Sofía,
que creció en ausencia de su padre por abandono, el cual incluso llegó a negar ser
su progenitor, reconocía que de niña le hacía mucha falta, pero que luego
aprendió a vivir sin él, haciendo de caso que había muerto, y comprendió que no
es necesario un padre, pues su madre se las arregló sola para sacarlas adelante
a ella y sus hermanas, y darles estudios. Mucho tiempo después, siendo ella ya
una profesional de 32 años, el padre ha aparecido en su vida, en muy malas
condiciones, pidiendo ayuda, y ella tiene sentimientos encontrados de
resentimiento y lástima.
Su historia con relación a su padre es
una versión particular de una situación bastante común en nuestra cultura
latina: la ausencia de un padre. Muchas veces esa ausencia sucede desde el
mismo momento en que el hombre se desentiende de la mujer que ha dejado
embarazada. Otras veces, como es el caso, al desentenderse de mujer e hijos
después de haber aceptado inicialmente el compromiso. Y otras veces, al vivir
ajeno a las necesidades, problemas y evolución de los hijos, aun cuando
físicamente viva bajo el mismo techo.
Nuestra cultura suele enseñar que un
padre sirve para proporcionar sustento económico; y poco o nada más, y aún así,
frecuentemente hasta eso se evita si es posible. Sin embargo, más allá de lo
económico, ella refleja que de niña le hacía mucha falta un padre. Con el
tiempo pensaba que lo iba superando y que ya no lo necesitaba, incluso hacía de
cuenta que estaba muerto, pero en el fondo todo eso no era más que una
estrategia de su mente para aprender a convivir con el problema; no era
solución al mismo, porque tal solución no existía. El enorme resentimiento que
guarda ahora no es solo por el hecho del abandono, sino, sobre todo, por el
posterior conflicto interno en su mente de tener que vivir negándose a sí misma
una realidad dolorosa para poder sobrevivir emocionalmente a ella.
Su madre es una de las muchas mujeres
heroínas que tienen que ejercer la doble función, y aún así, por muy heroína
que sea una madre, muy difícilmente puede fabricar el equilibrio que los hijos
necesitan en el hogar, y que de forma tan natural aportan una buena madre junto
a un buen padre.
Sofía
es mayor de treinta años y no habla de una pareja; probablemente no sienta
ningún deseo de compromisos con ningún hombre, porque desconfía profundamente.
Quizás haya conocido algún hombre confiable, porque los hay, y bastantes, pero ella
no sabe identificarlos porque nunca tuvo oportunidad de aprender. Ese es solo
parte del daño que hace el abandono paterno, aunque se tenga una supermadre.
Me gustaría contarles que esta historia
tiene un final feliz, como en los cuentos, pero Sofía tiene cicatrices de las
que no desaparecen, porque para ello habría que reescribir la historia, y eso
no es posible. Sí puede, sin embargo, maquillar bastante sus cicatrices con
ayuda profesional, y empezando por tratar de entender que no solo ella, sus
hermanas y su madre son las víctimas; sino que su padre, aparentemente
culpable, es también una víctima de la educación equivocada que en ciertos
aspectos nos ofrece nuestra cultura machista.
Quizás
no me equivoque al suponer que él, desde niño, también vivió, sufrió y aprendió
de alguna manera, la irresponsabilidad paterna como forma de vida, tanto en su
entorno inmediato, como en el entorno social, y no ha hecho otra cosa más que
interpretar en su situación familiar el patrón aprendido. En última instancia
es entonces nuestra educación cultural la culpable de que sucedan estas
situaciones.
Sofía, por su condición profesional, y
por el esfuerzo mental de superación pese a la adversidad, tiene un nivel de
conciencia que le permite ver claramente la problemática y sus consecuencias,
aunque también sufrir más con ello.
No
se trata de guardar rencor a los hombres por lo que la cultura les ha enseñado.
Los esfuerzos deben encaminarse a que las siguientes generaciones no aprendan
los mismos errores. No podemos hacer nada por el pasado, pero sí por el futuro.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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