Tomado de Foreign Policy
Juego
de palabras derivado del acrónimo resultante de unir las iniciales en inglés de
estos cuatro países (Germany, United States, Turkey y South Korea), GUTS.
Aunque significa literalmente "tripas" es usado en el sentido de
"agallas", "coraje".
Occidente no está en
declive. He aquí cuatro potencias mundiales que disfrutan de un asombroso
renacimiento.
Por Bruce Jones y Thomas
Wright
La cumbre del G-8 del viernes en Camp David pudo parecer en cierto modo
una rareza –un arcaico recordatorio de una época anterior al ascenso de los
BRIC y al supuesto declive de las potencias occidentales–. Pero Occidente está
todavía vivito y coleando, e, impulsado por sus miembros más dinámicos, tiene
probabilidades de seguir a la cabeza del pelotón en un futuro próximo.
Occidente no está en decadencia, al menos
no en su totalidad. Lo que ha sucedido, más bien, es que la crisis económica ha
creado un Occidente de dos velocidades. Cuatro grandes países –Alemania, Corea
del Sur, Turquía y Estados Unidos– están en realidad aumentando su influencia internacional,
mientras que los demás se han quedado estancados.
Irónicamente, la necrológica de EE UU como
una gran potencia se ha escrito en repetidas ocasiones durante los últimos tres
años a pesar de que en realidad ha salido reforzado en múltiples frentes. La
influencia estadounidense en Asia ha crecido a toda velocidad desde 2008,
impulsada en gran medida por el nerviosismo regional provocado por la
asertividad china. Estados Unidos reforzó sus tradicionales alianzas con
Australia, Japón y Corea del Sur. Desarrolló alianzas estratégicas con países
que incluyen a Filipinas y Vietnam en modos que antes eran impensables.
Paradójicamente, el crecimiento económico de China ha debilitado su propia
posición geopolítica y ha beneficiado a EE UU. Así funciona el mundo de la
política.
Estados Unidos está además en ascenso en
otras áreas. Respecto a la seguridad nacional, la posición estadounidense
también es más fuerte de lo que ha sido en muchos años. El Ejército de la
superpotencia y sus servicios de inteligencia han mostrado un impresionante
dinamismo para llevar a Al Qaeda al borde de su derrota total, algo que muchos
analistas consideraban improbable solo hace algunos años. El Pentágono se ha
situado en vanguardia en la revolución de los drones (aeronaves no tripuladas) y la
robótica, lo que puede proporcionarle una posición de ventaja en sus conflictos
del siglo XXI. Mientras, los diplomáticos estadounidenses han desarrollado
nuevos e innovadores medios de cooperación internacional, en particular la
Cumbre de Seguridad Nuclear y la Sociedad de Gobierno Abierto (Open Government
Partnership).
El gran punto vulnerable de Estados Unidos
sigue siendo la debilidad de su economía. Quedan por delante importantes
desafíos, pero merece la pena señalar que ha tenido unos resultados
significativamente mejores que los de la eurozona y tiene mejores perspectivas
de crecimiento que la mayoría de los demás Estados occidentales. Continúa
siendo un centro neurálgico de la innovación: consideremos simplemente el
ascenso de los medios de comunicación social y las exploraciones en busca de
gas de esquisto basadas en la tecnología. A largo plazo, los desafíos fiscales
a los que se enfrenta EE UU deben también ser comparados con las muy reales –y
muy subestimadas– tensiones internas que sufren las economías china e india.
Y no es únicamente Estados Unidos el que
está apuntalando a Occidente. Alemania destaca como un caso aparte de potencia
ascendente en una Europa debilitada. Su tasa de desempleo se sitúa en los bajos
niveles de la época posterior a la Guerra Fría y sus oportunas reformas del
mercado le han permitido un camino de salida de la recesión gracias a las
exportaciones.
La crisis del euro es el mayor reto de Alemania, pero,
irónicamente, también la ha convertido en la potencia diplomática y
geoeconómica preminente del continente: para bien o para mal, el
gobierno de la canciller Angela Merkel ha ganado una pelea tras otra sobre la
futura dirección de la UE, a menudo a pesar de las reservas de otros Estados
miembros. La elección de François Hollande en Francia complicará, pero no
erosionará la posición de Merkel. E incluso si pierde el poder el año que viene
–una perspectiva improbable a pesar de sus recientes reveses en las elecciones
regionales— un líder alemán diferente continuará beneficiándose de la fuerza
económica de Alemania dentro de Europa.
