Tomado de The Huffington Post
Se destapan los excesos y privilegios de altos militares
estadounidenses
Por Hirania Luzardo
El escándalo sexual que llevó a la dimisión del general
David Petraeus como director de la CIA ha puesto sobre el tapete la vida de
privilegios, excesos y amoríos de los hombres que ocupan altos cargos en las
fuerzas armadas estadounidenses.
Un artículo publicado este domingo en el periódico 'The Washington
Post' reveló que no hay mucha diferencia entre la vida de lujos de
las grandes estrellas de Hollywood y las altas cabezas de la inteligencia
militar de Estados Unidos, entre los que figuran - por citar algunos- los
máximos líderes de las misiones en Afganistán, como el general John Allen y
William Ward, jefe del Comando Africano.
Suites, aviones privados, lujosos hoteles, vacaciones en
los más exclusivos destinos turísticos, compras de cientos de miles de dólares
de las esposas de éstos y hasta coqueteos o aventuras amorosas son algunos de
los detalles que han salido a relucir al mejor estilo de cualquier historia de
una revista del corazón o un tabloide de contenido amarillista.
Los celos de la biógrafa de Petraeus, una mujer llamada
Paula Broadwell -inteligente, guapa, joven y con acceso a información privilegiada
en temas de seguridad militar- llevó a destapar otro escándalo mayor.
El "ciberacoso de Broadwell" llevó a encontrar
a Jill Kelley, una socialité, millonaria, que aparentaba una familia
perfecta, con un esposo cirujano plástico, y quien mantenía un coqueteo
amoroso, con el general John Allen, a quien le sobra prestigio militar por su
liderazgo en Afganistán, pero quien tiene su carrera en juego todo por una
cuestión de faldas.
Pero otro escándalo que ha ocupado igual atención es el
del general William Ward, quien ha sido degradado de su grado militar después
de enfrentar una investigación y quedar demostrado que aprovechó su alto rango
para beneficios personales, que incluían desde pagar una habitación de lujo de
casi 1,000 dólares por día en un viaje personal al Caribe hasta enviar a su
esposa de compras y al spa escoltada por autos y personal militar.
Ward cumplió las misiones militares asignadas. No falló
en la logística militar, comandó efectivamente a sus soldados, sin embargo la
tentación supuestamente lo llevó al lucro personal, según detalla The Washington
Post.
Leon Panetta, secretario de Defensa de Estados Unidos,
indicó que Ward se retirará con el cargo de teniente general con tres estrellas
y pierde la cuarta, y con ésta, el más alto prestigio en tiempos de paz. A
pesar de los intentos del general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor
Conjunto de EE.UU para no quitarle el cargo a Ward, la decisión de Panetta fue
irreversible.
RETIROS DE LUJOS
Pero los privilegios mientras se está activo en el
ejercito, parecen no terminar. De acuerdo con una investigación dada a conocer
este lunes por Citizens for
Responsibility and Ethics in Washington y Brave New Foundation el 70
por ciento de los generales retirados, con tres y cuatro estrellas, siguen en
trabajos como consultores y con salarios que oscilan entre los 150,000 y
200,000 mil dólares al año, aparte de otros beneficios por los años de
servicios.
El reporte indicó que 76 de 108 generales ocuparon esas
posiciones entre 2009 y 2011 en sus funciones como consejeros y ligados a la
nómina del Departamento de Defensa de Estados Unidos como consultores
independientes.
En entrevista con la agencia AP, Anthony Cordesman,
experto en seguridad nacional en el Centro de Estudios Estratégicos e
Internacionales describió el fenómeno, que de nuevo no tiene nada, y que
responde simplemente a una condición humana ligada al uso del poder.
"No se está describiendo un cuerpo de oficiales generales
de una forma esquemática, se está describiendo una condición humana", dijo
Cordesman. "Cuando se está en las estructuras jerárquicas, se desarrolla
un sentido de derecho, de autoridad, y en ocasiones, se abusa de ésta".
Así lo indicó el coronel Paul Yingling en el 2007, quien
ese momento se encontraba activo en las fuerzas militares, y que dejó
paralizado a sus superiores por su ensayo titulado "Crisis in
American generalship", en el cual puso al descubierto la doble
moral que se vivía en los altos rangos militares de Estados Unidos.
Yingling argumentó que los altos oficiales al mismo tiempo que
disfrutaban de sus privilegios, sufrían de arrogancia, de creerse poseedores de
derechos que no tenían sus subordinados y que su propia formación militar los
dotaba de una posición donde el respeto y la reverencia eran incuestionables
para alguien que estuviera por debajo de ellos. Eran ciegos de su propia moral.
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