Noriega, enfermo y
olvidado, cumple un año preso en Panamá
La familia del ex general ha
solicitado que se le conceda el arresto domiciliario
POR
JOSÉ MELÉNDEZ
Un año después de
retornar a Panamá tras cumplir casi 22 años de prisión en Estados Unidos y Francia por narcotráfico y blanqueo de
dinero, Manuel Antonio Noriega, de 78 años, es un remedo del hombre fuerte que,
con mano dura, dirigió el régimen militar panameño y emergió en la década de
los ochenta como uno de los excéntricos —y últimos— dictadores tropicales
caribeños.
Casi olvidado, reducido físicamente y con movilidad
limitada, el ex general arrastra el impacto de tres infartos cerebrales y
expone un cuadro agravado de hipertensión arterial, úlcera de estómago y otras
enfermedades y su vida es un ir y venir del hospital a la prisión, cercana al
Canal de Panamá, en la que cumple 60 años de prisión por homicidios políticos,
mientras sigue vigente la petición popular de que pida perdón y la solicitud
familiar para que se le conceda el arresto domiciliario.
“Después de un año de estar cumpliendo con la justicia
panameña, no ha habido asomo ni un gesto de arrepentimiento ni de pedirle
perdón a todas aquellas personas y familiares que tuvieron pérdida de seres
queridos”, dijo el panameño Aurelio Barría, quien a mediados de la década de
los ochenta fundó la opositora Cruzada Civilista para combatir al Gobierno
militar instalado en 1968, vía golpe de Estado, por el ya fallecido general
Omar Torrijos, mentor de Noriega.
Al recordar una larga lista de víctimas de Noriega, Barría
declaró en una entrevista telefónica con EL PAÍS que la actitud del “dictador”
refleja “sencillamente sus sentimientos, muy lejos de poder tener la humildad y
pedir perdón a los panameños por tanto daño que hizo durante el periodo de su
dictadura”.
“Es fundamental que una persona tenga un gesto de
arrepentimiento y de reconocer errores que son graves que han costado vidas y
tanto sacrificio, luto y dolor a tantas personas. Es necesario dar ese paso.
Pero si no lo ha hecho en un año, y no lo hizo estando [en prisión] tantos años
desde su captura en 1990, no lo va a hacer. Ojalá se arrepienta, pero me da la
impresión que él considera que lo que hizo era lo tenía que hacer”, agregó. La
Cruzada fue esencial en el acoso civil a los militares.
Hombre fuerte de Panamá entre 1983 y 1989, Noriega ganó fama
por haber trabajado para la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desde que a
inicios de la década de los setenta se convirtió en jefe de la inteligencia
militar panameña. Pero a mediados de los ochenta se transformó en enemigo de
Washington, tras aliarse con el cartel de Medellín y con otras narcomafias, al
Gobierno de Cuba y a movimientos de la izquierda americana que le calificaron
en 1989 como “comandante de la dignidad latinoamericana” por su choque con
Estados Unidos. El 20 de diciembre de 1989, y por orden del entonces presidente
estadounidense George Bush, bajo el alegato de capturar a Noriega por
narcotráfico y en medio de una declaración de guerra del régimen panameño a
Estados Unidos, tropas norteamericanas estacionadas en el área del Canal de
Panamá invadieron ese país e instalaron en el poder a los triunfadores en los
comicios de mayo de ese año, anulados por el régimen norieguista.
Tras huir durante
varios días, Noriega se refugió el 24 de diciembre en la Nunciatura Apostólica
en la capital panameña y al anochecer del 3 de enero de 1990, con su traje y galones de general y a la entrada de esa sede
diplomática, se entregó a las tropas de Estados Unidos. Al día siguiente, a
bordo de una aeronave miliar de Estados Unidos y vestido con un mono verde
oliva marcado en la espalda con las letras DEA (agencia antidroga
estadounidense), Noriega fue trasladado a Miami, donde se le condenó a 40 años
de prisión.
En abril de 2010, tras cumplir más de 20 años de condena en
una cárcel de Estados Unidos, fue extraditado a
Francia, que en 2011 le sentenció a siete años de cárcel por blanqueo de
capitales. Poco después, París le otorgó la libertad condicional y en
noviembre de 2011 aceptó la solicitud panameña de extradición, ejecutada el 11
de diciembre.
Poco después de ser repatriado, fue enviado al penal El
Renacer, donde cumple 60 años de cárcel como culpable de los asesinatos de 11
panameños: la decapitación del médico y rival político Hugo Spadafora, en 1985,
y los fusilamientos del mayor Moisés Giroldi y otros nueve militares golpistas,
en 1989. Pero hay una abundante lista de casos
pendientes.
Por sus problemas de salud, la rutina del exmilitar ha sido
la de visitar frecuentemente el Hospital Santo Tomás. Su familia presiona para
que se le conceda el arresto domiciliario. En una reciente entrevista en CNN en
Español, Sandra y Thays, hijas del exgeneral, defendieron la inocencia de su
padre en casos como el de Spadafora e insistieron en que su progenitor sea
favorecido con el arresto domiciliario.
En declaraciones a la emisora panameña RPC Radio, el
panameño Mario Rognoni, quien trabajó con Noriega en puestos públicos y admite
públicamente ser su amigo, alegó que lo que le ocurra o deje de ocurrir al
exgeneral ya importa a muy pocos entre las nuevas generaciones. “Es un reo más”, declaró.
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