sábado, 1 de diciembre de 2012

SALUD MENTAL, LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: LA SOCIEDAD VICTIMA DE SI MISMA



  
La situación delincuencial se ha ido convirtiendo en una enorme avalancha que las instituciones públicas tratan de contener como pueden, pero tratar de contener no es solucionar. Solucionar implica un profundo análisis de los orígenes de la problemática.

       La delincuencia es una conducta. Es una conducta anormal, antisocial... pero es, a fin de cuentas, una conducta. Es la mente humana la que determina las conductas, la que consciente o inconscientemente gobierna todos y cada uno de los actos. La buena salud de la mente debe generar conductas adecuadas, y la mala salud de la mente genera conductas inadecuadas.

       Son muchos y complejos los factores que deterioran la salud mental, pero se pueden resumir en dos: una falta de adecuación de las personas al medio social por educación inconveniente, que las hace actuar en contra de él; y el sufrimiento de maltrato o abandono familiar, de cualquier índole, que provoca represalias proyectadas contra del medio social.
 
        ¿Por qué tantas personas se sienten inadecuadas?  Fundamentalmente, porque la sociedad moderna les ha enseñado el consumismo como valor fundamental, pero sienten que esa misma sociedad no les da recursos para responder a ese valor, ni a sus exigencias. Se sienten incapacitados para obtener, de una forma socialmente aceptable, todo lo que la misma sociedad les ha enseñado a necesitar, que puede llegar a ser muchísimo. El consumismo frecuentemente es compulsivo y hasta adictivo, y llega a deteriorar la capacidad de discernir entre lo legítimo y lo ilegítimo. Por otra parte, los valores fundamentales tradicionales, en muchos casos, no es que se pierdan, sino que no hay la más mínima posibilidad de adquirirlos; en otros casos son tan débiles, que fácilmente son desplazables; y en otros, compiten en desventaja con el consumismo, como en una especie de doble moral, aprendiendo  que todo delito es válido si puede ser ocultado, o se le puede dar formalidad legal.

       ¿Realmente la sociedad no les da recursos ni oportunidades? Ellos así lo ven, aunque, a los ojos de los demás, todos tienen acceso a la educación y oportunidad de superarse y de estar en la capacidad de responder a la exigencia social en forma aceptable. ¿Qué es lo que sucede entonces?

       Que la sociedad marca un camino a seguir, desde que la persona nace, para su progresiva integración. Camino que, en teoría, está muy claro, pero en realidad, existen infinidad de circunstancias que tienden a alejar a la persona del mismo. Además, normalmente estas circunstancias son, a su vez, generadoras de nuevas circunstancias, que terminan provocando la absoluta desubicación.

       La marcada desestructuración familiar suele ser causa de la mínima o nula atención que reciben muchos niños, que no pueden sentir estímulo alguno por la superación, que no pueden aprender más valores que los de la calle, ni tener más límites ni referencias que las de su libre albedrío. La violencia física o psíquica, o los desacertados criterios de educación que se dan en muchas familias; familias integradas incluso; o el desconocimiento para superar las distintas dificultades que van surgiendo en las diferentes etapas evolutivas de la niñez y adolescencia, etc., son circunstancias, demasiado frecuentes en nuestro medio, que van deteriorando la salud mental de niños y adolescentes, y que les apartan de la posibilidad de adecuarse a la exigencia social.

       Todo niño es un ser inocente cuando nace; a los quince o veinte años, o antes incluso, muchos ya se han convertido en culpables. ¿Nadie se pregunta qué es lo que ha pasado en esos años para que suceda esa transformación? Todas las circunstancias señaladas anteriormente hacen que muchos niños empiecen a ser culpables desde el mismo momento en que nacen. Si se defiende su derecho a nacer por ser inocentes, ¿Por qué no se defiende también su derecho a seguir siendo inocentes después de nacer? ¿Por qué se les olvida para tener que reconocerlos un día como culpables?

       La delincuencia no es simplemente el hecho del delito ya cometido; la delincuencia empieza en cada sentimiento que lo provoca; nace en cada mente insana, en las circunstancias que la dañan. La delincuencia no es una enfermedad social que la policía tenga que curar; sino una enfermedad social que se puede y se debe evitar mediante la adecuada prevención. Es un enorme error pretender cargar la entera responsabilidad de su solución a la institución policial, la cual apenas puede contener el monstruo que entre todos estamos creando. Todos somos, en alguna medida, responsables del mismo, y todos nos vemos seriamente afectados. Desde las instituciones públicas, hasta cualquier padre o madre de familia en su condición de educador, tenemos la obligación de tomar conciencia y hacernos cargo.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.  

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