Tomado de Foreign Policy
EL ÉXITO DE LAS CUMBRES IBEROAMERICANAS
Por Jesús Gracia
La capacidad de interrelación se da porque el
ámbito iberoamericano es uno de los espacios internacionales más integrados y
cohesionados.
Incidencias y ausencias. Los indicadores del éxito o el fracaso de las
Cumbres iberoamericanas han tenido tradicionalmente esas dos variables, y sobre
ellas, se hilvanan las más variadas anécdotas así como el mayor o menor eco
mediático que determinadas presencias o ausencias han recibido.
En realidad, la ausencia realmente llamativa fue la de un espacio
propio para los jefes de Estado y de Gobierno de los países iberoamericanos.
Cuesta creer que nunca en la historia, los líderes de las naciones
Iberoamericanas se habían reunido ¡hasta la Cumbre de Guadalajara de 1991! Se
habían celebrado encuentros bilaterales o foros de diplomacia multilateral en
los que habían coincidido, pero nunca una reunión plenaria de gobernantes
iberoamericanos. Guadalajara en 1991 y Madrid en 1992 fueron los pilares
fundacionales de una construcción que ha ido evolucionando. Con la mentalidad
de hoy, esa incomunicación nos parece difícil de imaginar, pero hace apenas dos
décadas esa era nuestra realidad. Si hoy es difícil concebir en España y
América Latina una política exterior sin la dimensión iberoamericana es,
precisamente, porque hemos integrado a las Cumbres iberoamericanas en nuestros
calendarios.
No cabe duda de que en estos 22 años de Cumbres, la realidad de
Iberoamérica ha cambiado mucho. La mayoría de las naciones de nuestra comunidad
abraza los principios democráticos; existen en los Estados instituciones
sólidas e integradoras de una ciudadanía cada vez más exigente; los conflictos
civiles parecen haberse resuelto o, al menos, se abordan de manera que invitan
al optimismo; la década perdida latinoamericana se ha transformado en
potencialidad de crecimiento y ventana de oportunidad para una Europa lastrada
por la crisis; se está produciendo un desplazamiento del centro de gravedad
económico de manera que América Latina ya no está situada en la periferia, sino
que, al contrario sus economías más pujantes consolidan un nuevo grupo de
actores emergentes. Junto a este panorama satisfactorio persisten inquietudes:
la inseguridad, el narcotráfico y el crimen organizado o los nubarrones en
torno a la seguridad jurídica en algunos países. Sin embargo, en parte merced a
la construcción iberoamericana, poseemos instituciones más sólidas y redes más
eficaces que nos permiten afrontar esas amenazas con mucha mayor fortaleza.
Entretanto, el espacio iberoamericano va ganando forma. Cerca de 1.300
proyectos audiovisuales apoyados por el Programa Ibermedia; 167.000 niños recién
nacidos al año que son alimentados con leche materna, aportada por mujeres
voluntarias a través del programa de Bancos de Leche Humana que cuenta con 255
bancos en Iberoamérica; la reducción del analfabetismo en la región en un 13%
-cinco millones de analfabetos menos-; los 31.000 alumnos formados en diversas
áreas del municipalismo; los 7.000 investigadores del Programa Ciencia y
Tecnología para el Desarrollo; las 12.000 personas que han participado en el
programas Iberpyme o los más 1.000 proyectos de cooperación Sur-Sur
identificados, son sólo algunos ejemplos concretos de ésta intensa
relación iberoamericana.
A modo de ejemplo, Google nos devuelve casi cuatro millones de
resultados para la entrada “asociación iberoamericana de…”. Pongan lo que quieran
en los puntos suspensivos: ortodoncistas, atletismo, jóvenes empresarios,
postgrados… En todo cuanto podamos imaginar hay una red, fundación, asociación,
etcétera iberoamericana.
Esa capacidad de interrelación se da porque el ámbito iberoamericano
es uno de los espacios internacionales más integrados y cohesionados. Ni la
francofonía ni la Commonwealth poseen tal solidez interna. Peninsulares y
americanos proceden de un tronco cultural común y, por otro lado, castellano y
portugués son lengua nativa o madre para 600 millones de personas.
Latinoamérica ha avanzado en el terreno de la lucha contra la pobreza,
la desigualdad y la exclusión social, aunque queda trabajo por hacer. Dentro de
la construcción iberoamericana se ha puesto en marcha un articulado sistema de
cooperación para el desarrollo que persigue la evolución y consolidación de
capacidades en los campos cultural, científico, educativo, social o
económico, como aportación para la consecución de los Objetivos del
Milenio. Las diferentes iniciativas impulsadas en todos los frentes
complementan una cooperación al desarrollo que persigue superar los moldes
tradicionales donante-receptor y se orienta al trasvase de conocimientos y a la
llamada cooperación Sur-Sur y triangular.
La Cumbre de Cádiz habrá estado precedida de meses de intenso trabajo
que tienen su colofón en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno. De ahí
surgirán iniciativas de contenido material como la carta iberoamericana de las
PYMES, la creación del centro iberoamericano del arbitraje, el estudio de
mecanismos para facilitar el intercambio en Iberoamérica de recursos humanos
cualificados, la declaración de 2013 como el año iberoamericano de la inserción
laboral de las personas con discapacidad. También se verá la creación de un sistema
iberoamericano de investigación y cooperación policial en seguridad ciudadana,
la carta iberoamericana de la transparencia, la creación de la red
iberoamericana en excelencia científica en biotecnología y el programa de apoyo
a las comunidades afrodescendientes.
La construcción iberoamericana avanzará merced a impulsos como el de
la Cumbre de Cádiz. Una cumbre cuyo éxito no va a venir determinado por
incidencias o por ausencias, sino por su capacidad de cosechar todo el ingente
esfuerzo previo que juntos, ciudadanos, parlamentarios, empresarios, gobiernos
hemos venido consagrando a esta causa.
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