Tomado
de El País
Obama ordena revisar las leyes de inmigración de
Estados Unidos
Las
deportaciones hunden la imagen del presidente ante los hispanos, con casi dos
millones de expulsiones en su mandato
Por
Cristina F. Pereda
El
presidente Obama ha encargado al Departamento de Seguridad Nacional que revise
la aplicación actual de las leyes de inmigración para estudiar si se pueden
implementar “de una manera más humana”. La decisión ha sido anunciada por la
Casa Blanca después de una reunión del mandatario con tres líderes del Caucus
Hispano del Congreso y representa la esperada respuesta de Obama a las duras
críticas que ha recibido en las últimas semanas por su récord de deportaciones.
“El
presidente ha insistido en su profunda preocupación por el dolor que sienten
demasiadas familias ante las separaciones que provoca un sistema de inmigración
fallido”, asegura el comunicado emitido por la Casa Blanca tras el encuentro
este jueves. Obama también ha trasladado a los legisladores demócratas Xavier
Becerra, Luis Gutiérrez y Rubén Hinojosa -todos defensores de los intereses de
los inmigrantes- que quiere trabajar con ellos para mantener la presión sobre
los republicanos a favor de la reforma.
Si Obama
emplea su poder ejecutivo para modificar el reglamento de las deportaciones
habrá cumplido uno de los grandes deseos de la comunidad hispana. En las
próximas semanas, Estados Unidos alcanzará los dos millones de indocumentados
que han sido deportados del país desde la llegada del demócrata a la
presidencia. La cifra es superior a la de sus predecesores, George W. Bush y
Bill Clinton, y ya ha puesto en riesgo el apoyo de la comunidad hispana al
presidente, que incluyó la reforma migratoria entre sus promesas de campaña en
2008 y 2012.
Janet
Murguía, presidenta del Consejo Nacional de La Raza (NCLR), la mayor organización
hispana del país, puso este alejamiento en palabras cuando describió
recientemente a Obama como “deportador en jefe” -en alusión a su cargo de
Comandante en Jefe. Entre los casi dos millones de deportados hay numerosos
indocumentados que son padres de niños estadounidenses, separados ahora de sus
progenitores.
Si Obama puede firmar órdenes ejecutivas en
otros ámbitos, ¿por qué no puede parar las deportaciones?
La crisis de
las deportaciones, reconocida por el presidente mismo en numerosas ocasiones,
ha sido uno de los argumentos a favor de la reforma migratoria estos últimos
años. Organizaciones como NCLR han alertado en numerosas ocasiones de las
consecuencias de esta separación y han pedido a Obama que utilice su poder
ejecutivo para poner fin a las deportaciones.
El
presidente siempre se ha negado, argumentando que las leyes son competencia del
Congreso. Sin embargo, el pasado 28 de enero, Obama utilizó su discurso sobre
el Estado de la Unión para advertir al Partido Republicano que estaba listo
para firmar órdenes ejecutivas si no accedían a negociar las propuestas
demócratas. La comunidad hispana estaba escuchando y ahora presiona a Obama. Si
puede firmar esas órdenes en otros ámbitos, ¿por qué no puede parar las
deportaciones?
Uno de los
aliados del presidente en materia de inmigración, Charles Schumer, declaró la
pasada semana que Obama debería firmar esa orden en septiembre si la reforma no
llegara antes. El senador demócrata, miembro del ‘Grupo de los Ocho’ que
negoció la normativa aprobada en junio de 2013 con apoyo de los dos partidos,
defiende que Obama debería ‘perdonar’ a aquellos indocumentados que cumplirían
los requisitos establecidos la nueva ley, excepto a quienes hayan cometido
crímenes o entraron en el país después del 1 de enero de 2012.
Schumer
respondió así a una campaña lanzada por la organización United We Dream en la
que los dreamers -‘soñadores’, como se conoce a los jóvenes
indocumentados- presionan a políticos cuya voz puede cambiar el destino de la
reforma. Antes que el demócrata, los senadores Bob Menéndez y Dick Durbin,
también del Grupo de los Ocho, cedieron para pedir que Obama actúe para impedir
nuevas expulsiones.
El
representante Luis Gutiérrez, aspirante a lograr una coalición similar en la
Cámara de Representantes, lamentó esta semana que el movimiento a favor de la
reforma no haya logrado una coalición tan agresiva, ni tan diversa, como la que
ha logrado numerosos avances para los derechos de los homosexuales. El próximo
mes de abril, varias agrupaciones convocarán una gran marcha en diferentes
ciudades de todo el país para pedir al presidente que ponga fin a las
deportaciones.
El senador
Menéndez se ha unido a los más críticos con la tasa de deportaciones, que
califica de “innecesarias” y una “tragedia”. Obama alega que tiene las manos
atadas y que debe esperar la iniciativa del Congreso, pero su estrategia
amenaza con envenenarse. El presidente Obama apostó en 2009 por dos vías
paralelas hacia la reforma: en el ámbito legislativo, pidió a la Cámara de
Representantes y al Senado que trabajaran en una nueva legislación para
reformar completamente el sistema; en el ejecutivo, impulsó la aplicación de
las leyes de inmigración existentes.
Seis años
después, las consecuencias de la falta de iniciativa legislativa y el cumplimiento
de unas normativas obsoletas han hecho que la Administración bata récords
históricos de deportaciones y sin que haya una promesa de reforma a la vista.
El presidente no ha logrado convencer a los republicanos de que, por un lado,
el sistema actual no funciona y, por otro, sí pueden confiar en él para aplicar
las leyes que aprueba el Congreso.
El ala más
conservadora del Partido Republicano ha defendido en las últimas semanas que no
pueden fiarse de que Obama vaya a aplicar las leyes que aprueba el Congreso,
justificando sus sospechas por los recientes cambios a la reforma sanitaria. La
lealtad al sistema de inmigración actual debería haber servido de antídoto
contra esa desconfianza, tal y como pareció apostar la Administración demócrata
desde el principio. No ha sido así. Y la llegada del deportado número dos
millones, una cifra simbólica con grandes consecuencias políticas, puede
acarrear un precio mucho más alto para el presidente que para los republicanos.
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