En el Este de Asia, los potentes
resultados económicos de Corea del Sur desde la crisis financieracondujeron
a algunos analistas a afirmar que debería ser añadido a los BRIC, pero siendo uno de los más antiguos y fiables aliados de EE UU su
lugar está en la columna de Occidente. Se ha convertido en un centro neurálgico
de la fabricación de productos de alta calidad y está en camino de pasar a sermás rico que Japón en
términos de renta per cápita en
los próximos cinco años. Internacionalmente, Corea del Sur respondió con
contundencia y responsabilidad a la agresión norcoreana reforzando su alianza
con Estados Unidos y embarcándose en una controvertida cooperación en materia
de defensa con su viejo enemigo, Japón. Ha asumido además un papel activo en la
defensa del orden internacional, acogiendo la cumbre del G-20 en 2010 y la
cumbre de seguridad nuclear en marzo.
Turquía, un antiguo aliado de Estados
Unidos y miembro de la OTAN, es el cuarto representante del ascenso del Oeste.
El primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha transformado el país en un motor
regional –su economía se ha más que triplicado bajo su gobierno, registrando
tasas de crecimiento solo comparables a las de China–. Tras años de intentar
renunciar a su identidad musulmana, Turquía está emergiendo como modelo –aunque
sea imperfecto– para los demócratas islámicos en el mundo árabe. La asistencia
turca es indispensable para abordar la crisis siria, y sus diplomáticos juegan
un papel crucial en la mediación internacional para las negociaciones con Irán.
Sí, la nueva Turquía tiene tendencia a trazar sus propias rutas, pero incluso a
pesar de que Erdogan a menudo esté en desacuerdo con otros miembros de la OTAN,
Ankara representa un puente desde el Oeste más que una isla separada de él.
Pero incluso aunque estos cuatro países
hayan ampliado su influencia, Occidente está también disminuido a causa de
cuatro países que tienen todavía que recuperarse de la crisis económica: Gran
Bretaña, Francia, Italia y Japón. Todos sufren tasas de crecimiento más bajas
que el Occidente en ascenso y, a diferencia de Estados Unidos, no han
compensado su debilidad económica con progresos decisivos en otras áreas. Gran
Bretaña y Francia trataron de tomar la iniciativa con la intervención en Libia,
pero la guerra solo sirvió para ilustrar sus enormes limitaciones tecnológicas,
y mostró la fuerte dependencia que tienen los aliados de la OTAN de la potencia
aérea estadounidense.
Gran Bretaña es la que tiene más
oportunidades de unirse al Occidente en ascenso si es capaz de dar un giro a su
economía. Su papel de líder del G-8 el año próximo ofrece una oportunidad para
demostrar algo de su antiguo don para el liderazgo global, especialmente si es
capaz de hacer avances creativos para llegar a nuevos y dinámicos actores como
Turquía e Indonesia. Otro Estado, Australia, está entre los dos Occidentes
–evitó una recesión tras la caída de Lehman Brothers pero no ha tenido el
impacto de una potencia en ascenso en los últimos años–. Sin embargo, su
posición geográfica, estrecha relación en cuestiones de seguridad con EE UU y
vastos suministros de energía significan que con probabilidad pasará a tener
mayor influencia en la política global.
El Occidente en ascenso es una fuerza con
la que hay que contar. No es una coincidencia que el presidente Barack Obama se
haya mostrado más cercano a los líderes de los países que, como Estados Unidos,
están en auge que a los líderes del resto; él
ha citado al presidente de Corea del Sur, Lee
Myung Bak, y a Erdogan como dos de sus más estrechos aliados
internacionales. (Parece
no sentirse personalmente tan cercano a Merkel,pero el lugar central que ocupa Alemania en la crisis del euro significa
que está en contacto constante con ella).
De modo que no descartemos todavía a
Occidente. Las potencias ascendentes en el mundo desarrollado no siempre
estarán de acuerdo, pero cuando lo estén será difícil resistírseles. Y serán
importantes interlocutores para los BRICS a medida que estos se vayan
introduciendo en el orden occidental.
Quizá estas potencias en ascenso necesiten
unas siglas si se quiere que se las tome en serio. ¿Ha llegado el momento de que
los BRICS conozcan a los GUTS de Occidente?
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