sábado, 24 de noviembre de 2012

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: APRENDE DE MI




El de la educación con el ejemplo es un tema al que ya me referí en una ocasión, hace tiempo, pero me parece oportuno retomarlo y profundizar en algunas consideraciones. Siempre hemos oído eso de que hay que educar con el ejemplo, y tomando en cuenta que gran parte de la educación que los hijos adquieren es a través de la imitación de modelos, es muy lógico asumir eso como dogma, y nos conformamos con aceptarlo sin analizar ciertas consideraciones al respecto, tales como: ¿Basta con dar ejemplo? ¿Cómo hay que dar el ejemplo? Y si no se puede dar ejemplo... ¿No se puede educar? ¿Es necesario el ejemplo? ¿Cuando es necesario y cuando no?.

Definitivamente, cuando se puede dar ejemplo, el mismo se constituye en directriz de la educación, en modelo evidente que sólo requiere algunas adaptaciones a la realidad de nuestros hijos, que es diferente a la nuestra, por su propio dinamismo. Pero entendamos que dar ejemplo no consiste en una actitud de compromiso hacia ellos, o hacia los demás; es decir, no deben hacerse las cosas “para dar ejemplo”, “para que ellos vean”.

El ejemplo es algo que emana de nuestra actitud de compromiso con nuestra fe, con nuestros criterios, con nuestros valores..., con nosotros mismos en definitiva, y que se proyecta por sí sólo en nuestro entorno familiar y social. Los demás, en particular los hijos, simplemente lo ven, lo sienten, lo respiran..., lo viven. Casi no necesita palabras ni explicaciones.

Ello no significa, que el ejemplo, por sí sólo, sea suficiente para que los hijos se eduquen. Es necesaria, además, una acción educadora. Tampoco significa que cualquier acción educadora avalada por el propio ejemplo, vaya a tener un resultado similar al ejemplo. Si así fuera, todos los hijos de padres ejemplares serían ejemplares a su vez, y, por otra parte, los padres que no pueden dar un buen ejemplo, no tendrían posibilidad de educar hijos ejemplares,  y es evidente que ni lo uno ni lo otro es cierto; muchas veces sucede al contrario.
 
El ejemplo debe ser un marco de referencia tan tácito en palabras como obvio en actitudes. El que los hijos vean el ejemplo de los padres no significa que lo sepan seguir. En muchos momentos tenderán a apartarse de él, tendrán dudas, se sentirán desorientados, sin saber cómo se llega a esa referencia. Ahí es donde es necesaria la acción educadora, pero ésta no consiste en expresiones tan frecuentes como: “Aprende de mí”, o “Fíjate en mí, en cambio tú...”, o “tienes que ser como yo”. Eso equivale a enseñarles lo que ellos ya saben: dónde está la referencia, pero no el camino para llegar a ella.

No nos olvidemos que los hijos están en proceso de aprendizaje, y si les exigimos respuestas en base a nosotros mismos, se sentirán como en una competencia en la que juegan con clara desventaja, con lo que se verán desmotivados, y sentirán rechazo hacia el modelo educativo y el “rival” (nosotros). Además, con esa actitud, nos estamos olvidando de investigar las razones por las que el hijo no sigue el ejemplo, y el resultado probable será el fracaso educativo.

Debemos estar permanentemente pendientes de su evolución, para detectar esos momentos de dificultad. La acción educadora debe consistir en: 1) Tratar de entender el por qué de la dificultad, investigar la causa, y corregirla o evitarla si es posible. 2) Orientarles; eso significa establecer empatía, ponerse a su propio nivel para ayudarles a dar el primer paso, pero no decirles simplemente: “el camino es este”, sino tratar de que ellos mismos lo descubran, hablándoles con libertad, comprensión y total objetividad de las diferentes opciones, y ellos inmediatamente descubrirán por sí solos cuál de esas opciones es la que a nosotros nos lleva por buen camino. Es importante que sientan que son ellos quienes deciden.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.  

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