domingo, 18 de julio de 2010

Vinos españoles más que una tradición una dinastía

Basado en un artículo de Jay McInerney
Información Económica por Luis Montes Brito


Pacs del Penedès, España

La caída de los precios en origen del vino, las buenas cosechas y la caída de la cotización del euro frente al dólar han supuesto en los últimos meses un fuerte impulso para las exportaciones españolas de aceite y vino. Desde el inicio de la campaña en noviembre pasado hasta mayo, las exportaciones de aceite de oliva ascendieron a 430.000 toneladas, un 23% más que el año anterior y un 36% más que la media de los últimos cuatro años.

Las ventas mensuales se han elevado a más de 70.000 toneladas. El sector prevé alcanzar al final de la campaña la cifra récord de 700.000 toneladas. El crecimiento más importante corresponde a Australia, Japón, China, Polonia y EE UU. El grueso de las ventas, aproximadamente la mitad del total, se dirige a Italia, fundamentalmente en forma de graneles para su comercialización como aceite de oliva italiano.En la parte negativa, solo el 30% de las ventas se hacen envasadas y que el resto sean en forma de graneles. Las ventas dentro de España están estabilizadas, con un incremento del 3%.

Las exportaciones de vino durante los cuatro primeros meses del año crecieron un 17%. Sin embargo, en valor el aumento ha sido solo del 6%, consecuencia de la presión a la baja que ejercen en los mercados mundiales los caldos de los países emergentes. El crecimiento más importante ha correspondido a los vinos envasados sin denominación de origen con la nueva figura de los Vinos de la Tierra, así como de los vinos de graneles. Las ventas de vinos de más calidad se mantienen estables.

Muchos conocedores del vino conocen el Juicio de París, el concurso de 1976 en el que varios vinos del Valle de Napa, en California, consiguieron mejores calificaciones que los mejores exponentes de Burdeos y Borgoña. A los productores de vino franceses no les causó ninguna gracia.

Los amantes de los vinos franceses deben haberse irritado de forma similar cuando tres años después un vino español superó al Château Latour de 1970 y otros de los mejores vinos de Burdeos en otra degustación a ciegas auspiciada por Gault Millau, la prestigiosa guía culinaria francesa. El vino en cuestión era un Torres Gran Coronas, un cabernet de cuatro años proveniente de Penedès, una zona de colinas ubicada a una hora de Barcelona.

En la época de los llamados Juegos Olímpicos del Vino de Gault Millau, España era más conocida por el jerez y la bota de vino de la cual bebía Sancho Panza. La propia viña Torres era más conocida por un tinto producido en masa con un toro de plástico que colgaba del cuello de la botella. Unos pocos entendidos sabían de la existencia de la bodega Vega Sicilia, en la Ribera del Duero, que producía vinos tintos con cuerpo y dignos de añejar. La Rioja también producía algunos vinos excelentes, pero el nivel general de ambición y destreza técnica no se destacaba. Treinta años más tarde, España es la nueva Italia (que era, hasta hace poco, la nueva Francia). Todas las semanas aparece con mucho alboroto algún vino boutique de una zona de España poco conocida hasta el momento. Pero ninguna viña es más innovadora o emblemática de la historia española reciente que Torres.

El elegante y cortés Miguel Torres tiene ojos celestes y se viste al estilo inglés tradicional. A los 68 años, parece conservar una curiosidad jovial: hace poco decidió comenzar a estudiar japonés y puede sostener una conversación en ese idioma con su importador japonés, cuya visita anual a Penedès coincide con la mía. Conduce un Toyota Prius, que parece ser un testamento tanto de su modestia como de su pasión por el medio ambiente. Dejó de usar pesticidas hace 20 años y ha prometido reducir las emisiones de dióxido de carbono en la bodega en un 30% para 2020. También compró terrenos en las zonas más altas y frescas cerca de los Pirineos, en caso de que el calentamiento global vuelva demasiado cálidos los viñedos de las zonas más bajas en el Penedès.

