Los hijos siempre son las grandes
víctimas de estas situaciones, aun cuando, en muchos casos, ya eran víctimas
también en un mal ambiente conyugal para el que el divorcio se plantea como
solución inevitable. Pero incluso en estos casos, ante la situación de divorcio
de los padres, los niños se sienten asustados y confundidos por la amenaza a su
estabilidad y seguridad personal. Los hijos, particularmente los pequeños,
difícilmente pueden entender y aceptar el divorcio de sus padres.
Es frecuente que los niños sientan ser la
causa del conflicto. Muchos hijos asumen la responsabilidad de tratar de
reconciliar a sus padres y muchas veces se sacrifican a si mismos en el
proceso. Inevitablemente el trauma psicológico es fuerte en cualquier caso,
pero que lo sea más o menos, o que se supere más o menos fácilmente, y que deje
o no secuelas psicológicas, va a depender en gran medida de la forma en que los
padres se lo expliquen y de su actitud entre si y hacia los hijos durante y
después del proceso.
No se les debe ocultar nada, ni deformar
la realidad. El divorcio es el reconocimiento del fracaso del proyecto de
pareja; y como tal fracaso se les debe plantear, explicando que no era su deseo
que esto pasara, que cuando se casaron se querían y que en esas condiciones
desearon tener hijos, pero que ha habido algunas causas que han provocado esta
ruptura, que es inevitable.
Debe analizarse objetivamente, y con los
términos adecuados a la edad de los hijos, cuáles fueron las causas que
condujeron a ese fracaso, con el objeto de que ellos puedan comprender mejor la
situación y aprender de errores ajenos. Esto no es fácil, porque nuestra
cultura dificulta un divorcio amistoso, que sería lo ideal, y enseña más a resaltar
la culpa ajena que a reconocer errores propios. Es un error demasiado frecuente
culpar de todo y desacreditar a la otra parte delante de los hijos. Con ello no
solo se está atentando contra alguien que es muy importante para ellos, sino
que la propia imagen tampoco queda bien parada, pues no ven objetividad.
No por reconocer errores los hijos dejan
de ser hijos, ni se va a perder su amor. Al contrario, los hijos comprenderán y
aceptarán más fácilmente la situación y aumentará el respeto y la admiración
sobre dos personas que, pese a su fracaso, les están dando ejemplo de cómo
manejar las cosas civilizadamente, y les
están demostrando que los quieren y que les importan mucho.
Pero ello no les resuelve su inseguridad,
sensación de abandono, e incertidumbre ante el futuro. Por eso es necesario
también abordar otros puntos. Deben tener la seguridad de que siguen y seguirán
siendo muy importantes para ambos, y de que seguirán gozando del afecto y el
apoyo de ambos, y deben saber cómo va a ser su vida a partir de ahora. Ellos
necesitan estabilidad siempre, y en base a este criterio debe decidirse su
futuro. Es un error la idea salomónica de vivir alternando el domicilio de la
madre y el del padre; ello sólo tiende a aumentar la inestabilidad. Ellos
necesitan un domicilio fijo y estable, aun cuando necesiten también pasar
tiempo con la otra parte. Desde el momento en que los hijos nacen, su
desarrollo adecuado se convierte en el objetivo fundamental de los padres. El
hecho de que fracasen después como pareja no debería influir en mantener su
éxito como padres; si no pudo ser juntos, que sea separados, pero que sea. Si
la separación es amistosa, ello es factible.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención,
y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y
educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional
estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene
a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que
recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta
que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la
familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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