Tal vez era más frecuente escuchar ese comentario hace
algún tiempo. Ahora no se suele decir abiertamente por la consciencia de la
imagen de prepotencia que se ofrece con ello, que si bien antes, por las
desigualdades educativas y sociales, servía para marcar diferencias, ahora
resulta inaceptable en una sociedad más evolucionada.
Sin embargo, ese mismo mensaje sigue estando presente, tal
vez más que nunca, pero ahora no en palabras, sino en la actitud de muchísima
gente, tanto a nivel individual, como institucional, cuando nos empeñamos en no
reconocer nuestros errores, aún
resultando evidentes. Ahora la intención es esconder no ya sólo nuestra
incompetencia o ineficacia, sino incluso la imperfección inherente a nuestro
carácter humano.
Parece que ahora el equivocarse “no se acostumbra”, da muy
mala imagen, tanto más cuanto más artificiales nos volvemos, cuanto más nos
convertimos en únicamente “fachada para que los demás vean”. No aceptamos
errores a nivel laboral, profesional o social porque no serían nuestros, sino
de nuestra fachada.
Cuando ya no se puede ocultar el error, resulta que siempre
hay una justificación, siempre el responsable es otro, y recurrimos a
complicadas tácticas para demostrarlo, en vez de poner a trabajar el talento y
la imaginación de forma más provechosa para tratar de que el error no suceda de
nuevo. Es curioso, todos somos perfectos; nadie se equivoca... pero es
demasiado frecuente que las cosas no salgan bien.
La equivocación es característica de todo ser humano. El
que acepta la equivocación se está responsabilizando de la misma y tiene
ocasión de corregirla, de aprender y de superarse a sí mismo. La prepotencia de
ofrecer una imagen perfecta sólo trata de esconder una incompetencia o
ineficacia que sólo uno mismo no es capaz de ver, evitando, además, la
oportunidad de superarse.
Acerca de la
Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad
profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones
fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la
segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación
nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la
conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional
estigma.
Fui la primera
Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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