La
menopausia supone un cambio biológico en la mujer, y suele llevar asociados una
serie de efectos psicológicos no siempre comprendidos por la sociedad en
general ni, en muchos casos, por las propias mujeres.
Podemos
considerar dos tipos de efectos psicológicos de la menopausia: aquellos que
tienen una causa biológica, y que son provocados por el propio proceso de
cambio; y aquellos en los que intervienen factores sociológicos y se refieren
al cambio en la percepción de la relación de la mujer con su entorno social
como consecuencia de su cambio biológico.
Entre los primeros pueden considerarse la
tristeza, la depresión, la ansiedad, la irritabilidad, o la agresividad, entre
otros. La forma en que estos trastornos afectan en la menopausia varían
sensiblemente de unas mujeres a otras, dependiendo de múltiples factores aún
insuficientemente investigados. Sin embargo, es frecuente que cualquiera de
estos trastornos aparezca acentuado en aquellas mujeres que anteriormente ya
tenían una historia de algún modo afectada por el mismo. Normalmente no son
continuos, sino que experimentan altibajos, fases más acusadas, y fases
asintomáticas, y la duración de dichas fases también es variable, pero es
frecuente su coincidencia con ciclos regulares similares al ciclo menstrual.
También
es variable la intensidad y la persistencia en el tiempo de tales efectos. En
algunas mujeres son leves y en otras son bastante acusados. Asimismo, en
algunas duran pocos años, y en otras bastantes.
Los
tratamientos de reemplazo hormonal, independientemente de posibles riesgos a
largo plazo que se están investigando, mitigan tales efectos psicológicos de la
menopausia. Pueden aplicarse otros tratamientos psicoterapéuticos y
farmacológicos, pero siempre con el control de un especialista. Es importante
también el reconocimiento y la comprensión del problema por parte de la
sociedad, y en especial de los hombres, pues se trata de un problema real y
natural.
La otra dimensión del problema a la que
me refería es la socio-cultural. La menopausia supone el fin de la etapa
reproductiva de la mujer, y dado que numerosas culturas, asignan como rol
fundamental para la mujer el de la fecundidad y el de objeto de satisfacción
sexual masculina, esta etapa llega a ser percibida por muchas mujeres como el
momento en que dejan de ser útiles; y como suele coincidir con la emancipación
de los hijos y su marcha del hogar, la sensación de pérdida de sentido de la
vida tiende a unirse frecuentemente a los trastornos mencionados primeramente.
La
sensación de infravaloración que muchas mujeres llegan a tener por parte de si
mismas frecuentemente las puede llevar a sospechar o asumir situaciones de
infidelidad por parte de la pareja, muchas veces infundadas, aunque no siempre;
llegando en ocasiones a tal grado de paranoia, que termina siendo precisamente
esta situación la que deteriora y rompe la unión de la pareja.
En
otros casos las mujeres aceptan con resignación la pérdida de ese rol sexual y
de fecundidad, y se aferran a su rol de madres, volviéndose demasiado posesivas
sobre unos hijos que ya suelen estar en edad de tomar las riendas de su vida; o
bien se aferran intensamente al confort y la seguridad económica que gozan o
que desean. Pero todo ello depende de lo prejuiciada que la mujer esté por su
cultura.
Hay
mujeres, por contra, que en esta dimensión social de los efectos de la
menopausia, viven la misma de forma opuesta, disfrutando de la sexualidad sin
el temor a quedar embarazadas, o felices porque se libraron de las típicas
molestias inherentes al ciclo menstrual, por ejemplo.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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