Por Luis Montes Brito
Para Diario El Mundo de El Salvador
Las
consecuencias del resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses se
han hecho sentir rápidamente. El cambio de discurso y actitud de algunos
dirigentes Republicanos es evidente, ahora motivados por la supervivencia
política incluso se manifiestan en favor de lo que criticaban acremente durante la campaña, manifestando su disposición a discutir una
reforma migratoria integral. También por el lado Demócrata ha servido para
despejar dudas, de una vez por todas, a
aquellos pocos que pensaban que todavía no era el momento de apostarle al
votante hispano.
La pregunta del
título de esta columna más que orientada a la exigencia del cumplimiento de las
promesas de campaña va dirigida al rumbo que tomará la política estadounidense
a partir de hoy. Sin lugar a dudas el respeto a la diversidad y a los intereses
de las minorías, es un tema que pesó mucho más de lo que pensaban aquellos estrategas
que se equivocaron al diseñar la campaña centrándola en un mono tema económico.
Las minorías se
hicieron sentir en las urnas. El 3% de los votantes fue de origen asiático, el
10% hispano y el 13% afroamericano. Obama con un lenguaje más incluyente
acaparó la enorme mayoría de estos votos: 73% de los asiáticos, 71% de los
latinos y como era lógico esperar, el 93% del total de los afroamericanos.
Romney no tuvo
el mismo impacto con los electores clasificados como blancos, que son el 72%
del universo del padrón electoral, ya que el 39% de éstos votaron por
Obama. Los números demuestran que el agresivo
discurso antihispano de muchos líderes republicanos, lejos de sumar, alejó al voto latino, obteniendo
el porcentaje más bajo en los últimos 12 años. En el año 2000 George W. Bush logró
el 31% del voto de esta minoría, se reeligió el 2004 con un contundente 44% de
ellos, en el 2008 McCain conquistó un 31% y Mitt Romney descendió hasta un pobre 27% del
voto latino este año.
En medio de una
apasionada campaña, llena de descalificaciones y frases peyorativas, los
republicanos privilegiaron sus prejuicios a la tendencia demográfica. Equivocadamente
dejaron brotar su retórica antihispana pensando que un mensaje economicista
aunado a la exitosa imagen de un candidato empresario sería suficiente para
ganar las elecciones en tiempos de crisis económica, altos índices de desempleo
y una insatisfacción generalizada.
Los republicanos anclados en la antigua composición
del electorado, basaron su discurso en un escenario donde los hombres blancos
mayores de 65 años eran los predominantes entre los electores, negándose a
aceptar los cambios de la actual demografía estadounidense donde 1 de cada 6
habitantes es hispano, siendo este el grupo étnico de mayor crecimiento. En
otras palabras ignoraron a los que hoy se les conoce como "la coalición
ascendente": compuesto por las minorías étnicas, los jóvenes y las mujeres
de todas las razas, que en conjunto son ya la mayoría de votantes.
Conscientemente
adoptaron una política de exclusión de grupos pasando por discriminaciones que
van mucho más allá de lo meramente ideológico , ampliándola a creencias
religiosas, preferencia sexual, raza, etnia, pensamiento liberal y otros
criterios excluyentes que tal vez sean adecuados para seleccionar la membresía
de un club social o una iglesia, pero inadecuados para un partido político que
requiere la mayor cantidad posible de votos, ya que aspira a gobernar a una
nación diversa donde el respeto a las libertades y forma de pensar individual
es fundamental.
Nadie duda que
Mitt Romney tiene mayor capacidad de hacer dinero que Obama, al mismo tiempo pocos
dudan que Romney distribuiría ese dinero entre sus amigos y no en la clase
media que es la mayoría de la población estadounidense. De que sirve que un
candidato sea capaz de generar riqueza si al final esta no bajará más allá de
las altas esferas.
Un caso
parecido se da en El Salvador donde muy pocos dudan ya de la incapacidad del
FMLN para sacar al país de la pobreza, pero también muy pocos dudan de la
insensibilidad social mostrada por algunos dirigentes y patrocinadores de ARENA
para distribuir la riqueza que pudieran generar. La experiencia alrededor del
mundo demuestra que políticamente ya no es posible continuar ignorando el tema
de una distribución más equitativa de lo producido por un país.
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