sábado, 4 de diciembre de 2010

La Nueva Ruta de la seda Parte 3: Kazajstán

Tomado de RFI

Por Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo
Desde Almaty, Kazajstán

En su irrefrenable avance comercial, China quiere hacer de Horgos (provincia de Xinjiang), su ariete para allanarse el camino hacia Kazajstán y Asia Central. Para ello, las autoridades desarrollan un ambicioso y brutal plan de desarrollo. Escuche la segunda parte de la serie de reportajes La Nueva Ruta de la Seda.

Cientos de conductores kazajos esperan pacientemente con sus camiones repletos de mercancías chinas para cruzar desde el puesto fronterizo de Horgos, en la esquina noroccidental de la provincia china de Xinjiang, hacia Kazajstán y el resto de Asia Central.

Mientras deambulan durante horas bajo un sol de justicia, a unos pocos metros, varios autobuses repletos de inversores potenciales recorren la zona de libre comercio de 5,2 kilómetros cuadrados cedida por ambos países y que está ya en construcción.

Una zona de libre comercio que, de hecho, sirve perfectamente al propósito del Gobierno chino de convertir Horgos en el ariete de su expansión comercial por la nueva Ruta de la Seda hacia Asia Central. La transformación será total. “El Gobierno está incentivando con suelo barato, trato fiscal favorable y subvenciones para negocios nuevos que las empresas inviertan aquí y hagan de Horgos una base para la exportación a Kazajstán y Asia Central”, nos explica Wang Shangren, vicepresidente de la asociación empresarial de Horgos.

En base a los ambiciosos planes de futuro, las autoridades chinas prevén que en una década Horgos multiplique por diez sus actuales 20.000 habitantes y por 20 el millar de empresas la localidad. “Queremos hacer de Horgos el próximo Shenzhen”, declaró públicamente un alto cargo comunista, dando a entender que el milagro de transformar un pequeño pueblo de pescadores cantonés en la joya del capitalismo rojo, es también posible en Xinjiang, en la otra punta del país. Rascacielos, hoteles, centros comerciales y una zona industrial dominarán el nuevo paisaje en la ciudad elegida por China para desplegar sus tentáculos por toda Asia Central.

Para alimentar ese sueño, el corredor euroasiático se ofrece en carne viva gracias a su demanda voraz de mercancías chinas a bajo precio. Los camiones kazajos que esperan en el puesto fronterizo son buen ejemplo de dicho empuje. También lo es, más aún si cabe, el paso fronterizo para transeúntes, convertido a diario en un auténtico caos donde cientos de personas empujan sin piedad para acceder, a través de un pasillo rodeado de verjas de hierro, al primer control militar del recinto aduanero. Un espectáculo mayormente incivilizado, sin espacio para los más débiles, que cualquier día acabará en tragedia.

Cargados de fardos, televisiones de plasma, cajas de fruta, textiles varios, electrodomésticos o carretillas con mercancías de toda índole, el gentío multiétnico vocifera, resiste como puede y empuja a toda fuerza, arrastrando a la masa como un solo hombre para ganar un puñado de centímetros en dirección a la verja. El caos es total y dura una eternidad. Hasta que, empapados en sudor, los comerciantes kazajos y viajeros ocasionales como nosotros se ponen finalmente a salvo al ganar su sitio al otro lado del control militar chino.



Ese tránsito incesante de personas, camiones y mercancías es también palpable una vez en Kazajstán, donde a lo largo de varios kilómetros más de 300 camiones con sus cargas vacías esperan en la cuneta para entrar en China y volver a abastecerse con productos Made in China. Una rutina que se repite a diario y cuyo destino es alguno de los fabulosos mega-mercados que, al otro lado de la frontera, se despliegan por Kazajstán, Kirguistán y otros países de la región.

El mercado de Baraholka, en las afueras de Almaty, la capital económica de Kazajstán, es uno donde más visible es el zarpazo comercial chino. En 60.000 containers de barco, pintados en color plata y reconvertidos en puntos de venta comerciales y almacén, se venden todo tipo de mercancías, desde artículos de primera necesidad a objetos de decoración o para el hogar, pasando por electrodomésticos, mobiliario y las cosas más inverosímiles. Vista la fiebre comercial en Horgos, no es ninguna sorpresa que casi toda la mercancía provenga del gigante asiático.

“El 80 por ciento de la mercancía que se vende aquí proviene de China”, explica desde su oficina Igor, gerente de una de las empresas que alquilan los puestos del mercado. Comprobamos además que los precios del mercado prácticamente triplican los que, por los mismos productos, se fijarían en el país vecino. Igor reconoce que muchos kazajos viven gracias a los productos baratos de China, que pueden vender en Kazajstán aplicando un amplio margen. Una dependencia sin excesivo riesgo, según él: “si los precios suben alguna vez en China, habrá que buscar los productos en otros mercados”.

Con una cantera de mano de obra barata inacabable y los planes de China para asfaltar su penetración comercial en Asia Central a través de Horgos y Kashgar, los productos Made in China seguirán por mucho tiempo invadiendo el corredor centroasiático. Una nueva Ruta de la Seda que, con los proyectos de infraestructuras previstos, eventualmente alcanzará también los mercados europeos.

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