres horas, pero la diligencia
le tomó siete; llegó a las 9 de la mañana y salió con la compra hecha a las
3:30 de la tarde.
“Lo hago porque mi
mamá está también enferma y mi hermano es pequeño; soy la única que la puede
ayudar”, le dice a EL TIEMPO. “A ella no le gusta que pierda clases, pero nos
tenemos que turnar; a veces ella no trabaja, a veces yo no voy a la escuela. No
podemos comprar las cosas en la bodega porque las revenden muy caro… yo
quisiera que las cosas fueran como antes”.
La nueva forma de hacer mercado en Venezuela es una mezcla de
suerte, contactos, a veces dinero extra y sobre todo mucha paciencia.
Desde hace al menos tres años, la escasez de productos básicos
–cuyos precios regulados por el Gobierno son ridículamente bajos en comparación
con los precios internacionales– ha generado entre la gente todo tipo de
estrategias para conseguirlos.
Entre los más
comunes, el clásico ‘madrugonazo’ (esperar desde muy temprano la apertura del
mercado), las llamadas entre familias, amigos y vecinos para avisar la llegada
de mercancía y las crecientes ‘propinas’ a empleados de abastos y mercados para
‘apartar productos’ o que permitan llevar un poco más de los topes establecidos
por el negocio.
Pero ante el agravamiento de la escasez (algunos rubros como
detergente, leche, aceite o pañales presentan una escasez de hasta 90 por
ciento, según cámaras de comerciantes), el ciclo empeora: aumentan los nervios
y también las filas de compradores. La señora Blanca Torres tiene casi 70 años
y no puede hacer las filas; por eso le paga a un muchacho en la zona de Chacao
para que le compre mercancía y se la lleve, sobre todo leche. Como a ella, él
le hace ‘el mandado’ a otras personas mayores de la zona y al menos tiene para
vivir.
El ‘nuevo empleo’
Como esas familias, los establecimientos comerciales, panaderías
y restaurantes han creado, quizá sin proponérselo, una nueva especie de
‘empleo’ cuyos candidatos solo requieren dos requisitos elementales: ser
honestos y tener tiempo.
Nicanor Gómez –prefiere no revelar su verdadero nombre– es
gerente de un restaurante de mariscos y pescado en el costero estado Vargas y
ante la creciente escasez de productos explica que tiene tres ‘proveedores
especiales’ a quienes les paga por conseguirle la preciada mercancía regulada.
“No puedo tener todo el día a los empleados del restaurante buscando cosas; eso
era al principio que comisionaba a uno, luego a otro”, dice. “Por eso desde
hace como seis meses tengo tres colaboradores que cuando me consiguen harina de
arepas, margarina, aceite y pasta de tomate me llaman, me lo traen y me cobran
como quien dice una ‘comisión’”. “Ellos saben que eso es lo que necesito, me
ayudan y yo los ayudo”.
La dueña de una reconocida pastelería caraqueña (ninguno da su
nombre por temor a sanciones) hace lo mismo. Algunos empleados del mercado a la
vuelta de la esquina le avisan cuando llegan sus ‘dolores de cabeza’ –azúcar,
margarina y leche– y le apartan algunas cajas.
“Hasta hace como dos años funcionábamos normal, con proveedores.
Uno llamaba y traían los 500 kilos de azúcar o los 200 litros de leche a la
semana que necesitamos, pero ahora solo sigue trabajando el de la harina de
trigo. A esos empleados del mercado no les pago con dinero sino que vienen y
consumen gratis en mi establecimiento todos los días”, dijo a EL TIEMPO.
Pero de colas y desabastecimiento en Venezuela nada como lo que
se ha visto desde que llegó 2015.
Diariamente, miles de personas se vuelcan a los mercados, so
pena de pasar hasta 10 y 12 horas esperando por los bienes más elementales,
bajo la custodia cada vez más reacia de militares y policías (que incluso la
semana pasada detuvieron a 16 personas que trataron de tomar fotos de las
filas, incluyendo a periodistas) desplegados en grandes cadenas de mercados
oficiales y privados, mas no en las zonas populares y establecimientos
comerciales, donde abastos y buhoneros revenden los productos regulados hasta
ocho veces por encima del precio establecido por el Gobierno.
Por ejemplo, en el barrio de Las Minas, en Caracas, aunque está
regulada a 83 bolívares el kilo de pechuga de pollo se vende a 400 bolívares el
kilo –8 dólares, si se toma el tipo de cambio oficial más alto–, y los abastos
venden los pañales detallados a 20 bolívares –40 centavos de dólar–, aunque un
paquete de 32 pañales cuesta 170 bolívares (3,40 dólares).
La harina de arepas, regulada a 12 bolívares, se revende a 40;
la leche en polvo, regulada en 70 bolívares, la llegan a vender hasta en 400.
Estos precios repotencian la fruición por los productos
regulados, que se venden a gran velocidad.
Según el gerente de un supermercado citado por el medios de
comunicación El Nacional, el pasado martes recibieron 800 bultos de pañales
(512.000 paquetes) y, aunque la cantidad normalmente habría abastecido el lugar
por dos años, la mercancía se vendió en seis horas.
Detenidos por
protestar
Caracas (Reuters). El
pasado fin de semana, al menos 16 personas fueron detenidas en las filas a las
afueras de los supermercados por mostrar carteles con mensajes de protesta o
tomar fotos de las filas y, otros, por alzar su voz en señal de desaprobación.
Sin embargo, el Gobierno ha negado la escasez y ha denunciado una campaña
‘manipuladora’ para generar inestabilidad y zozobra en el país. Esta semana
pusieron en libertad a 12 de los retenidos y se espera que los demás sean
liberados.
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