domingo, 5 de agosto de 2012

El Arte de Levantarse


Por Waldemar Serrano-Burgos, CEC
Certified Life-Business Coach

 Mucho se habla diariamente de como levantarse de las adversidades o de las vivencias difíciles que vivimos todos aquellos que somos seres humanos.

 En ese proceso las personas expresan diferentes “soluciones”, ya sea diciendo frases de famosos, subiendo fotos a las redes sociales o cuanta cosa se puedan inventar, y en ese proceso se pierde la perspectiva de la realidad del acto tan noble de caerse.

 Es curioso como a que extremo la sociedad moderna ha llevado la connotación de la palabra caerse, la variedad de significados que le han dado y sobre todo el peso que le dan al fracaso de no poder llenar las expectativas de los demás.

Todos en algún momento u otro hemos experimentado el estar en ese estado catatónico, paralizante o depresivo, por habernos caído de un pedestal falso, creado por nuestras expectativas.

Es en ese mismo proceso en donde el sentimiento de la pena se une al adoctrinamiento de una sociedad punitiva, en donde nos ponemos el sello de que ese proceso es una derrota, un fracaso, una evidencia adicional de que no servimos.

Hemos llegado al extremo como sociedad que ese simple hecho de tocar el piso con las rodillas, puede para algunos propiciar el que tomen una acción extrema como privarse del cuerpo que lo cobija.

 Pero muy poco –si nada- se habla abiertamente sobre cuán enriquecedor puede ser el proceso de levantarse después de una caída. Sobre cuanto aprendemos intelectualmente sobre ese acto, como nuestra alma se eleva a otros niveles de conciencia y sobre todo como nos brinda una oportunidad de reconocer, internalizar y entender las capacidades de adaptación que tienen nuestros sentimientos.

 Existen varios significados del verbo levantarse, pero uno de los que más nos gusta y se ajustan a nuestra realidad es un antiguo proverbio ruso que dice “…caer está permitido. Levantarse es obligatorio”.

Las caídas siempre serán físicas y emocionales, ya que vivimos “encerrados” –por decisión- en este caparazón que llamamos cuerpo humano. Es por esa decisión que nos exponemos como parte de ese acuerdo, a experimentar las caídas en nuestro entorno diario.

Pero lo que no ha sido el uso y costumbre, es el no poder explicar como el arte de levantarse es uno enriquecedor.  Ese arte no tiene una fórmula mágica y mucho menos existe una pastilla que instantáneamente nos ayude.

Lo que si podríamos hacer primero que todo, es poder reconocer que somos seres espirituales y que cada cosa que nos afecta no está fuera de nosotros, sino que es iniciado, elaborado y aplicado en nosotros mismos.

Segundo, que ese proceso es uno innato desde el momento en que nos ponen en el piso o en la cuna y empezamos a experimentar con nuestro cuerpo.

Tercero, que en ese proceso en donde nos hacemos consciente de lo responsable que somos de nuestras acciones y las consecuencias que traen, también nos da pie para crear una ilusión ya sea una falsa o una real de nuestra situación. 

Es esa ilusión en su inmensa mayoría, la que nos brinda unas falsas expectativas las cuales validamos, al aceptar mentalmente una falsa percepción de lo sucedido. 

Es exactamente en ese momento en donde nos olvidamos de que quienes nos lamentamos, enjuiciamos y hasta nos castigamos somos nosotros mismos, no los demás, ya que nadie tiene el poder de hacer sentir a alguien nada.

Es en ese preciso momento cuando estamos en el piso es que tenemos en nuestras manos una gran oportunidad de decidir nuestro destino y de recordar quienes somos. De que podemos hacer un detente y reconocer que la vida nos está dando una lección y que es una oportunidad para verlo o ignorarlo.

 No hay una fórmula mágica de como aprender a levantarse, no existe una píldora mágica que nos enseñe las lecciones de ese proceso, pero si tenemos la gran bendición de ver diariamente que cada una de esas caídas son grandes oportunidades de crecimiento humano y espiritual.

Son es esos momentos trascendentales de la vida en donde nos levantamos y tenemos nuevamente una oportunidad de apreciar todo aquello que nos rodea y nos engrandecemos como sociedad y como individuo.

Concluyo con este pensamiento de Theodor Roosevelt que decía, “es duro caer, pero es peor no haber intentado nunca subir”.




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