Tomado de The Wall Street Journal
La tiranía de las mujeres al mando
El
llamado síndrome de la abeja reina, según el cual las mujeres en posición de
poder tratan de minar a sus subalternas, está más vigente que nunca
Síndrome
de la Abeja Reina:
La
mujer líder que no sólo no tiene ningún interés en promocionar las carreras de
mujeres que podrían seguir sus pasos, sino que incluso puede tratar activamente
de cerrarles el camino.
Por PEGGY
DREXLER
Kelly era una mujer
brillante de treinta y pico de años: inteligente, preparada, ambiciosa y…
confundida. Puede que incluso un poco asustada.
Trabajaba en una importante
firma de consultoría. Su jefa era tan diligente que Kelly esperaba que la
ejecutiva —una de las pocas mujeres en la cúpula de la empresa— se convirtiera
en su mentora. Pero empezó a sentir que algo no iba bien. En reuniones, su jefa
descartaba sus ideas sin discusión e incluso la interrumpía en medio de una
frase. Kelly empezó a enterarse de reuniones a las que no había sido convocada
y se vio excluida del pequeño círculo de confidentes más cercanos de la jefa.
Lo que tenía desconcertada
a Kelly es que, por lo general, le estaba yendo bien en la firma. Se sentía
respetada y apoyada por los demás socios. Sin embargo, uno de los jefes habló
con ella en privado y confirmó sus sospechas: su jefa había sugerido a los
demás que tal vez Kelly sería más feliz en otro trabajo, "más en línea con
sus habilidades".
Conocí a Kelly cuando
estaba llevando a cabo mi investigación sobre mujeres en el entorno laboral.
(Para proteger su privacidad y la de otras mujeres en el estudio, me refiero a
ellas sólo por sus nombres de pila). Yo no estaba segura de que Kelly hubiera
hecho algo malo sino que tuvo la mala suerte de toparse con una "abeja
reina".
Tras pasar décadas dedicada
a la psicología, un campo abarrotado de mujeres muy competitivas, el arquetipo
de abeja reina me resultaba familiar: la mujer líder que no sólo no tiene
ningún interés en promocionar las carreras de mujeres que podrían seguir sus
pasos, sino que incluso puede tratar activamente de cerrarles el camino.
El término de
"síndrome de la abeja reina" fue acuñado en los años 70, después de
un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Michigan, que
examinaron las tasas de ascenso y el impacto del movimiento feminista en el
campo laboral. En un artículo publicado en 1974 en la revista Psychology Today,
los investigadores presentaron sus hallazgos, basados en más de 20.000
respuestas a su encuesta. Descubrieron que las mujeres que alcanzan el éxito en
entornos dominados por hombres eran a veces proclives a frenar el ascenso de
otras mujeres. Esto ocurría, según sus argumentos, en gran parte porque la
cultura patriarcal del trabajo alentaba a las pocas mujeres que llegaban a la
cima a obsesionarse con mantener su autoridad.
Cuarenta años después, el
síndrome todavía persiste, dada la mayor incorporación de las mujeres a las
altas esferas gerenciales. Esta generación de abejas reina no está menos
determinada a afianzar su posición de hembras alfa ganada con creces. Lejos de
nutrir el desarrollo de talentos femeninos más jóvenes, eliminan posibles
competidoras, socavando su seguridad en sí mismas o debilitando su posición
profesional. Es una tendencia llena de ironía: las mismas mujeres que se
quejaron durante décadas sobre el trato desigual que recibieron, ahora
perpetúan muchos de los mismos problemas.
Una encuesta entre 1.000
trabajadoras estadounidenses llevada a cabo en 2007 por la Employment Law
Alliance, una alianza laboral con sede en San Francisco, descubrió que 45% de
las que participaron habían sido intimidadas en la oficina (abuso verbal,
sabotaje profesional, mal uso de la autoridad, destrucción deliberada de
relaciones, etc.) y que 40% de los presuntos abusadores eran mujeres. En 2010,
el Workplace Bullying Institute, una organización sin fines de lucro que
supervisa los abusos en el entorno laboral, reportó que las mujeres
maltratadoras dirigían sus hostilidades a otras mujeres 80% de las veces, un
alza de 9% desde 2007.
Un sondeo de 2011 de 1.000
mujeres empleadas llevado a cabo por la Asociación Estadounidense de Gestión
reveló que 95% de ellas creían que habían sido saboteadas por otra mujer en
algún momento de sus carreras. Según una encuesta de 2008 de la Universidad de
Toronto a casi 1.800 trabajadores estadounidenses, las mujeres que trabajaban
para supervisoras reportaron más síntomas de estrés físico y psicológico que
aquellas que trabajaban para hombres.
Claramente, algo está
fallando en esta hermandad profesional.