La familia Torres está en el negocio del vino desde hace varios siglos, aunque la empresa actual data de 1870, cuando Jaime Torres regresó a su tierra natal luego de hacer una fortuna en Cuba. Miguel Torres (que tiene un hijo y una hija que trabajan con él y otra hija que es doctora) sucedió a su autocrático padre, Miguel Torres Carbó, quien se resistió a muchas de las innovaciones de su hijo pero también rescató a la empresa familiar de las cenizas de la guerra civil española.

En el caos previo a la guerra, Torres Carbó tuvo que abandonar la viña. "Los anarquistas tomaron el control de Cataluña", explica su hijo, "y mataron a muchos dueños de fábricas y de bodegas. Mi padre fue a Barcelona y trabajó como farmacéutico y químico, para producir vacunas para los republicanos. La viña fue confiscada y la propiedad pasó a los trabajadores". A pesar de la atmósfera venenosa de la lucha de clases, los trabajadores aparentemente llamaban al jefe exiliado de forma regular para pedirle consejos. En enero de 1939, la vinería fue bombardeada por los nacionalistas y destruida en gran parte. "Luego, cuando terminó la guerra", relata Torres, "mi padre fue tomado prisionero y enviado a un campo de concentración. Afortunadamente, tenía un primo que era coronel en el ejército de Franco, quien logró su liberación unas semanas después". Decidió exiliarse en Cuba, donde fue concebido Miguel hijo.

Torres Carbó estaba en la ciudad de Nueva York cuando se enteró de que los alemanes habían invadido Francia. Inmediatamente comenzó a cortejar a ansiosos importadores estadounidenses, a quienes les aseguró que podía proveerles Chablis español y Borgoña español para satisfacer la demanda de vino francés. Torres Carbó regresó enseguida a España para expandir su negocio y les compró uvas a agricultores locales y envió a EE.UU. una imitación de vino francés. Miguel hijo, quien creció en Barcelona, quería saber más sobre los procesos de producción. Estudió enología en Dijon y regresó a España con el deseo de producir vino de primera calidad.

En 1965, un viñedo excepcional de 26 hectáreas llamado Mas La Plana se puso a la venta y Miguel convenció a su padre de comprarlo. "Sabía que teníamos que plantar cabernet allí", dice. Tan sólo cinco años después, los viñedos produjeron el vino que ganaría el concurso de Gault Millau.

Poco después de la muerte de Franco en 1975, Miguel padre envió a su hijo al Nuevo Mundo. "Había huelgas por toda España y mi padre recordaba la guerra. Dijo: 'No quiero pasar otra vez por eso '", cuenta.

Luego de recorrer California, Torres hijo decidió que el Valle Central de Chile era un paraíso vitivinícola, una conclusión convalidada numerosas veces en los años posteriores aunque distaba de ser obvia en el momento. En Chile, al igual que en España, fueron los primeros en introducir nuevas tecnologías como tanques de fermentación de acero inoxidable con temperatura controlada.

En el mundo del vino de alta calidad, por supuesto, más difícilmente significa mejor. La mayoría de los entendidos diría lo contrario. Como los fans de música adolescentes que dejan de lado a su banda favorita ante la primera señal de masificación, los conocedores y los críticos —yo incluido— suelen buscar las botellas más nuevas y raras de productores boutique. Me estremecí cuando escuché las cifras de producción de Torres: 44 millones de botellas al año y 200 millones de euros (US$250 millones) en ventas.

Pero a diferencia de su amigo Robert Mondavi, quien comenzó como productor de vinos premium y bajó de categoría de una forma que muchos consideran que puso en peligro el valor de la marca, Torres fue en la dirección casi opuesta: aprovechó las ventas masivas para financiar la producción de variedades de lujo de un mismo viñedo. En 1984, comenzó un proyecto para recuperar variedades indígenas españolas, al plantarlas en un hermoso viñedo amurallado llamado Grand Muralles, que eventualmente produjo uno de los vinos nuevos más intrigantes de España.

Y si hubiera una degustación a ciegas de vinos cabernet de culto de Napa, sospecho que su mejor cabernet chileno, Manso de Velasco, podría superar a algunos gigantes, de la misma forma que lo hizo su primer cabernet hace 30 años.

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