Por Luis Montes Brito
Para The Huffington Post
“Le guste
o no le guste a quien sea, este se llamará de ahora en adelante bulevar
Monseñor Romero”. Mauricio Funes, Presidente salvadoreño.
Generalmente
la apertura de una obra importante es motivo de alegría para gobernantes y
ciudadanos. Los primeros porque al
inaugurarla cumplen sus promesas y los segundos porque se beneficiarán de
la misma.
Normalmente,
las autoridades aprovechan la ocasión para pronunciar discursos que buscan
reforzar la confianza y armonía de la ciudadanía, elementos fundamentales en
una democracia para obtener gobernabilidad y propiciar el progreso y desarrollo
como nación.
La frase
que da vida a esta columna no puede calificarse más que de prepotente, digna de
un populista retórico temporalmente
poderoso que se aprovecha de la noble trayectoria de un reconocido pastor
espiritual, utilizándola para exteriorizar resentimientos y complejos personales
no superados, que en nada abonan al tan necesario
clima de paz y entendimiento que pide a gritos El Salvador.
Esta
fue emitida por el presidente Mauricio Funes para inaugurar una problemática
carretera y de paso ufanarse torpemente de
su poder para bautizarla con un nombre a su antojo, sin importar que se haya
efectuado un concurso público para
escoger el nombre, pero que al final por no ser del agrado del gobernante
terminó imponiendo su voluntad.
Gaspar Romero, hermano de Monseñor Romero, Obispo homenajeado
con el nombre de la calle, sin proponérselo fue quien hizo más evidente la contradictoria
actitud del presidente salvadoreño al
decir de su hermano durante sus palabras de agradecimiento por el
reconocimiento recibido: “Él era humilde, muy callado…” dos virtudes que obviamente
contrastaron con el comportamiento exhibido por el mandatario.
La
actitud de Funes es apenas la muestra de
un patrón de conducta arraigado en su administración y extendido en la clase política salvadoreña quienes prefieren
la matonería verbal o física a su obligación de rendir cuentas que en no muy
pocos casos confunden con una concesión personal. Este comportamiento además de
reflejar inseguridad es una debilidad en aquellos funcionarios a quienes los
traiciona el ego, la soberbia, prepotencia, autoritarismo e ínfulas de
grandeza.
La
frase no es exclusiva del presidente Funes, sino que ha sido usada
anteriormente por funcionarios de su
gobierno para intentar ocultar su
mediocridad en la administración de la cosa pública. La misma fue utilizada
recientemente por Jaime “la Chelona” Rodríguez para justificar el estrepitoso
fracaso de la selección nacional de futbol. "Voy a seguir en el
INDES, les guste o no les guste" sentenció.
Funes
aprovechó la inauguración del “Bulevar
Romero” para exteriorizar su resentimiento social, para continuar justificando
la incapacidad de su administración culpando redundantemente a los veinte años
de los gobiernos de ARENA. Olvidó mencionar a propósito que gran parte de la
obra inaugurada fue realizada por quienes tanto critica.
Si Funes
tuviera suficientes e importantes obras propias que mostrar después de casi
cuatro años de gobernar, seguramente no diera tanta relevancia a la
inauguración de menos de 9 kilómetros de carretera. La realidad es que no las
tiene, ya que ésta así como la carretera longitudinal del norte, producto de
una donación del gobierno estadounidense, fueron gestadas en los administraciones
de sus opositores.
Al
revisar la ya tristemente célebre frase que titula este artículo, no encuentro
cual es la parte conciliatoria de la misma, cualidad que sería esperada de un
estadista. La expresión suena a más de lo mismo, al mejor estilo autoritario de
un dictador tercermundista, los cuales abundan en la historia latinoamericana y
por cuyo proceder la región carece de suficiente evolución política, manteniendo
a muchos pueblos en el atraso y provocando una enorme brecha social.
Desafortunadamente,
a veinte años de firmados los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra
fratricida del país centroamericano, los
actos de prepotencia política van en aumento. Recientemente, escoltas de la
caravana presidencial golpearon salvajemente a un anciano, que se desempeñó
como alto funcionario de la administración Funes, por no atender la señal de
alto para que pasara el vehículo del gobernante. El caso fue llevado a los
tribunales ordenando el juez la
detención del guardaespaldas.
La
vida demuestra que al igual que los hijos imitan a sus padres, los empleados
imitan a sus jefes… le guste o no le guste a quien sea…
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