Lo que diferencia un buen matrimonio de un mal
matrimonio no es la existencia o no de conflictos, sino la forma en cómo se
manejan.
Legalmente,
el matrimonio es un estado civil; psicológicamente no es un estado, sino todo
lo contrario, un proceso dinámico que evoluciona y atraviesa múltiples fases;
algunas provocadas por circunstancias coyunturales externas, y otras naturales,
típicas e inherentes a la propia dinámica conyugal. Cabe señalar, en primer
lugar, la clara diferencia entre los conflictos y las crisis conyugales. Los
conflictos, en diferente forma y medida se dan de una forma más o menos
frecuente. Son algo normal en cualquier tipo de relación humana, y con mucha
mayor razón lo son en una relación tal estrecha como la conyugal.
Quisiera
en este espacio deshacer el mito del matrimonio perfecto, como aquel en el que
no hay conflictos y todo va siempre bien. Eso es a lo que muchas personas
aspiran, precisamente por esa imagen mítica que la cultura enseña y que muchos
pretenden ofrecer. Y ese es precisamente el mayor error, porque ese modelo de
matrimonio perfecto es una quimera; simplemente no existe. Los conflictos
existen siempre; son inevitables. Mejor que enseñar algo irreal como modelo,
sería mucho más útil educar en la resolución positiva de conflictos y en la
prevención de los mismos.
No
existe matrimonio en el que no haya conflictos; lo que sí sucede a veces es que
los conflictos se reprimen, pretendiendo con ello responder a ese utópico
modelo de matrimonio perfecto con el que muchas personas han sido educadas.
Pero el conflicto reprimido sigue ahí, internamente afectando a cada miembro de
la pareja. Y lo peor es que esa represión tiende a perpetuarlo y obstaculizar
con ello su resolución.
La
existencia de conflictos no significa que haya crisis, siempre y cuando los
conflictos se resuelvan adecuadamente. Hay conflictos leves que fácilmente se
pueden prevenir o resolver, pero que su acumulación termina generando crisis,
precisamente por la falta de educación en su resolución. Otros conflictos son
más graves por naturaleza, pero también pueden prevenirse o resolverse. Entre
los conflictos graves que más comúnmente dan lugar a crisis, están la
intromisión de los familiares en la vida conyugal, la disparidad de intereses o
de valores, la discrepancia de criterios respecto a los hijos, y, por supuesto,
las infidelidades, y el maltrato físico o verbal.
En
conclusión, la no resolución de los conflictos, aun cuando no sean graves,
puede dar lugar a crisis. Algunos de los conflictos graves son de difícil
resolución, e inevitablemente conducirán a una crisis seria. La represión
interna de conflictos también puede dar lugar a crisis, cuyos síntomas también
tienden a reprimirse. Las crisis tienden a separar el matrimonio en primera
instancia, y será en función de cómo se maneje esa crisis que lo separará
definitivamente, o por el contrario incluso lo fortalecerá, o bien supondrá
simplemente un “stand-by” hasta que llegue la siguiente crisis. Lo que
diferencia un buen matrimonio de un mal matrimonio no es la existencia o no de
conflictos, sino la forma en cómo se manejan.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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