Tomado de Foreign Policy Español
EE UU: LA GUERRA SOBRE, POR Y CONTRA LAS MUJERES
Por Alana Moceri
¿Está Romney en el punto de mira de la ira femenina?
La llamada brecha de género -la diferencia entre el porcentaje de mujeres y el porcentaje de hombres que votan por un determinado candidato- ha sido evidente en cada una de las elecciones presidenciales desde 1980, revelando que las mujeres prefieren a los demócratas por un margen de 4 a 11 puntos.
Fuera de Estados Unidos puede que
las elecciones de 1992 sean sobre todo recordadas por la victoria de Bill
Clinton, pero ese año electoral también es recordado como "El año de la
mujer".
Muchas se sintieron estimuladas
por el testimonio de Anita Hill sobre Clarence Thomas ante una Comisión sobre
Asuntos Judiciales del Senado compuesta íntegramente por hombres. Las
consecuencias se reflejaron en la adición de cuatro mujeres más al Senado,
situando el total en seis, una cifra sin precedentes.
Mi Estado natal de California se
convirtió en el primero en ser representado en el Senado por dos mujeres
-Barbara Boxer y Dianne Feinstein- y, como joven feminista y reciente graduada
en ciencias políticas por UCLA, me sentí eufórica.
Veinte años después, y pese a los
logros de Hillary Clinton y Nancy Pelosi, estamos todavía lejos de conseguir la
paridad de género en el Senado estadounidense (con un total de 17 mujeres entre
sus 100 miembros) y la Cámara de Representantes (76 de 450 miembros).
De hecho, la Inter-Parliamentary
Union ha colocado a EE UU en el puesto 79 del mundo este año en la
clasificación de representación femenina en los órganos legislativos
nacionales. Desgraciadamente, 2012 no está desarrollándose como un año en el
que vayan a cambiarse significativamente estas deprimentes cifras. Serán las
mujeres que emitan su voto, más que las que se presentan para ser elegidas,
quienes afectarán significativamente el resultado de estos comicios.
La llamada brecha de género -la
diferencia entre el porcentaje de mujeres y el porcentaje de hombres que votan
por un determinado candidato- ha sido evidente en cada una de las elecciones
presidenciales desde 1980, revelando que las mujeres prefieren a los demócratas
por un margen de 4 a 11 puntos. Un sondeo del Pew Research Center muestra que
el 52% de las mujeres se identifican con el Partido Demócrata mientras que el
43% de los hombres lo hacen. Y lo que quizá es más importante es que las
mujeres acuden a votar en mayor número: 10 millones más de féminas que de hombres
votaron en 2008. Obama mantiene una ventaja en el mapa electoral en este
momento y está concentrando su tiempo y recursos de campaña en los
importantísimos Estados bisagra.
Pero el voto femenino se extiende
por todos los objetivos en cuanto a Estados, raza e intereses especiales y, si
quiere ganar, necesita movilizar a estas votantes y hacer que acudan a las
urnas en altos porcentajes. Por otro lado, Romney solo necesita desplazar estos
números un poco en su dirección.
Comprendiendo estos cálculos electorales,
y que la ira es un gran factor de motivación para lanzarse a actuar, ha sido
surrealista contemplar cómo los republicanos sabotean su propia imagen ante las
mujeres retrocediendo en el tiempo hasta los 60 gracias a una serie de sucesos
que pusieron el nada controvertido tema de los métodos anticonceptivos en el
centro de atención.
En enero el candidato republicano
Rick Santorum dijo que los Estados deberían tener derecho a declarar ilegal la
venta de anticonceptivos. Poco después, la fundación Susan G. Komen for the
Cure anunció que dejaría de financiar a Planned Parenthood (el mayor proveedor
de servicios de salud reproductiva del país) en una decisión que provocó una
indignación generalizada. La fundación tuvo que dar marcha atrás en su postura
y su presidenta se vio obligada a dimitir.
Esta indignación, sin embargo, no
impidió que la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos se lanzara a
buscar pelea a propósito de la política en materia de anticoncepción del
presidente Obama dentro del marco de la Ley de Sanidad Asequible, que requería
a todo tipo de empleadores, incluyendo escuelas y hospitales gestionados por la
Iglesia, que incluyeran la anticoncepción gratuita en sus planes de asistencia
sanitaria.
Poco después, las mujeres estadounidenses
experimentaron un flashback a 1992 cuando los republicanos de la Cámara
de Representantes invitaron a un panel de cinco líderes religiosos y profesores
-todos los cuales eran hombres- a testificar sobre religión y contracepción.
Los demócratas de la Cámara presionaron a los republicanos para que incluyeran
a la estudiante de Derecho de la Universidad de Georgetown Sandra Fluke en el
panel, pero fue rechazada porque "no se halló que fuera apropiada o
estuviera cualificada" para testificar sobre libertad religiosa.
Demócratas y mujeres activistas por igual calificaron las acciones de los
republicanos de "guerra contra las mujeres".
Y una posterior e inevitable
guerra estalló en los medios: el ultraconservador y célebremente sexista
locutor de radio Rush Limbaugh llamó a Sandra Fluke “guarra”. Estos comentarios
provocaron más indignación y el presidente Obama llamó de forma muy pública a
Fluke para ofrecerle su apoyo. Poco después, un destacado partidario del
entonces candidato Rick Santorum recordó con nostalgia cuando una simple
aspirina se usaba como método anticonceptivo que "las chicas se ponían
entre las piernas" para evitar el embarazo.
Sobre Romney ha recaído en las
encuestas el grueso del castigo por estas acciones de los republicanos; el Pew
Research daba a Obama una enorme ventaja del 20% entre las mujeres en el apogeo
de la guerra en marzo. Era quizá injusto para alguien que una vez apoyó
el derecho al aborto por deferencia hacia su madre, una mujer que había sido
candidata a gobernadora del Estado de Michigan. Pero nunca se manifestó en
contra de nada de esto, porque mientras sus colegas republicanos libraban esta
guerra, él estaba en medio de las primarias y no se encontraba en posición de
enojar a su base conservadora.
Por su parte, Obama aprovechó al
máximo esta oportunidad para publicitar una de sus prioridades legislativas, la
Ley de Equidad Salarial, que tiene el propósito de lograr la igualdad de
sueldos para las mujeres. Las estadounidenses actualmente ganan 77 céntimos por
cada dólar que gana un hombre, pero los republicanos del Senado mostraron su
indiferencia hacia las mujeres, y hacia el futuro de la campaña de Romney,
bloqueando este proyecto de ley en una votación a comienzos de junio.
Aunque la brecha de género entre
Obama y Romney se ha estrechado hasta los 13 puntos en la más reciente encuesta
de Pew Research, Limbaugh ha vuelto a la carga, quejándose de que "cuando
las mujeres lograron el derecho a votar es cuando todo comenzó a ir cuesta
abajo". Romney no ha descartado elegir a una mujer como candidata a la
vicepresidencia y los nombres que circulan incluyen a Condoleeza Rice y a Kelly
Ayotte.
Ambas son republicanas de
prestigio que no conllevan los mismos riesgos que acompañaban a Sarah Palin,
pero no obstante aun así parecería una concesión, del mismo modo que lo sería
elegir a Marco Rubio para atraer el voto latino, y en ningún modo garantizaría
más votos femeninos.
La movilización de votantes de
base puede acabar siendo, al final, más importante que la persuasión de los
indecisos en este ciclo. Y si Romney y sus colegas y expertos republicanos
siguen adelante con las acciones y la retórica repulsivas contra los temas que
importan a las mujeres, se podrían encontrar en el punto de mira de la ira
femenina.
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