Una marcha a
favor de la reforma inmigratoria en Washington en abril.
Algunos demócratas
tienen reservas sobre la reforma inmigratoria en EE.UU.
Por
Recca Ballhaus
A Dexter Jackson, chef en
un restaurante de barbacoa en Carolina del Sur, le preocupa de que haya un alto
desempleo y el Congreso esté a punto de empeorar la situación. La relajación de
las normas de inmigración, opina, "quita empleos a los estadounidenses".
Jackson, de 24 años,
concuerda con muchos legisladores en el Congreso de Estados Unidos en su
escepticismo hacia las propuestas actuales a favor de reformar las leyes de
inmigración. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de ellos, es demócrata y
votó por el presidente Barack Obama.
Los demócratas que tienen
reservas sobre la reforma inmigratoria son una minoría dentro del partido, pero
es un grupo compuesto en gran parte por personas de bajos ingresos.
Ahora, en momentos en que
las propuestas de inmigración encaran obstáculos en la Cámara de
Representantes, las voces de estos demócratas, combinadas con inquietudes
similares expresadas por republicanos, podrían fortalecer los argumentos de que
permitir el ingreso de más trabajadores temporales a EE.UU. y legalizar a los
indocumentados reduciría los sueldos y empleos de los estadounidenses.
"Sigo siendo de
centroizquierda […] simplemente no creo que deberían aprobar la [ley de]
inmigración", asevera Rebecca Leach, una ex auxiliar de enfermería de 36
años de Nuevo Hampshire, quien regresó a la universidad para obtener un empleo
mejor remunerado. Leach, quien es demócrata y votó por Obama, dice que la idea
de traer más trabajadores al país le parece "muy frustrante", dados
sus propios desafíos para ganarse la vida.
"Yo tengo que luchar,
y he estado en este país toda mi vida", señala Leach, una madre soltera.
Cuando una encuesta de The
Wall Street Journal/NBC News preguntó en abril si la inmigración fortalece o
debilita al país, 68% de los demócratas dijo que lo fortalecía. No obstante,
entre los demócratas con ingresos familiares por debajo de US$30.000 al año (la
media en EE.UU. entre 2007 y 2011 fue de US$52.762, según la Oficina del Censo),
53% consideró la inmigración como beneficiosa, con una minoría grande de 42%
que opinó que debilitaba el país.
Los republicanos tienden a
ver la inmigración desde un punto de vista negativo y a oponerse a los intentos
de reformar las leyes de inmigración. Entre todos los republicanos, según la
misma encuesta, sólo 37% afirmó que la inmigración fortalece a EE.UU. y 52%
dijo que debilita al país.
Los temores sobre el efecto
de los inmigrantes en la clase obrera llevaron a que algunos sindicatos y
legisladores demócratas se opusieran al último intento de reforma inmigratoria,
en 2007. Se están volviendo a escuchar opiniones similares, aunque esta vez son
más moderadas.
Ahora, los sindicatos
figuran entre los promotores más importantes de la propuesta del Senado para
modificar las leyes de inmigración, ya que ven a los nuevos trabajadores como
potenciales miembros en momentos en que registran grandes declives en su
membresía. Los legisladores demócratas ven cada vez más a los votantes latinos,
que tienden a respaldar una reforma, como un grupo electoral clave.
Y en esta ocasión, un
presidente demócrata está respaldando la reforma, mientras que en el último
intento fue un republicano, George W. Bush, el que apoyó el plan.
Eso deja a los legisladores
republicanos como los defensores más acérrimos del argumento de que incorporar
a trabajadores extranjeros perjudicará a los estadounidenses.
"Este proyecto de ley
traerá cantidades enormes de nuevos trabajadores para ocupar los pocos empleos
que se están creando", sostuvo hace poco el senador republicano Jeff
Sessions, de Alabama, en una sesión de la cámara alta.
Algunos demócratas subrayan
temores similares. "Un ciudadano debería conseguir el trabajo antes que un
inmigrante", indica Max Morcha, quien trabaja en una empresa de colocación
de concreto en Kansas. "He estado haciendo este tipo de trabajo durante
los últimos veintitantos años y lo he visto cambiar de ciudadanos que viven
aquí a un grupo de descendencia hispana. Es una vergüenza".
En respuesta a estas
posturas, algunos legisladores de ambos partidos han intentado agregar a la
legislación estipulaciones sobre capacitación laboral para dar a los
estadounidenses una mejor oportunidad para conseguir plazas vacantes,
particularmente empleos de alta cualificación.
Los sindicatos, un grupo
clave en la coalición demócrata, argumentan que legalizar a los inmigrantes
beneficiará a todos los trabajadores, al facilitar el cumplimiento de
estándares salariales y normas sobre condiciones laborales. Jeff Hauser,
intermediario político para medios de la AFL-CIO, una federación de 57
sindicatos que representa a 12 millones de trabajadores en EE.UU., dice que los
estadounidenses ya están compitiendo con los indocumentados. La reforma,
asevera, implica que los empleadores "inescrupulosos" que usan mano
de obra indocumentada tendrán que regresar a prácticas de contratación justas.
De forma similar, Adriana
Kugler, profesora de política pública de la Universidad de Georgetown y ex
economista jefe del Departamento de Trabajo, apunta que la inmigración facilita
que las empresas contraten en EE.UU. para cubrir puestos que habrían sido
enviados al exterior. "No es que los inmigrantes les estén quitando
empleos a personas que se encuentran aquí", afirma. "Lo que parece
estar sucediendo es que los inmigrantes están tomando trabajos que de otra
forma habrían sido tercerizados a otras partes".
Kugler también desestima el
temor a que el aumento de inmigrantes reduzca los salarios, señalando una
cláusula en el proyecto de ley que obliga a los empleadores a contratar a
inmigrantes pagando el sueldo prevalente.
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