Tomado de The Wall Street
Journal
La Calle La Calzada y la Catedral de Granada
Por qué Nicaragua es un
paraíso para los jubilados
Por Jim Lynch
Cada nuevo día en esta ciudad de casi
500 años de existencia va acompañado de una sinfonía compuesta por los cantos
de los gallos, el ruido de los cascos de los caballos que mueven las carretas y
los ladridos de los perros. Mi esposa y yo nos mudamos a Granada, Nicaragua,
hace tres años después de vivir dos años en Costa Rica.
Ubicada en la orilla norte del Lago de
Nicaragua, Granada es una ciudad llena de calles estrechas y paredes
interminables de colores brillantes, algunas de las cuales son centenarias. De
vez en cuando aparecen las puertas ocasionales, algunas sofisticadas, y otras
sencillas, y al otro lado de ellas puede haber desde un palacio hasta una choza
con piso de tierra. A menudo llamada la "Ciudad de las Puertas",
Granada es maravillosa para caminar y andar en bicicleta, ya que ofrece
restaurantes, tiendas y mercados en todas las calles.
Nuestra decisión de mudarnos a
Centroamérica en 2008 estuvo principalmente ligada a la salud. Nos jubilamos
cuando ambos habíamos cumplido 62 años, pero Medicare —el programa público de
Estados Unidos que cubre gastos médicos para la tercera edad— no está
disponible hasta los 65 años. Por lo tanto, decidimos abandonar EE.UU. durante
esos años y buscar un sistema de salud bueno y asequible en un entorno nuevo.
Costa Rica ciertamente cumplía con esos
requisitos, pero Nicaragua ha resultado ser incluso mejor. Elegimos Granada por
su belleza y cercanía al respetado Hospital Metropolitano Vivian Pellas, a unos
45 minutos en las afueras de Managua. El cuidado médico aquí es igual, sino
mejor, que lo que teníamos en nuestro estado de origen en Tennessee, y a una
fracción del costo.
No tomamos a la ligera nuestro traslado.
Al igual que muchos otros, visualizamos al principio a Nicaragua como una zona
devastada por la guerra, desolada y peligrosa. La realidad es bastante
distinta.
Gente amigable
La lista de hallazgos agradables
comenzaría con la gente, entre las personas más afables que hemos conocido. En
la mayoría de los casos, los habitantes locales han recibido a los extranjeros,
especialmente a los jubilados, con los brazos abiertos. Muchos son conscientes
del beneficio que representamos para la economía y toleran nuestros débiles
intentos de hablar español. Además, muchos hablan inglés. Por fortuna, el
idioma no ha sido un gran problema.
A excepción de la electricidad y la
gasolina, los gastos son notablemente bajos. Un buen corte de pelo cuesta unos
US$2 y una cena de filet mignon en uno de los restaurantes elegantes sale por
cerca de US$10. Los taxis lo pueden llevar de un extremo de la ciudad a otro
por US$0,45 (no tenemos auto), y una cerveza fría vale menos de US$1.
Alquilamos un lindo departamento que
incluye piscina, un pabellón y un jardín lleno de árboles de frutas. (Hay
plátanos, mangos, aguacates, limones y cocos). Nuestro presupuesto mensual —que
incluye alquiler, cuentas de servicios públicos, alimentos, medicinas y otros
artículos— ronda los US$1.800. Para los que prefieran algo más permanente, hay
propiedades fácilmente disponibles para comprar.
Un día típico para nosotros consiste en
visitas y comidas con amigos, excursiones a atracciones cercanas, asistencia a
varios eventos culturales, juegos de béisbol, paseos a pie o simplemente
disfrutar de nuestro hogar.
Regresando a la atención médica,
pagamos de nuestro propio bolsillo todos los servicios y medicamentos. Las
tarifas ascienden a entre 20% y 30% de lo que serían en EE.UU. Por ejemplo, una
cita con nuestro doctor cuesta US$15, y nos da su atención exclusiva por el
tiempo necesario. (Incluso hace visitas a domicilio por el mismo precio).
El hospital Vivian Pellas acepta varios
planes internacionales de seguro (aunque Medicare no es uno de ellos) y ofrece
dos planes de descuento que, dependiendo de la edad del paciente, representan
ahorros considerables.
A menudo nos preguntan sobre la
seguridad. Usamos nuestro sentido común y nos sentimos cómodos deambulando por
las calles de la ciudad a casi cualquier hora. La recomendación general es
llevar poco dinero, no usar joyas caras y andar en taxi después de las 9 de la
noche. Hasta esa hora, la mayoría de las familias colocan sus mecedoras al lado
de las aceras y disfrutan de la brisa nocturna.
El calor
La principal desventaja para nosotros
es el calor. Nicaragua tiene dos temporadas, la lluviosa y la seca, y las
temperaturas pueden ser sofocantes durante ambas. La época lluviosa empieza a
mediados de mayo y se prolonga hasta mediados de diciembre y ofrece poco alivio.
Otro tema a considerar es la pobreza.
Solamente Haití es más pobre entre los países de América Latina. Nicaragua
tiene una clase baja enorme —probablemente más de la mitad de la población— y
el gobierno parece hacer muy poco para ayudar a los pobres. Una buena parte de
nuestros fondos de jubilación van a organizaciones locales de beneficencia.
Finalmente, los nicaragüenses son
indiferentes a los horarios. Un trabajador que promete llegar al mediodía puede
llegar al mediodía. Pero también puede aparecer al día siguiente. O el próximo
martes. O nunca. La paciencia es una virtud. No hemos regresado a EE.UU. desde
que partimos, pero nuestros amigos nos visitan. Como les decimos:
"Vénganse. La cerveza está fría y la puerta siempre abierta".
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