Tomado de El Mundo
Conflicto entre los colosos de América del Sur
Por Ramy Wurgaft
En la planta
procesadora de patatas de McCain, los empleados hablan en susurros y observan
con preocupación a los ejecutivos, reunidos en la sala de asambleas. El viernes
pasado, los camiones que salen de Buenos Aires con patatas congeladas no
pudieron traspasar el puesto de Sao Borja, en el lado brasileño de la frontera.
De forma intempestiva y sin mediar aviso, el gobierno de Dilma Rousseff había
impuesto limitaciones a los productos perecederos provenientes de Argentina.
Como resultado de esa medida, unos 30 camiones de la multinacional canadiense
que tiene en la localidad de Balcarce una planta de 40.000 metros cuadrados,
quedaron varados en la aduana.
No estaban solos;
en el mismo puesto fronterizo aparcaban otros vehículos de matrícula
argentina, cargados de frutas, vinos, harina de trigo y distintos tipos de
queso. Algunos ya comenzaron a hacer el camino de regreso con la mercancía en
descomposición.
En respuesta a las
barreras comerciales que su vecino del sur levantó hace ya casi un año, las
autoridades brasileñas pasaron a exigir permisos previos de importación
para más de una docena de productos argentinos. En Brasilia se habla de medidas
de reciprocidad, pero a nadie escapa que los permisos que pueden tardar 60 días
en ser concedidos –si acaso se conceden- son la arista visible de una
represalia en regla.
Hace meses que la
Cámara de Comercio de Sao Paulo le reclamaba a Dilma una respuesta
contundente a las trabas que impuso el gobierno de Cristina Kirchner a la
entrada de coches, piezas de recambio, maquinaria agrícola a su país.
Finalmente la
inquilina de Planalto tuvo que ceder y lo hizo con una medida tanto más
perjudicial que la que aplica con celo religioso el ministro argentino de
Comercio Interior, Guillermo Moreno.
Una cuestión de poder
Los
electrodomésticos brasileños pueden esperar eternamente en las bodegas, no así
las frutas secas con sello argentino. El ministro brasileño de Desarrollo e
Industria, Fernando Pimentel, dijo que las barreras administrativas que impone
Brasil tienen como objetivo "monitorear" el flujo de bienes
provenientes de Argentina; una práctica que es consistente con las normas de la
Organización Mundial de Comercio (OMC).
Pero en los
pasillos del ministerio se habla de una estrategia dirigida a convencer a
Cristina Kirchner que las trabas a la importación son un arma de doble filo.
En un intento por
suavizar el conflicto que se ha generado, el ministro argentino de Asuntos
Exteriores, Héctor Timerman, se entrevistó el 15 de mayo con su homólogo
brasileño Antonio Patriota. La sola presencia de Guillermo Moreno -el más duro
de los ministros de Cristina- en la reunión alcanzó para que el encuentro fuera
como el de dos bandos en guerra.
Ante la
imposibilidad de resolver de inmediato el problema, los cancilleres se dieron 120
días de plazo para buscarle una salida. Aunque cuentan con refrigeración,
ninguno de los productos comestibles que vende Argentina, resistiría ese tiempo
de espera.
La velada guerra
comercial entre los colosos de América del Sur podría repercutir negativamente
en el empleo. La antes mencionada empresa McCain paralizó sus líneas de
producción y los empleados se dedican a tareas de limpieza y mantenimiento.
Pero en vista de que el 70% de las patatas que procesa tienen como destino al
mercado brasileño, nadie se atreve a predecir si podrán conservar sus empleos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario