Por Mark Rozzo
Hace unos 17 años, el intrépido fotógrafo y diseñador de alfombras estadounidense Mitchell Denburg se sintió atraído por una propiedad poco prometedora en las afueras de Antigua, la famosa ciudad colonial y ex capital de Guatemala. Es una ciudad llena de catedrales en ruinas, caminos empedrados y enormes parras, todos bajo la mirada del Volcán de Agua, que se levanta 3.765 metros. Aquí llegó Denburg en 1977, poco después de escaparse de la Escuela del Museo de Bellas Artes en Boston, con una cámara Olympus y sin muchos planes.
Tras tomar miles de fotos por toda América Latina, invertir US$200 en un plan para lanzar una pequeña empresa textil, conocer a su esposa (la artista y fotógrafa guatemalteca Lissie Habié) y criar dos hijas, Denburg se convertiría en uno de los fabricantes de alfombras más buscados del mundo, un artesano emprendedor y una referencia para leyendas del diseño de interiores como Albert Hadley y John Saladino. Sus creaciones adornarían las casas de Giorgio Armani, Diane Keaton y Bruce Springsteen, y una de ellas incluso terminaría en el dormitorio privado de la Casa Blanca del presidente Barack Obama.
Sobre el terreno plano de una pequeña granja con una apariencia abandonada, Denburg imaginó lo siguiente: una hacienda del estilo colonial español más majestuoso que honrara el legado arquitectónico de Antigua (la ciudad es un Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO), funcionara como vitrina para su creatividad y la de su familia, recibiera huéspedes de todo el mundo y se convirtiera en un centro neurálgico de iniciativas filantrópicas que contribuyeran al futuro de Guatemala.
"Gran parte de esto fue diseñado en servilletas", afirma Denburg, ahora de 55 años, durante una visita reciente, mientras subimos por la escalera en espiral de la torre alta de la casa para admirar lo que se ha convertido en 2.830 hectáreas de jardines, senderos serpenteantes y construcciones varias.
Actualmente, cuando uno visita la casa de Denburg, que bautizó Villa Bamboo por el enorme cerco de vegetación que la rodea, lo primero que probablemente note es el extenso techo de terracota, junto al lago ondulante y espejado que ocupa una gran parte del terreno. Esto se debe a que la manera más común de llegar a la propiedad es por aire y Denburg nos condujo hasta ahí en su helicóptero Eurocopter, que él mismo pilotea.
Los innumerables proyectos de Denburg son muy ambiciosos, incluida la casa misma. A pesar de su tamaño, 836 metros cuadrados de superficie cubierta y 464 metros cuadrados más dedicados a terrazas y verandas, la hacienda no apabulla su entorno antiguo.
"Intentamos encontrar cosas clásicas que tuvieran gran escala, que no fueran avasallantes y que lucieran auténticas", afirma Denburg sobre las características de la casa, "y luego las usamos por todos lados".
Cada detalle refleja el gusto y el rigor de su dueño. Están, por ejemplo, los ladrillos de la escalera que conduce a la torre que adquirieron su agradable curvatura gracias al trabajo manual de artesanos locales que usaron machetes para moldearlos. O el abundante trabajo en hierro de la casa que fue diseñado por Denburg y ejecutado por artesanos de Antigua que tienen generaciones de experiencia en estilo colonial español.
Antigua, después de todo, es quizá la ciudad colonial más impactante en el Nuevo Mundo. Fundada en 1543, soportó un devastador terremoto en 1773. Hoy aún conserva una atmósfera de antaño gracias en parte a un riguroso código de preservación.
Al pasear con Denburg entre las catedrales y los palacios de Antigua devastados por el terremoto, uno se encuentra cara a cara con las inspiraciones de sus diseños. Es un admirador de la arquitectura del lugar y siente nostalgia por la Antigua previa a la guerra civil que se desató en Guatemala en 1936 y que duró 36 años: un escondite centroamericano para el jet set internacional, con una generosa cuota de bohemia, que atrajo, entre otros, al escritor estadounidense Gore Vidal.
Villa Bamboo es una oda al glamour desvanecido de república bananera de Antigua, plasmado en estuco y ladrillos, techos con bóvedas, terrazas con brisa y cipreses italianos. Pero también refleja una sensibilidad moderna y refinada.
Las alfombras de Denburg se venden en Manhattan por entre US$530 y US$1.070 por metro cuadrado. La lujosa alfombra que adorna el dormitorio de los Obama en la Casa Blanca es completamente natural, tejida con lana, lana bouclé y lino; es cálida y de un color terrenal, casi verde. "Elegí los mejores artesanos para ese proyecto", afirma Michael S. Smith, el diseñador de interiores encargado de decorar la Casa Blanca de Obama.
Pero quizá el verdadero espíritu que anima el lugar es la esposa de Denburg, Lissie Habié, a quien conoció en 1986. Sus impactantes ensamblajes aparecen en casi cada habitación de la casa: una mano de madera suspendida de un alambre sobre una mesa por ahí, una escalera en espiral de miniatura en madera patinada por allá, así como sus ensayos fotográficos que, como los de Denburg, mezclan métodos clásicos con nuevas técnicas.
Habié, quien falleció de cáncer en 2008, también fue una fuerza detrás de las iniciativas filantrópicas que Denburg mantiene vivas: la New Roots Foundation (Nuevas Raíces), a través de la cual la pareja adoptó a 10 niñas, a las que educó en una escuela de un ambiente que Denburg diseñó y construyó en la propiedad; el Proyecto Laguna Brava, un programa enorme de reforestación y crecimiento económico en el norte del país, y una plantación de árboles de 142 hectáreas sobre el Pacífico en el sur de Guatemala. Hasta ahí nos llevó Denburg para apreciar los árboles de caoba, de teca, de cedro y palo blancos que el artista espera que generen fondos para su fundación y se conviertan en las semillas de una industria forestal sostenible en Guatemala, cuyo nombre en maya significa "tierra de árboles". Denburg imagina un futuro en el que los guatemaltecos puedan compartir la buena fortuna que él ha encontrado. "Sería chévere si hubieran niños creciendo y estudiando aquí", dice.
De regreso a la casa, Denburg sobrevuela una casa que está construyendo en la empinada orilla del lago Atitlán (se dice que es el lugar más hermoso en Guatemala, sino en toda América Central). De vuelta en Villa Bamboo, donde se impone una vista del Volcán de Agua, es irresistible preguntarle a Denburg si esa enorme presencia tiene algo que ver con su energía.
"Todo lo que sé", dijo, mientras apagaba el motor del helicóptero, "es que me despierto cada mañana aquí y hay como 18 cosas que quiero hacer".