Erin, otra participante en
mi estudio, era redactora de culinaria para una revista. Su supervisora, Jane,
parecía ir de un extremo a otro: un día compartía con ella cotilleos sobre otro
colega pero al siguiente le gritaba porque no había completado una tarea que
Erin ni siquiera sabía que era su responsabilidad.
La redactora acabó
descubriendo que Jane hablaba mal de ella a los contactos que tenían en común
en la industria. La campaña no fue más allá de los chismes malintencionados,
pero Erin sintió que eso hacía que sus colegas la vieran de otra manera y
dificultó su camino profesional. En varios momentos, la víctima pensó que la
única manera de combatir la situación era haciendo lo mismo y empezar a hablar
mal de Jane. Pero, ¿era esa realmente la solución?
Conforme el entorno laboral
tradicionalmente dominado por los hombres se ha ido transformando, muchos
esperaban que el ascenso de las mujeres creara una oficina más amable y
cordial, donde reinara la comunicación, el trabajo en equipo y el desarrollo
personal. Pero en su lugar, algunas mujeres se encuentran con que sus vidas
profesionales están dominadas por las "niñas antipáticas" de la
secundaria que ahora son adultas: mujeres con algo que demostrar y un frágil
sentido de seguridad en sí mismas.
Lo que hace que estas
abejas reina sean tan efectivas y nocivas es que son capaces de explotar las
vulnerabilidades femeninas que los hombres no perciben. Por ejemplo, chismes de
Jane sobre la vida privada de Erin. O como cuando la jefa de Kelly comentaba
sobre su vestuario: "¿A quién tratas de impresionar hoy?" O preguntas
condescendientes como: "¿Te tomaste hoy tu pastilla de la inteligencia,
cariño?" Sus asaltos dañan carreras pero no dejan huellas.
Esa es la razón principal
por la que muchas víctimas nunca esperan esta clase de ataques y se sienten
impotentes a la hora de prevenirlos. En el caso de Kelly, la consultora asumió
que su jefa querría ayudarla a fomentar su carrera a partir de un sentido de
solidaridad femenina. Erin, a su vez, había decidido específicamente trabajar
para esa revista porque admiraba el estilo de Jane y quería aprender de ella.
¿Por qué sería Jane tan reacia a enseñarle?
Sin embargo, parece que las
jefas de Kelly y Erin no las veían como compañeras sino como amenazas. En un
mundo donde todavía hay relativamente pocas mujeres en posiciones de mando, es
una suposición lógica que el ascenso de una pueda significar la expulsión de
otra.
Si bien se está volviendo
más fácil ser una mujer profesional, eso no significa que carezca de desafíos.
Algunas mujeres —especialmente en industrias todavía dominadas por hombres—
asumen que pueden ser eliminadas en cualquier momento. El resultado es una
saturación de características negativas de liderazgo: menos confrontación
abierta que sus pares masculinos pero en última instancia, abuso. Los
comentarios sobre apariencia y vestuario son parte de su repertorio (algo que
se vería más como acoso viniendo de un hombre), así como expectativas más
altas, y a veces inexplicables, de desempeño. Puede que las mujeres que han
triunfado en campos dominados por hombres quieran creer que su lucha y éxito
fueron casos únicos.
Pero se trata de una moneda
de dos caras. Las mujeres no siempre son las mejores empleadas para las jefas.
Las subordinadas femeninas pueden mostrar menos respeto y deferencia cuando
tienen una supervisora.
Un estudio de 2007 de la
Universidad de Syracuse, publicado en el Journal of Operational and
Organizational Psychology, encontró que las mujeres son críticas con jefas que
no son empáticas. También tienden a resentir a las supervisoras que adoptan un
estilo de gestión brusco y asertivo, incluso cuando encuentran esa actitud
perfectamente aceptable para sus jefes masculinos. Por eso cuestionan y se
resisten, respondiendo a la autoridad con mala actitud.
Las abejas reina son
criaturas circunstanciales, que rodean a sus posibles rivales de una manera muy
similar a cómo el sistema inmunológico ataca a un cuerpo extraño. Se espera que
las jefas sean más "gentiles" y "flexibles" simplemente
porque son mujeres, a pesar de que es probable que esas no sean las cualidades
que las llevaron a esa posición. En los competitivos círculos profesionales
actuales, las mujeres no suelen llegar a la cima llevando pastelitos a la
oficina.
Los hombres recurren al
temor como una herramienta para su ascenso. ¿Por qué no deben las mujeres hacer
lo mismo? Hasta que las posiciones de liderazgo estén disponibles en la misma
proporción para las mujeres como para los hombres, eliminar la competencia
seguirá siendo una estrategia de supervivencia viable.
—Drexler es profesora
adjunta de psicología en psiquiatría en el Weill Cornell Medical College y es
autora de 'Our Fathers, Ourselves: Daughters, Fathers and the Changing American
Family'.
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